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A la hora de mi muerte

Amber, sé que me fui sin decir nada pero créeme cuando te digo que lo hice por tu bien, para protegerte

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Amber, sé que me fui sin decir nada pero créeme cuando te digo que lo hice por tu bien, para protegerte. En este momento eso ya no importa así que cuando escuches esto ven al hospital general de Memphis porque necesito decirte unas cosas antes de tomar mi decisión final. Mi hijo Sam está aquí y mi hijo Dean está muriendo. Los tres te necesitamos...

Había corrido lo más rápido que pude desde la ducha para levantar el teléfono pero fue en vano mi esfuerzo cuando el pitido irritante de la contestadora llenó completamente el departamento en el que vivía. Había acabado el tiempo para dejar mensaje.

Regresé corriendo a mi habitación para terminar de cambiarme y ponerme mis botas favoritas. Tomé las llaves de mi coche y la pequeña maleta que siempre tenía lista para cualquier emergencia, cerré el departamento y me monté sin contratiempos en mi hermoso Ford Mustang del 67, un regalo de cumpleaños del hombre que se había convertido en un padre para mí y que ahora me necesitaba.

Hace casi cinco años que me quedé completamente sola en el mundo, viviendo en un departamento que me había heredado mi abuela, estudiando en una universidad que ya no podría pagar y trabajando en un pequeño restaurante donde pagaban una miseria. Las constantes jaquecas e innumerables visiones me tenían agotada y me hacían preguntarme si me estaba volviendo loca. Hasta que un día lo vi venir en una visión y al instante de verle el rostro supe que aquel hombre me ayudaría en todo lo que necesitaba, que me diría las respuestas que tanto necesitaba y así fue.

Con él obtuve una nueva vida a la que me adapté de inmediato y aprendí a usar aquellas visiones en cosas positivas, resolviendo casos y salvando a más de una vida en cada uno de ellos. Me había vuelto una cazadora.

— ¿Puede decirme el número de habitación de John Winchester?

La rubia enfermera que estaba detrás del mostrador me miró atentamente antes de darme una sonrisa forzada. No la culpaba, a veces solía ser brusca con las personas y más cuando me sentía ansiosa o preocupada, tal y como lo estaba en este momento.

— Habitación 350, subiendo por las escaleras a mano izquierda— le agradecí con una sonrisa amable y me dirigí hacia allá. Caminé por el pasillo, viendo cada puerta de las habitaciones y lo vi en una de estas, sentado en una silla de ruedas a un lado de un chico que estaba entubado a un respirador. Ese debía ser Dean de acuerdo al mensaje que me dejó esta mañana.

— Has estado en peores condiciones, ¿no?— le dije en el umbral de la puerta haciéndolo voltear. Sonrió un tanto divertido pero luego volvió a su rostro serio con heridas en el labio y la ceja; hizo un movimiento de cabeza de manera que me invitó a entrar.

— Me alegro tanto de verte— me dijo en cuanto me puse de cuclillas y lo abracé con cuidado de no lastimarlo.

— Siempre metiéndote en problemas sin mí John— le respondí sonriendo—. ¿Qué fue lo que pasó?

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