El silencio

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Jack Frost, aún impresionado por las increíbles habilidades de Elsa y motivado por un sentimiento que no podía explicar dentro de sí mismo, decidió tomar acción en conquistar a la bella chica. Había estado intentando ser sutil y discreto, pero la chica parecía ignorarlo siempre que él se acercaba, así que era momento de hacer lo que mejor sabía hacer: ¡Hielo!

La noche de la prueba, cuando todos estaban celebrando las hazañas de los tres magos, Jack se ocupó de escabullirse hacia la torre Ravenclaw. Intentó entrar, pero el águila en la puerta lo detuvo con un acertijo que él no tenía idea cómo resolver.

—Si lo llamas por su nombre, desaparecerá. ¿De quién estoy hablando? — preguntó el águila de bronce solemnemente.

—¿Cómo demonios sé eso? ¡Ni tú sabes de lo que estás hablando! — se quejó Jack— Escucha hermano, sólo quiero ver a Punzie para pedirle ayuda.

El águila se limitó a repetir el acertijo. Jack planeaba pedirle consejos a Rapunzel para conquistar a Elsa, pero como el águila se portaba bastante necia y nada comprensiva con él, decidió marcharse malhumorado. Pensó en sus demás amigos, pero no tenía esperanza en ninguno de ellos: Hiccup estaría demasiado cansado después de su prueba u ocupado firmando autógrafos a los chicos de primero; Merida odiaba hablar sobre amor y cursilerías, y aunque era muy buena con el arco y las flechas, de cupido no tenía nada. Pensó también en acudir a Astrid, pero recordó que ella acababa de romper con Hicc y no le pareció muy buena idea.

Salió al patio en medio de la noche y se puso a observar la luna. Era una noche de luna llena y la plateada luz que reflejaba hizo sentir a Jack tan relajado que incluso pensó en dormir ahí mismo, en el pasto, justo cuando divisó una figura a las orillas del lago negro. Caminó guiado sólo por la luz de la luna hacia la silueta de una persona.

—Hola— Dijo Jack, aún sin saber quién era.

El saludo pareció sobresaltar a la persona observando el lago, pues después de dar un pequeño salto, la persona en cuestión se volvió para observar de quién se trataba, solo para revelar el pálido y hermoso rostro de Elsa Arendelle en persona. La joven bruja, al ver de quién se trataba, sonrió un poco y respondió con un corto "hola".

Jack estuvo a punto de entrar en pánico, pues nunca había estado a solas con ella, pero volvió a ver la luna y todo su miedo desapareció. Se quitó los zapatos y caminó hacia las orillas del lago igualmente. Notó que, en lugar del apretado recogido de siempre, Elsa ahora estaba en una trenza suelta que dejaba salir varios mechones. Jack se sonrojó al ver lo hermosa que se veía, libre, auténtica.

—¿Qué haces aquí sola? ¿No deberías estar celebrando? — preguntó Jack, mirando a los gélidos ojos de Elsa.

La chica suspiró pesadamente, viendo el reflejo de la luna y las estrellas en el lago.

—No me gustan las fiestas. Y necesitaba espacio. — Elsa jugueteó con sus manos un rato, casi avergonzada, pero luego alzó la barbilla como armándose de valor y extendió su mano al chico que la acompañaba.

Jack, sin saber lo que estaba pasando, tomó la mano de Elsa. No fue sorpresa para ninguno de los dos el notar que la mano del otro estaba completamente helada. En cuando se tomaron de las manos, la chica puso un pie en el lago y su superficie se congeló. Ambos comenzaron a correr por encima del recién conjurado hielo, dejando dos caminos de hielo detrás de ellos.

Se detuvieron en medio del lago y ambos comenzaron a reír. Jack tomó la otra mano de Elsa y comenzó a dar vueltas con ella, como si de una pista de patinaje se tratase. Ambos rieron mirándose fijamente. Giraron y corrieron y rieron y jugaron un buen rato, sin hablar, tan solo disfrutando de la presencia del otro, hasta que naturalmente se cansaron y Elsa se sentó en la capa de hielo que ellos mismos habían conjurado. Le indicó a Jack que se sentara junto a ella dando unos golpecitos al hielo con la mano. El chico se sentó y ambos miraron a la luna.

—¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? — preguntó Elsa.

—¿Qué cosa?

—Conjurar frío y nieve sin tu varita. La mayoría de los magos no puede hacer magia sin su varita.

Jack pensó un rato. Nunca se había preguntado cómo había pasado todo, pues él estaba acostumbrado a canalizar sus poderes con la varita, a pesar de que sabía que bien podía hacerlo sin ella. Pensó un rato y luego comenzó a hablar.

—Un día mi amiga Merida tuvo un accidente con una poción. Eso me tornó el pelo blanco y creo que desde ese entonces la magia invernal es mi especialidad. — Respondió al fin, recordando el gracioso accidente con una sonrisa, ­ — ¿Y tú?

—Creo que desde que nací. Me gustaba mucho jugar con mi hermana, pero nadie más podía hacer lo que yo hacía. — la chica abrazó sus piernas, recordando igualmente. Sonrió y alzó la vista hacia Jack. — Pero quiero saber más del accidente, cuéntame.

Jack rio y, poniendo un brazo alrededor de la chica, comenzó a hablar.

—Merida siempre ha sido la clase de bruja que disfruta más de hacer pociones que de conjurar hechizos. Íbamos en tercero y Aster, nuestro profesor de pociones, dejó la puerta de las mazmorras abierta accidentalmente, así que, obvio, Merida, Hiccup, Rapunzel y yo nos escabullimos y comenzamos a hacer pociones. Mejor dicho, Mer las hacía mientras Punz le leía las instrucciones y Hiccup y yo mirábamos. En fin, la poción no era muy sencilla, era una poción que podría cambiar el destino de una persona, pero un movimiento mal de varita y ¡Boom! El caldero explotó. Hicc y Mérida, ambos se metieron debajo de la mesa justo a tiempo, pero a Punzie y a mí nos cayó el contenido encima. Recuerdo que estaba helado, pero Punz siempre dice que estaba caliente, eso no importa, el punto es que mi cabello se tornó blanco, mis ojos, azules, y desde ese momento nunca he vuelto a sentir frio. A Punzie le pasó algo similar: su cabello comenzó a crecer, mientras se volvía dorado y comenzaba a brillar.

Elsa escuchaba con atención mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Jack. Ninguno de los dos se quejaba del frío ni de la falta de calor que el otro presentaba.

—Tus amigos suenan muy divertidos. Anna y yo nunca nos divertimos la mitad de lo que ustedes.

—¡Oh! También recuerdo una vez que...

Así, los dos chicos sentados en el lago, comenzaron a compartir sus vidas y sus historias con el otro, platicando sin descanso hasta el amanecer. Aunque estaban muy cómodos juntos, Elsa se levantó y caminó de vuelta a tierra firme, en dirección perpendicular a la de Jack. El Slytherin volvió a entrar en el castillo mientras Elsa entraba en el carruaje encantado, sigilosamente, como si nunca hubiera salido de allí.

Los Hijos Del Firmamento - ROTBTD Hogwarts AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora