El embarque

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Me desperté gritando. Aun era de noche, y me fijé en el pequeño reloj de la habitación: las tres de la mañana. Había tenido una pesadilla: llegaba de vuelta a la aldea y no quedaba nadie. Había cuerpos extendidos por las calles, y tan sólo se oía el viento. Suspiré; suerte que tan sólo era una pesadilla. 

Había pasado un mes desde que me había marchado. El viaje había sido duro. Con el dinero ahorrado, había conseguido ir en algún que otro carruaje para así llegar hasta Finistèrre, desde donde mi embarcación partiría hacia las Américas. Hablando con la gente me había dado cuenta de que el brote de aquella extraña enfermedad se estaba extendiendo con rapidez. Muchas familias se habían visto afectadas, pero nadie encontraba la solución. 

También había descubierto que los reinos se habían puesto de acuerdo para enviar diversas embarcaciones hacia las Américas para encontrar la planta, pero hasta que no la comercializaran podían pasar meses, y mi padre no tenía tanto tiempo. 

Una vez hube llegado a Finistèrre, me hospedé en una vieja posada. Aunque la dueña era una mujer, todos los huéspedes eran hombres y ninguno hacía buena pinta: la falta de higiene era muy presente. Me había hospedado en una pequeña habitación hasta encontrar cómo ir en una embarcación. 

Supe que no volvería a dormir, así que me vestí y bajé hacia el salón común. La posada era bastante vieja, y la madera crujía en cada paso que daba. Me dirigí hacia la puerta principal para salir. 

— ¿Qué hace una mujercita como usted a estas horas? — dijo una voz detrás de mí. Me asusté y me giré de repente. A lo lejos, una sombra se acercaba. Parecía un hombre bastante corpulento. 

— ¿Quién es? — pregunté con temor. La sombra cada vez se acercaba más, y finalmente la tenue luz que provenía de la ventana iluminó al extraño: se trataba de un hombre no mucho mayor que yo, con el pelo oscuro y una larga barba también oscura. Sonreía y me percaté de que llevaba un diente de oro. Lo reconocí: era un pirata. 

— Yo he preguntado primero — dijo levantando la mano. Su voz era profunda, pero parecía no corresponder con su apariencia, más bien graciosa. 

— Insomnio — respondí sincera. El chico levantó las cejas. 

— Me suele pasar. Una solución es tomar ron — reí, esperando que fuera una broma, pero él seguía serio. 

— Me llamo Jackarias Robert Filmound. Jackie para los amigos. 

— Céline Le Borgne — respondí, mirando a Jackie extrañada. Era un hombre bastante... peculiar. 

— ¿A qué se debe tu insomnio? Si puede saberse, claro. 

Jackie parecía tener muchas ganas de hablar, y como no sabía qué podía hacerme, decidí sentarme a su lado. En su mano llevaba una botella de ron. Suspiré. 

— Muchas cosas, la verdad. Necesito encontrar una embarcación para ir a las Américas. Tengo que hacerme con la planta curativa de la que todos hablan para salvar a mi padre. 

— Qué dulce — exclamó Jackie con tono sarcástico. Bebió de la botella y se rascó la barba —. Pues para tu información, mañana me dispongo a marcharme con mi embarcación hacia las tierras que mencionas. 

No podía creerme lo que escuchaba. 

— ¿De verdad? ¿Podría ir contigo? ¿Vas a buscar la planta curativa? 

— Eh... — Jackie dudó pero siguió hablando — la verdad, jovencita, es que llevar una mujer a bordo da mala suerte, aunque a mi tripulación no le molestaría nada ver cada día una mujer de tanta belleza. Además, no voy a las Américas a buscar la planta, precisamente. 

— ¿Entonces a qué vas? — estaba siendo tal vez demasiado curiosa, pero él también me había hecho muchas preguntas

— Digamos que es un viaje de negocios. 

— ¿Podría venir contigo? Por favor, necesito ir...

— Sólo una condición, señorita — volvió a levantar la mano y me fijé que era un gesto que hacía frecuentemente —. Si vienes deberás de ayudarme con mis negocios. Necesito el trabajo de mi tripulación. ¿Queda claro?

— Trato hecho — dije extendiéndole la mano. Jackie estrechó la suya, y me fijé que llevaba las manos llenas de anillos y brazaletes de materiales brillantes. 

Había encontrado la manera de llegar a mi destino. 


El mar entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora