Yule Ball

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El día había llegado. Hiccup esperaba impaciente mientras Kristoff lo ayudaba a ponerse el traje que Fergus le había dado amablemente. Merida lloriqueaba inmadura a su vez que Moana le subía el cierre del largo vestido. Jane trenzaba el largo cabello de Rapunzel con flores de colores. Jack ayudaba a Wilbur, un chico de tercero, a colarse al dormitorio de chicas. A su manera, todos corrían de aquí para allá preparándose para la noche prometida: el baile de invierno.

Hiccup, Eugene y Elsa se reunieron antes que los demás en la parte trasera del gran comedor, que estaba adaptado para el baile. El traje de Hicc era bastante muggle, estilo tuxedo normal con arreglos en terciopelo verde y una gran capa de piel café. Eugene, en cambio, usaba un tuxedo tradicional escarlata, cuyo saco terminaba en forma de capa, su corbatín era de un rojo vivo y en la solapa del saco tenía colgadas innumerables medallas de quidditch. Elsa era la que resaltaba más del trío: usaba un hermoso vestido color azul cielo, con copos de nieve bordados en hilos de plata; sus zapatillas parecían de cristal y en la falda había un sencillo corte que dejaba ver una de sus blancas piernas. Cuando los tres estuvieron reunidos, la subdirectora Fiona les dijo indicaciones.

—Es tradición que los tres magos abran el baile, así que, cuando lleguen sus parejas, necesito que vallan en fila y, bueno, ¡Bailen!

Los viscosos minutos pasaron, y más estudiantes vestidos elegantemente entraban al bello comedor. Fina nieve caía del techo encantado y unos hermosos pinos de solsticio adornaban el fondo de la sala. Astrid y Heather pasaron frente a los campeones, ambas viéndose espectacular. Astrid había optado por soltar su cabello, dejando que éste se ondeara libremente, en su cabeza había una intrincada tiara de piel con acentos de plata, y su vestido era azul grisáceo con los bordes negros. Heather, en cambio, usaba un vestido que le llegaba a las rodillas color plata, y unas altas botas café.

—Se ve hermosa— Dijo Elsa.

—Sí... — respondió Hiccup, su mirada aún pegada en Astrid. Cuando reparó en que Elsa miraba en otra dirección diferente a la de Astrid, Hiccup se volvió a investigar de quién se trataba que había cautivado a la joven bruja a su lado.

Entrando por unas escaleras laterales bajaban Rapunzel y Merida con los brazos entrelazados. Rapunzel usaba un vestido púrpura con flores bordadas en hilos dorados. Sus zapatos eran rosa pálido y en su larga trenza había millones de flores. Merida, por el otro lado, tenía el cabello recogido en una cola de caballo decorada con una peineta dorada en forma de dos dagas yuxtapuestas. Su vestido, verde como el océano, estaba ajustado en la parte del torso y se deshacía en varias capas de diferentes telas a modo de falda: una tela a cuadros parecida a un kilt escocés, una capa de franela color miel, otra capa del mismo verde que el vestido, y como fondo, un holán azul marino.

—¡Guau! — Exclamó Hiccup mientras sus dos amigas se acercaban a los campeones.

Rapunzel soltó a Merida y la rubia tomó firmemente el brazo de Eugene. Éstos dos se saludaron con calidez y comenzaron a charlar. Mer, en cambio, se paró junto a Hicc, recta como un tronco, y esperó a que éste iniciara contacto. La pobre pelirroja aguantaba las ganas de gritar por la frustración que le brindaba el tener que usar zapatos de tacón. Elsa corrió unos metros hasta colindar con el pecho y los brazos abiertos de un muy afortunado albino que había caminado hacia ellos. Así, Jack Frost y Elsa se abrazaron y caminaron junto al resto de los campeones.

—¡¿Quién lo diría? Jack finalmente consiguió conquistar a Elsa! —Dijo Hiccup sarcásticamente, empujando el hombro de Mérida contra el suyo.

—¡Pantomima! — exclamó la escocesa, para luego añadir en un tono bastante dramático. —¡Pobre Elsa! ¿Qué habrá sido? ¿Amortentia o la maldición Imperio?

—Escuché por ahí que la Amortentia es muy útil— Dijo Hicc, acercando su rostro al de Merida.

—Tonto— susurró Mer entre dientes, dirigiéndole una mueca.

Elsa y Jack estaban jugando con la nieve mágica, encantando el piso para que éste fuese hielo sólido y así poder deslizarse como si de patinaje se tratara. Rapunzel, tentada a seguirles el juego, se deshizo de los zapatos rosa y se deslizó hacia la improvisada pista de Jack y Elsa, jalando a Eugene detrás de ella.

—¡Esto es muy divertido! — gritaba la rubia, girando y haciendo piruetas en el hielo.

Merida, siguiendo el ejemplo de su muy querida amiga, lanzó los zapatos hacia atrás de uno de los pinos y se impulsó hacia la pista de hielo. No hizo ninguna pirueta, pero sí giró por ahí en espera de que Hiccup la siguiera.

—Oh, no, sabes que no. — decía Hiccup, mientras su pelirroja amiga lo arrastraba por el hielo.

La profesora Fiona, al notar que estaba todo listo, aplaudió para llamar la atención de los campeones y éstos se irguieron, formando una fila mientras el encantado hielo desaparecía.

—Merida, Rapunzel, ¿Ahora qué les pasó a sus zapatos? — preguntó la mortificada subdirectora, una mano en su mejilla.

—¡Poltergeists! — respondió la pelirroja amablemente, y después de una mirada de absoluta confusión, la profesora dio por inaugurada la celebración y la música llenó la enorme habitación.

En orden, las tres parejas caminaron hacia el centro de la habitación. El gentío tenía los ojos fijados en los seis magos, mientras comenzaban a danzar incómodamente. Mer debía llevar la cuenta de los pasos que daban, pues Hicc era un terrible bailarín, ambos esforzándose estratosféricamente para no hacer el completo ridículo. Jack, Rapunzel, Elsa y Flynn bailaban naturalmente, disfrutándose el uno al otro y dando agraciados saltos cuando la música alcanzaba tonos más altos.

—Damos vergüenza— dijo Merida, mirando a su alrededor.

Otras parejas habíanse unido a la danza, todos con un ritmo excepcional y ternura desparramada en los ojos. Nadie supo si era efecto de la festividad, de la magia en la habitación o de cualquier otra casualidad, pero en ese momento, la multitud entera se sentía iluminada por una alegría que pronto se disiparía como neblina nocturna al salir el sol.

—Sí, pero damos vergüenza juntos. — canturreó el castaño, apretando cariñosamente la mano de su amiga.

—Siento tanto que tuvieras que bailar conmigo... Sé que te habría encantado venir con Astrid, o Jane Porter, o quién sabe, pero gracias por salvarme de mis locos tíos y sus...— Comenzó Merida, cabizbaja.

—Flechas locas, no quería venir con nadie más. Lamento si te sientes como la última opción, es que asumí que ya te habían invitado— admitió Haddock—, además, tú y yo vamos juntos, siempre.

—No sé, yo... Hicc, debo decirte algo— comenzó la pelirroja, alzando la mirada hasta encerrar sus azules ojos con las esmeraldas de su compañero. — Cuando íbamos en tercero, bueno,desdeprimerohastacuarto, yo estaba verdadera y perdidamente enamorada de ti.

Un incómodo silencio siguió, atascado de música barroca y voces de otros estudiantes. La pelirroja, indefensa, miró hacia otro lado, atando su mirada a los ligeros pies de Aurora y Felipe (estudiantes de Beauxbatons) mientras ellos bailaban sumergidos en su propio encanto.

—No tenía idea— dijo el castaño finalmente. —Creí que no te gustaban las cosas sobre el amor.

—Las detesto, — escupió Merida amargamente. — y te detesto por haber sido mi estúpido amor platónico.

El castaño sujetó la barbilla de su amiga con su áspera mano y la hizo voltear hacia él. Era ella la que se sentía desnuda, vulnerable y expuesta ante los imponentes ojos verdes que la miraban.

—Tú eres mi estúpido amor platónico— dijo él, deteniendo sus torpes pies. Estaban los dos completamente inmóviles en un océano de adolescentes bailarines.

Repentinamente, el castaño inclinó su cabeza hacia la de la pelirroja, ambos cerrando los ojos, pero sus labios jamás lograron colindar, pues cuando estaban a punto de hacer lo que ambos habían querido desde Merlín sabe cuánto tiempo, un terrible rugido perforó el ambiente, seguido de un desagradable estruendo.

Los Hijos Del Firmamento - ROTBTD Hogwarts AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora