[Pausada]
Monstruos.
Seres que vemos como protagonistas en las películas de terror.
Entes creados por las mentes brillantes de escritores.
¿Qué tan cierto es eso?
Los Winchester son los hermanos que viven una aventura todos los días, como si fueran...
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El crepitar de las llamas que consumían poco a poco el cuerpo de John Winchester me hacían abrazarme con más fuerza, en un intento por no derrumbarme frente a los dos chicos que veían fijamente a la hoguera que habíamos hecho para el funeral de cazador de John en medio de un paraje.
Sam se veía desconcertado, como si aún no pudiera creer que su padre era el que estaba en medio de las llamas. Luego estaba Dean, con el rostro serio e impasible pero sus ojos brillaban a causa de las lágrimas contenidas en sus grandes ojos y el reflejo rojizo del fuego.
— ¿Te dijo algo antes de... irse?— preguntó Sam con voz rota, mirando a su hermano.
— No— respondió Dean luego de un largo silencio, un silencio que me hizo dudar que realmente decía la verdad, pero no podía contrariarlo ya que John me había dicho tantas cosas que no debía decirles a los hermanos Winchester.
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Sabía que no podría seguir mirando las llamas ni un segundo más, así que opté por subirme a mi auto y esperar ahí a los chicos. Pasados un par de minutos Sam se subió del lado del copiloto y Dean en la parte trasera.
— ¿Nos llevarás con Bobby?— preguntó Sam y asentí.
— Hace casi tres meses que no lo veo; no me vendría mal ir con ustedes— le respondo encendiendo el Mustang y dirigiéndolo a la carretera.
— ¿También conoces a Bobby?— Dean sonaba casi ofendido—. ¿A quién más conoces que no sepamos?
— Dean— dijo Sam intentando que su hermano se calmara.
— No, no, es que ¿cómo una extraña resulta ser tan conocida?— Dean se sentó casi al borde del asiento para asomarse en medio de nosotros, en la parte delantera del auto.
— Lo único que te molesta es que estuve los últimos cinco años con tu papá, te duele que haya tenido ayuda de alguien más y que me haya enseñado tantas cosas como a ti— le espeté con fuerza, apretando el volante de modo que mis nudillos se estaban poniendo blancos, y a punto de tener el impulso de frenar el auto de golpe y sacar al mayor de los Winchester de ahí.
