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Sin salida

De regreso a Harvelle's Roadhouse

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De regreso a Harvelle's Roadhouse. En realidad no pensé mucho en la posibilidad de tener una vuelta por aquí tan pronto pero también entiendo que este lugar tiene un lazo con John Winchester así que sé que tanto Sam como Dean sienten atracción por sitio de paso de carretera.

Pero había algo demasiado obvio por el que yo gustosa no volvería aunque tuviera esa misma clase de magnetismo.

Bajo de mi hermoso Mustang en cuanto me estaciono. Mi cabello vuela gracias al intempestivo viento que levanta demasiada arena.

— Creo que alguien tiene problemas de cabellera— dice Sam que se ha bajado del Impala y me da esa sonrisa burlona muy a su estilo, haciendo que un par de hoyuelos aparezcan, logrando con ello que su rostro se vea aún más hermoso. No me resisto a devolverle el gesto.

— Sí y ese alguien de seguro eres tú, ¿acaso nunca te cortas el pelo?— su rostro cambia de inmediato: ha borrado su sonrisa y tiene una mueca de disgusto. No puedo evitar reír enserio—. ¡No te creas Sam! Tu cabello está bien solo que me gusta molestar— me acerco para poder pasar mis manos por su pelo y poder moverlo, jugando con él. Logro que Sam sonría pero definitivamente a Dean no le gusta ni un poco nuestro juego porque se ha mantenido a raya y con los labios fruncidos.

— Eres tan mentirosa ¿lo sabías?— Sam no suena para nada enojado, incluso me toma desprevenida el hecho de que de pronto me abraza de modo que ahora podría pasar por un costal de papas al cual carga sobre su hombro.

— ¡Samuel!— a pesar de mi grito de protesta, a él no le importa y se ríe aún más.

— ¿Ya van a dejar de jugar?

— La verdad no— le respondo en el momento en que logro mi objetivo: darle una nalgada a Sam que lo hace reírse mucho más pero logro recibir una sacudida que bate mi cerebro aún más de lo que ya estaba, sobre todo porque parece que toda la sangre ya se ha ido a mi cabeza.

— ¡Me tienes secuestrada!

Un grito proveniente de Roadhouse, acompañado del sonido de algo estrellándose, hace que nuestras sonrisas se borren.

— ¡Te he cuidado todos estos años!

— Y allá hay una pelea— dice Dean con algo de morbo, con el brillo de la curiosidad llenando sus ojos.

Suspiro porque la diversión se ha terminado y espero a que Sam me baje pero este camina hacia el interior del lugar conmigo sobre sus hombros. Dean mira por sobre su hombro y rueda los ojos al vernos de ese modo.

— ¡Soy tu madre y no tengo por qué ser razonable!

— ¡No me puedes detener!

— ¡Yo no apostaría eso, querida!

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Encadenarme en el sótano?

La oleada de tensión nos envuelve de inmediato así que ahora Sam decide bajarme.

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