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I

Pacto

Nunca había estado en mi mente el qué se sentiría volver de la muerte

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Nunca había estado en mi mente el qué se sentiría volver de la muerte. Toda mi vida, en especial por la educación de mi abuela, era pensar que sólo se moría una vez, e ibas a dónde merecías: al cielo si fuiste buena persona, o al infierno si cometiste demasiados errores que la religión llamaba pecados. Y ya. Tu vida terrenal se acababa al momento en que tu cuerpo ya no tenía vida así que tu alma debía ir a otro plano porque ya no tenía recipiente que la protegiera.

Pero eso no funciona para mí. Y ahora un sinfín de cosas me llenan la cabeza, una que podría llegar a estallar por el dolor. Bueno, no lo sé realmente, pero tengo mis dudas.

Estoy cansada. Más que otras ocasiones. Intenté dormir pero no lo logré; sólo di vueltas en la pequeña cama del motel, una y otra vez; aventé la sábana lejos de mí varias veces y la recogí el mismo número de veces. Nada funcionó. Ya había pensado en la posibilidad de comenzar a contar ovejas pero, sabiendo que era absurdo, me levanto de la cama, justo cuando el reloj marcaba las cinco de la mañana, y salgo de la habitación (no sin antes cubrir bien a Sam con la sábana y asegurarme de que Dean estuviera más cómodo en el sillón).

El aire fresco siempre me hace pensar mejor, al menos ha funcionado en varias ocasiones; pero no parece surtir efecto esta vez. ¿Cómo podré lidiar aquí, sola, con el hecho de que soy hija de un arcángel? ¡Incluso sonaba descabellado para mí! No tenía a nadie al que pudiera contárselo, que me diera un consejo, porque nadie lo entendería y, por supuesto, no podrían creer algo que sonaba como una mentira o una locura perfecta para mandar a alguien al manicomio. Y, además, ¿quién podría ayudarme a superar el que esté en otro cuerpo? Tengo que aprender sola, sobre la marcha, algo para lo que no estoy lista.

— ¿Papá, mamá?— esto es tan estúpido, lo sé, pero ellos me dijeron que podía orar, de modo que los podía contactar, y, esperaba, de verdad funcionara—. Regresar no ha sido lo que esperaba. Han pasado un par de días y aún no consigo siquiera hablar con los hermanos Winchester. Sí, Sam sobrevivió; Dean hizo un pacto con un demonio y ahora sólo estará con nosotros un año— suelto un largo suspiro. Aquello, saberlo, me forma un nuevo nudo en la garganta—. No quiero perderlo, papá, y, mucho menos, sabiendo que irá al infierno. Necesito que me ayudes a encontrar el modo de el pacto se rompa. ¡Ayúdame! Sé que es mucho pedir, pero no sé a quién más recurrir; el abuelo debe estar ocupado y... Papá, mamá, los necesito tanto. Me siento tan sola— me detengo un momento porque, definitivamente, no quiero llorar, aunque no haya nadie que pueda verme—. Si hubiera algún modo en que puedan ayudarme a sobrellevar todo esto: la resurrección, mi verdadero origen, mi nuevo cuerpo. Sólo necesito una señal, un... — me quedo callada de golpe. Alguien ha abierto la puerta.

— ¿Qué haces sola aquí afuera?

Es Sam, con voz somnolienta, el que ha salido de la habitación, y se ha sentado a un lado de mí. Cuando lo miro, es que noto su preocupación. Sólo está ese sentimiento. No percibo nada relacionado a cómo me veo, o algo por el estilo, tan sólo está viendo a la misma que he sido desde que nos conocimos. ¿Y si él es la señal que les pedí a mis padres? ¿Y si él es al que debo contarle sin temor?

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