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Prólogo

El señor Hale se levantó en horas de la madrugada porque una extraña sensación le oprimía el pecho por lo que decidió salir de la cama y más cuando notó que su esposa no dormía a su lado así que creyó que estaría en el cuarto de la bebé para velar...

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El señor Hale se levantó en horas de la madrugada porque una extraña sensación le oprimía el pecho por lo que decidió salir de la cama y más cuando notó que su esposa no dormía a su lado así que creyó que estaría en el cuarto de la bebé para velar de su sueño.

Caminó con pasos cansinos hasta ahí pero solo estaba la cuna con su pequeña hija de meses. La miró dormir en total paz que no pudo evitar sonreír mientras le acariciaba los cabellos rubios. Estuvo a punto de irse de no ser porque una pequeña gota rojiza cayó sobre de la piel blanca de la frente de su pequeña Amber. Limpió la gota y al verla mejor se dio cuenta de que era sangre. Cayeron otras dos más.

Dirigió la vista al techo y se encontró con una de las escenas más horrorosas y que seguramente no podría sacarse de la mente por el resto de su vida: su mujer, pegada al techo y con sangre saliendo de su estomago, parecía verlo porque tenía los ojos muy abiertos, con rostro completamente asustado, la boca abierta en señal de haber querido gritar y su piel estaba aún más blanca de lo que ya era.

El hombre no pudo más que gritar de terror e hizo que su madre saliera a ver qué era lo que pasaba pero se topó con su hijo en el camino, cargando con su nieta y mostrando terror en cada uno de sus rasgos.

— Sácala de aquí, mamá— le dijo su hijo con voz temblorosa y antes de que pudiera replicar el señor Hale ya estaba corriendo en dirección a la habitación de la bebé, no sin antes tomar una escalera que estaba recargada en medio del pasillo.

La mujer fue hacia la habitación, sabiendo que algo andaba mal y que debía de proteger a su nieta pero no podía quedarse con la duda de qué pasaba y por qué estaba así su hijo. Eso la preocupaba.

Vio como su hijo subía por la escalera y al mirar al techo, en la dirección que su hijo trepaba, vio a su nuera del mismo modo que su hijo lo hizo: con mucho horror.

De pronto, alrededor de la esposa de su hijo, vio que salían llamas y supo al instante que ambos arderían si no se bajaba Tom de la escalera y salía de ahí.

— ¡Tom!— gritó la mujer pero era tarde, su hijo había sido consumido por las llamas al igual que su nuera por lo que debió aguantarse el dolor de haber perdido a su hijo y poner en primer lugar el cuidado de su nieta.

Salió corriendo de ahí, lo más rápido que pudo, abrazando con fuerza a su nieta sobre su pecho hasta que se vio lanzada fuera de la casa por las ondas que salieron de la explosión que hubo en la habitación que se incendiaba.

La pequeña Amber y su abuela habían sobrevivido pero ¿qué había sido eso? ¿Qué había matado a los padres de la pequeña?

Lo que era seguro era que desde este punto ella ya no sería la misma y además no sólo a ella le había sucedido. Otros más estaban ahora fuera de su casa, lamentando la muerte de la madre de unos pequeños bebés que, en unos años, podrían incluso el destino juntarlos.

 Otros más estaban ahora fuera de su casa, lamentando la muerte de la madre de unos pequeños bebés que, en unos años, podrían incluso el destino juntarlos

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