NA: No es un pájaro, no es cupido... Es solo Ann con un nuevo capítulo 7w7
Planeando diversos discursos mentales y monólogos que clamaban misericordia, Tomás recorría las desoladas calles, siendo las cuatro de la tarde. Las suelas de sus zapatos amenazaban con desintegrarse a causa del casi mortal calor que atacaba a la ciudad, con su piel adolorida debido a los rayos del sol y sus rodillas cansadas luego de haber circulado sin parar más de dos horas, por fin parecía llegar a la dirección indicada por la guía telefónica.
Desde la otra calle, contempló el recinto, esperando estar en el lugar correcto. La arquitectura similar a un gran galpón y el continuo movimiento de diversos camiones entrando y saliendo del gigante portón lo invitaron a adentrarse en él.
Atravesó el portal con algo de recelo. Rezando a los cielos porque ningún guardia de seguridad lo detuviera, observó cada uno de los empleados que trabajaban en aquella escena. Hombres jóvenes que cargaban en sus hombros bolsas de cemento parecían ignorarlo mientras que algunos masculinos, un tanto más mayores que los anteriores, sostenían planos en su mano y gritaban directivas. Los materiales eran acarreados y la actividad no cesaba, sin saber si quiera donde estaba parado o a quién debía recurrir, se acercó a uno de los operarios que, con su rostro cansado, disfrutaba de un vaso de agua apetecible.
Tocó su hombro y éste volteó, sin miramientos Tomás clamó información intentando no dejar de lado sus modales. — Disculpe, ¿Podría decirme dónde está la administración?—
El joven lo observó unos momentos, aún con el vaso de agua pegado a su boca. Elevó su mano y señaló al final del recinto. Una sola puerta albergada en ese lugar se encontraba contrastante con el caótico ajetreo. Supo al instante donde debía dirigirse.
Despidiéndose con un movimiento de cabeza certero, caminó hasta el portal indicado. Inseguro, giró el picaporte, siendo atacado al instante por una sensación repentina, el aire acondicionado estaba prendido y para su alegría una joven, que sentada detrás de su escritorio parecía ser la guardabarrera de aquel lugar, le sonrió.
Ansioso por gritar el nombre de quien buscaba, sus pies lo acercaron hasta el recibidor. Con un gesto amable la mujer cuestionó su presencia, disfrazando sus preguntas bajo la cortesía administrativa. —Buenos días señor. ¿En qué puedo ayudarle?—
—Buenos días— Respondió. —Estoy buscando a Facundo Parisi— Por un momento, al ser pronunciado aquel nombre, Tomás sonrió. Era una gran ironía que ahora buscara a tan peculiar sujeto luego de tantos sentimientos generados a base de su primer encuentro. Algo nervioso, esperó la respuesta.
—El señor Parisi Salió a almorzar, señor— Luego de haber comunicado ese mensaje, la secretaria movió el ratón del computador que había sobre su escritorio. Lista para escribir, nuevamente habló. —Sí quiere, puede dejarme sus datos y el asunto pendiente que tiene con el señor Parisi, así puedo informarle cuando éste vuelva de su presencia—
No todo podía salir bien, lo sabía, pero debía mantener sus ánimos firmes y su objetivo claro. Luego de tomar una pausa milimétrica, Tomás respondió. —¿Suele tardarse mucho?—
—No sabría decirle, señor...—
—En ese caso, lo esperaré— De manera confiada, Tomás respondió. La mujer no tuvo palabras para contrariarlo. Invitándolo a ponerse cómodo, señalando con sus ojos, lo guio hasta unas sillas que se encontraban a un costado.
La idea de sentarse era por demás necesaria, pero su atención fue tomada por el dispensario de agua fresca que ubicado cerca suyo lo tentaba. Tratando de no molestar con algún nefasto sonido generado por su presencia, se acercó a el aparato en silencio. Tomó de encima del bidón una pequeña taza que se encontraba y, llenándola hasta el borde, bebió dos veces del receptáculo. Pronto todos los fluidos perdidos en la caminata empezaron a reponerse.
ESTÁS LEYENDO
Perdóname, Amelia (BORRADOR)
Romance2° libro. Tomás Valencia, un hombre confinado al silencio de sus emociones, convive con el martirio de tener aún presente el fantasma de una pasión pasada. Lucha por sobrellevar su pena y si único aliento es el recuerdo de quien alguna vez fue el a...