CAPÍTULO 7

53 4 8
                                    


Capitulo séptimo

UN PASEO POR MADRID

¡Lucia!.- llamó Roberto. Este notó como una pequeña carrera, y se presento al instante

-¡Dígame Señor! ¿Qué desea. El Barón la miro y muy sorprendido por su ligereza, la dijo:

-Mira Lucia, tengo unas cosas que hacer y no volveré a comer, vendré a media tarde, os llamare por si hay alguna novedad,

- Roberto, le contestó la asistenta, se me había olvidado que han llamado sus hijas, para venir mañana con sus maridos y la niña, para comer y pasar el día en la casa, si es posible, porque tenían que tratar algo importante con usted.

-Muy bien! Gracias si llaman las dice, que no hay ningún inconveniente, si no luego las llamare.
Con una sonrisa llena de picardía y complicidad, Lucia le despidió.

¡AH! Dijo Roberto, tengo que hablar contigo, esta tarde, si puede ser Lucia
Está bien, cuando usted quiera, y lo que desee, sabe que me tiene siempre a su disposición, a cualquier hora.

EL Barón, sacó de un pequeño pabellón su tílburi con su precioso corcel.

-Hola elegante como estas?

.El caballo, movió la cabeza ligeramente y relinchó
Suavemente, se subió al estribo y se sentó en el pescante, tomando las riendas y después de haber cerrado la cuadra.

Al pequeño carruaje no le faltaba ni un solo detalle, lo cuidaba él personalmente. Igual que a elegante, le gustaba mucho hacerlo.

Tenía a cada lado del pescante unos farolillos de color granate, estaba todo forrado de terciopelo, y los dos asientos (pues eran dos) de cuero negro.

Las ruedas las circundaba un fleje plateado y el caballo, con un pequeño penacho de color rojo.
Los radios de las ruedas limpios e impecables de color azul. En una pequeña guantera tenía dos frasquitos de colonia de hombre y de mujer(esencia chanelé), unos pañuelitos finos con sus iníciales y unos guantes blancos.

Con su caballito al paso y sin correr se deleitaba por los sitios que pasaba, de aquel Madrid tan querido por él. Roberto se dirigió al primer sitio que quería ir, llego directamente a la c/Trujillo, nº dos un comercio de Sombrillas, Paraguas y Bastones, también de objetos de plata hechos con monedas y cinceladas a mano.

Sr. Adarve será porque Usted, lo quiere Sr. Barón, servirle será un placer para mi,-¡¿Qué desea?.

-Mire usted D. José,-Roberto le enseño el bastón, que le habían hecho allí comentándole que tenía en el resorte de apertura (se enganchaba), un fallo, y que quería arreglarlo.

El Sr. Adarve era bastante conocido en MADRID por sus buenos trabajos, y se le veía a veces, alternando por Madrid con gente de muy buena posición. Se despidió de él, quedando en volver.

Salió del comercio y enfrente había como un rincón grande, y en el que había jugando unas niñas de diez u once años a la comba, y cantaban

¨Dónde vas Alfonso doce ,Donde vas triste de ti ,voy en busca de Mercedes, que ayer tarde ,no la ví ..... Que ayer tarde no la vi"

Saltaban al vaivén de la cuerda sin tropezarse con ella y caerse Se acerco a ellas y las dijo:

.-¡Tomad niñas estos reales y comprad al señor pipero algunas chucherías.

El pipero, era todo un personaje en aquellas épocas, se ponían en algunas esquinas, con una cesta de mimbre y que tenia dentro desde pipas de girasol, de calabaza ,regaliz palo luz (raíces gruesas de no sé qué planta con sabor dulce), también jalea real que eran como un pastillero pequeñito y dentro como miel.

También tenía algarrobas, que...aunque las solían comer los borricos, secas estaban muy buenas, peonzas y piedras pedernales, que cuando las tirabas contra el suelo a rastras soltaban muchas chispas -¡Muchas gracias señor dijeron las niñas, y fueron enseguida al puesto a comprar. Muy contentas.

Había allí, un niño de esa misma edad más o menos estaba triste y solo, Roberto se le acerco y le dijo:

- ¡Ven conmigo!, y llevándole de la mano hasta el puesto, le dijo:

-Coge lo que quieras no te de vergüenza, por favor. El niño le contesto:- Yo me llamo Felipe, y usted?,yo soy Roberto,y algún día quizá me compres algo tu a mi.

Se lo llevare a mi hermano de ocho años.

- Me gustaría una peonza para bailarla, mi padre trabaja de barrendero en el ayuntamiento, y no nos pueden comprar algunas cosillas.

-Bien, dijo Roberto, entonces una peonza para cada uno, y diciendo esto, saco real y medio de vellón (se alternaba, con los reales y medio de pesetas) dijo el Barón entonces:

UNA PEONZA PARA CADA UNO.Y DICIENDO ESTO, SACÓ REAL Y MEDIO DE VELLÓN (SE ALTERNABA CON LOS REALES Y MEDIO DE PESETAS, ERA COMO UNA TRANSICION)

En un momento impulsivo el chiquillo Felipe, se aupó y le dio a Roberto un beso en la mejilla.

- ¡DIOS LE GUARDE SEÑOR¡.

ROBERTO se quedo muy impactado y emocionado ante aquello .Saludo a todos con la mano, y se marcho.

Giro con el pequeño carruaje, justo a espaldas de la calle Trujillos, y se encontró con la plaza de San Martín, con su callecita de unos doscientos metros de longitud a la izquierda y que moría en la plaza de Callao (postigo de San Martín) a la derecha salías en muy pocos metros a la calle del Arenal, que a su izquierda comunicaba con la cosmopolita puerta del SOL.A la derecha iba hacia la plaza de:

Isabel Segunda (PLAZA DE OPERA).

Volvamos hacia atrás; La segunda placita de San Martín, se llamaba: Plaza de las monjitas descalzas. Allí, no salían nunca a la calle, prácticamente ninguna monja, y allí tenía una prima de Clarita, su vida sin salir nunca de allí (CLAUSURA).

En frente un edificio, ciertamente muy vetusto, que era la oficina principal de la caja de ahorros y Monte de Piedad de Madrid.

Hoy día hay cientos de ellas, por toda España (Bankia lo)

Allí iban las gentes necesitadas a empeñar alguna cosa, les daban, lo que acordaban, con sus condiciones, que nunca iban a favor de los menesterosos, y tenían un mes, para recogerlo y si no lo perdían.

O sea, unos USUREROS.

Vivencias y momentos de RobertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora