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Infierno a rienda suelta
(Parte 1)

Infierno a rienda suelta(Parte 1)

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La carretera parece interminable. Se ha vuelto un camino largo, cansado y ansioso porque no hemos comido en horas, además de que llevamos a cuestas una cacería con un genio que no terminó muy bien anímicamente para ninguno de los tres, en especial para Dean que tuvo que "vivir" en una realidad que es imposible, al menos en muchos aspectos.

Y de pronto, cuando estoy a punto de acallar mis súplicas, es que aparece un restaurante a un costado de la carretera, de esos que no te esperas y que la mayoría de los viajeros juran ver en medio de una luz cegadora acompañada de un coro de afinados ángeles que te dan la bienvenida al paraíso.

¡Bueno! Sí, exageré un poquito pero es que tengo hambre. Los tres nos morimos de hambre.

— Quiero una hamburguesa doble— Dean intenta sacar algo de su bolsillo trasero en tanto nos dice lo que quiere para cenar. Está muy ansioso. Al final, logra sacar unos billetes que entrega a Sam, que parece ser haber sido elegido como el que irá al restaurante y nos traerá de comer—. No olvides que es con cebolla extra.

— ¡Claro que no, Dean!— replica Sam al momento de salirse del Impala, del lado del copiloto (como la mayor parte del tiempo)—. Nosotros somos los que soportamos ese extra de cebolla.

Dean sonríe bastante satisfecho por ello y Sam bufa para al fin dirigirse al restaurante.

— ¡Sam!— le llama Dean pero su hermano no voltea, mucho menos regresa—. Ni siquiera me dejó terminar...

— ¿Qué te hizo falta?— le pregunto, ganándome al instante una mirada de cachorrito enfermo que no rompe ni un plato—. ¡Vamos Winchester!

— Quiero pay— dice en medio de un fingido puchero, haciendo que yo resople, y no precisamente porque esté molesta sino porque hasta yo misma sé que no puedo resistirme a él cuando está de ese modo.

— Bien— respondo completamente rendida—. Yo iré por él.

— Gracias— Dean se ha levantado un poco de su asiento para poder alcanzarme y yo hago lo mismo pues no pienso perderme y resistirme de aquel beso suave, lento y perfecto que ahora me da el maldito rubio Winchester que me tiene loca cada segundo que pasa.

— Me has convencido aún más de ir por él— le digo totalmente embobada antes de salir para seguir el mismo camino que Sam.

— También puedes comprarte uno. Sé que los amas casi como yo— lo miro por la ventana, guiñándome un ojo y río.

— Seguro.

No camino mucho pero sí me pone curiosa el hecho de tener que hacerlo en alguna clase de puente ya que debajo de las tablas de madera hay una considerable cantidad de agua. Divertida forma de construir un negocio, en medio de la nada y del agua.

Abro la puerta del establecimiento, silencioso. Demasiado silencioso. No veo a Sam, no escucho sonido de cubiertos ni en los comensales ni en la cocina así que estoy a punto de sacar mi arma (porque de pronto me siento en peligro) pero no puedo hacerlo; alguien me ha golpeado en la parte trasera de mi cabeza, en medio de un tremendo olor a azufre.

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