Keaka

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Cuando la música se ahogó, todos en una impaciente curiosidad, los profesores actuaron e indicaron que ningún estudiante debía salir de la sala. Rapunzel, con intuición mayor a la que cualquiera se le pudiera acreditar, tomó las manos de Merida, Jack e Hipo y todos juntos corrieron a una escotilla que llevaba a las mazmorras. Estuvieron juntos en la oscuridad, hasta que Hiccup, aterrorizado, agitó su varita con rabia. No pensaba en hacer ningún hechizo, ni intentó que de ésta magia saliera, pero con esa acción, una fúnebre risa se coló a los oídos de los cuatro chicos, enfriándolos.

Incluso en la absoluta oscuridad de las mazmorras, un vórtice más negro que cualquier sombra comenzó a aparecer, succionando el aire. De los vivaces ojos de Merida salieron dos hilos de luz azulada, succionados por el vórtice. Así, dicha oscuridad comenzó a tragar la luz interior de los jóvenes.

—¡No! — gritó Rapunzel cuando notó lo que estaba ocurriendo.

La rubia cerró los ojos y, tomando la mano de Hiccup, comenzó a cantar el hechizo de la luz, el encantamiento ancestral: flor que da fulgor. Al brillar más su cabello, más pequeño se veía el vórtice, hasta extinguirse por completo.

—Nunca— espetó Rapunzel con ímpetu, —jamás hagas hechizos de miedo.

—Tú, tú, tú— le empezó a decir Jack, la voz temblorosa— tú sabes lo que está ocurriendo, ¿no es así?

Rapunzel asintió.

—Te lo resumo: Somos los cuatro grandes, encargados de proteger a la luz y la magia, y hemos reencarnado durante eones, a excepción de los últimos quinientos años quién sabe por qué. Cada uno de nosotros tiene un rol y un juego de habilidades especiales. Tú eres el hijo de la luna y tu deber es mantener la luz en equilibrio con la oscuridad. Yo soy tu guardiana, Raps es hija del sol y Hicc es su guardián. — Habló Merida a impresionante rapidez, haciendo señas con sus manos de vez en cuando y blandiendo su varita.

—¿Todos ustedes lo sabían? — Preguntó el mortificado Slytherin.

—Sí, hombre, pero no te pongas así— dijo el castaño— estabas muy ocupado, pero venga, que seguro es un ataque de las pesadillas lo que ocurre afuera.

Así, los cuatro no tan grandes corrieron por entre las profundidades de las mazmorras hasta salir por una portezuela. Ante ellos se desenvolvía el caos. Una endemoniada sombra estaba succionando toda la magia de la escuela. Un animago en forma de oso rugía enfurecido, consumiendo la luz con sus crueles garras. Gothel, la profesora Gothel en persona, había encontrado la piedra filosofal y la tenía colgada en el cuello, rejuveneciéndose mientras le robaba la juventud a los demás. Un hombre— casi un gigante— blandía un hacha horrible mientras gritaba, llamando a todas las bestias del bosque oscuro. Aunque no había estudiantes, varios profesores de las tres instituciones se hallaban en el suelo, siendo despojados de su luz, magia y juventud.

—¡Accio arco reliquia! — gritó la pelirroja, llegando hacia ella el ya conocido arco de oro con hilo de plata.

—¡Accio escudo! — le siguió Hiccup, para que luego Rapunzel recitara— ¡Accio sartén!

Los otros tres magos miraron a la brujita con estupefacción.

—Sí, sí, mi reliquia es un sartén— explicó Rapunzel cuando un sartén de peltre aterrizó en su mano.

—¿De dónde sacaron sus reliquias? — preguntó Jack, un tanto molesto por ser el único que no sabía lo que ocurría.

Merida, siguiendo las instrucciones de Madre Luna, tomó a Jack por la mano y ambos se internaron en el bosque a estupenda velocidad. Llegaron al destruido templo y, con unos solemnes nervios, el albino se unió con la reliquia que le pertenecía, un báculo de plata que terminaba en forma de luna menguante.

Los Hijos Del Firmamento - ROTBTD Hogwarts AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora