Aprendiendo a volar: Parte I

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Era un viernes frío, el último día de clases antes del descanso de navidad. La nieve rugía furiosamente mientras pintaba las afueras de Hogwarts de un blanco espeluznante. El reloj marcaba las tres de la madrugada en punto, la hora de la brujería. Muchos estudiantes habían partido para pasar el solsticio en sus hogares y no regresarían sino hasta el baile de invierno. Rapunzel se había quedado, al igual que todos los estudiantes de Durmstrangs y Beauxbatons. En realidad, sólo los alumnos que vivían en Inglaterra podían regresar a sus hogares, los demás debían esperar a que finalizara el torneo. Jack Frost se fue esa misma noche, y Merida Dun'Broch partiría a la mañana. La familia de Hiccup vivía en una isla cerca de noruega, por lo tanto, él se hallaba descansando en el dormitorio casi vacío, jugando con el dragón miniatura entre sus manos, extrañando al dragón de verdad.

Una idea atravesó el cerebro de Hiccup casi instantáneamente. Se levantó, encendió una vela, dejando al dragón encima de su cómoda, y comenzó a trabajar. Sacó de su baúl un montón de aparatos inútiles que había coleccionado a lo largo de los años, luego cortó y destartaló una chaqueta de cuero que tenía guardada. Jack se la había regalado pues pensó que todos los muggles usaban una de esas, y aunque Hiccup la había odiado desde el momento en que la vio, no pudo decirle que no.

Trabajó durante horas seguidas, usando hechizos que no sabía que era capaz de hacer, viendo a su dragón de vez en cuando para asegurarse de lo que estaba haciendo. Cuando terminó, caminó unos pasos hacia atrás para contemplar su creación.

Dicho objeto era bastante peculiar. Era una serie de varas de metal, unidas por el cuero, que hacían la función de una aleta o un ala, o una cola de furia nocturna. El Hufflepuff, orgulloso de su creación, tomó un pergamino y escribió apresuradamente.

Dormitorio de Hufflepuff, 5:59 a.m.

Merida,

Por favor, por favor, dime que sigues en Hogwarts. Te necesito.

Hiccup.

Dobló el pergamino y lo envió. Por los nervios, decidió que era momento de vestirse. En lugar de ponerse su habitual uniforme, optó por unos pantalones de mezclilla negros, una playera de manga larga color verde olivo y, encima de ésta, un chaleco negro de lana. En su pie puso una zapatilla de tela negra. Estaba completamente seguro de que el chaleco era horrendo, pero Elinor, la madre de Merida, se lo había regalado, y Hiccup estaba bastante acostumbrado a usar ropa regalada. Incluso los elfos domésticos robaban zapatos izquierdos de todo el mundo para dárselos todos a Hicc, y él no tenía el corazón para negar ninguno de estos obsequios.

Cuando terminó de vestirse, un pergamino apareció frente a él con el ya familiar destello azulado.

Dormitorio de Gryffindor, 6:10 a.m.

Hicc,

Aquí estoy ¿Qué pasa? ¿Estás en problemas?

Me voy al mediodía, por favor dime qué sucede.

Mer.

Al reverso de ese mismo pergamino, Hiccup escribió "Te veo en la torre de astrología, lleva tu escoba" y después de enviarlo, él mismo se encaminó a dicha torre con el escudo reliquia en la espalda, su varita en una mano, y su nueva creación en otra.

Cuando llegó, abrió la escotilla y se sentó en el alféizar de la ventana a esperar a su amiga. Escuchó pasos pesados y luego vio la escotilla abrirse, de ella apareciendo los salvajes rizos de Merida.

La chica corrió hacia él soltando la escoba y lo comenzó a examinar, como lo había hecho el día que se perdió en el bosque. Hiccup le aseguró que no estaba herido y esperó a que la chica dejara de balbucear.

—¡¿Qué te pasó Haddock?! Me asustaste. — reclamó Merida, sentándose a su lado en el alféizar.

—Vamos a Noruega— dijo Hicc, demasiado emocionado para notar que lo que acababa de decir era una completa locura.

—¿Para qué? — preguntó la pelirroja. — Sabes que voy con mis padres, y en el verano todos iremos a casa de Punzie. ¿Le pasó algo a tu padre?

Hiccup negó con la cabeza, y, mostrándole a Mérida su nuevo invento, explicó.

—No quiero ir a Berk, mi familia está bien. Necesito ponerle esto a Chimuelo.

Merida quiso reír de la frustración.

—Hicc, no es lo mismo volar hasta mi casa que volar hasta— en ese momento la Gryffindor comenzó a maldecir en gaélico, después de varias palabras bastante fuertes y majaderías, tomó un largo respiro y continuó. — que volar hasta Noruega. Además, cómo se supone que vamos a encontrar a... ¿Chimuelo? ¿¡Le pusiste nombre!?

Hiccup rio —Por supuesto que le puse nombre, es mi amigo ¿Sí? Y gracias a mí se lastimó, esto lo resuelve todo.

—¿No crees que ya le dieron alguna poción regenerativa? — preguntó la chica, lo más delicadamente que podía para no lastimar a su amigo.

El chico se quedó pensando. Merida notó que en sus ojos había una tristeza inmensa, como si le acabara de quebrar el corazón.

—¡Ugh! Está bien, te llevo a Noruega, pero antes vamos a ir a mi casa y vamos a volver ahí para el solsticio, ¿De acuerdo? — Dijo finalmente la rizada, todo para que la tristeza se esfumara del rostro de Hiccup.

Acordaron ir a por provisiones y ambos se reunieron en el mismo lugar media hora más tarde.

—Mira, la profesora Fiona ya sabe que voy a ir a casa en escoba, así que no habrá problema. — explicó Merida, montando en la escoba, luego de amarrar un saco que contenía poca ropa de Hiccup, la prótesis de cola y unas cuantas empanadas de calabaza en el frente del lomo. — Sube atrás de mí.

Hiccup montó la escoba algo nervioso, pues él detestaba esas cosas, y rodeó la cintura de Merida con ambas manos incluso antes de que la escoba se moviera un centímetro. La pelirroja sujetó sus destartalados rizos en un alto recogido.

—Tú estás às a chiall— Dijo Merida, segundos antes de salir disparada por la ventana de la torre.

Volaron y volaron a través de bosques, lagos y aldeas. El viento los golpeaba fríamente y Hiccup estaba seguro de que vomitaría en cualquier momento. No detestaba la sensación de volar, pero le temía a la poca estabilidad de muchas escobas. Recordaba bien que cuando montó a Chimuelo, a pesar de que no volaron, los saltos que dieron fueron muy divertidos.

Después de lo que parecían horas, el castaño logró superar sus náuseas e incluso se sintió somnoliento. Por haber estado despierto durante la madrugada, la cálida espalda de Merida se veía mucho más acogedora de lo usual, así que, después de un largo bostezo, Hiccup apoyó su mejilla en la espalda de su amiga y se sumió en un profundo sueño.

Los Hijos Del Firmamento - ROTBTD Hogwarts AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora