"¿Las sirenas ponen huevos?" -Astrid

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Hiccup corrió hacia el bosque prohibido, mientras su mente volaba a miles de millas por hora. Había muchas cosas en las que necesitaba pensar. En Merida, principalmente, pero también en dragones y en la forma de descifrar la pista para la segunda prueba.

Cada vez que se le ocurría una idea para descifrar esos gritos insoportables que salían del huevo dorado al abrirlo, su mente deambulaba hasta aterrizar en los profundos ojos de Merida, en su singular e inconfundible aroma, su voz cargada de acento escocés que tanto le gustaba.

Hiccup no quería admitirlo, pero empezaba a pensar que Merida era realmente atractiva. A su vez, pensaba que enamorase de ella era algo igualmente inevitable y catastrófico. Se preguntaba cómo hablar con alguien así de atractivo sin decir estupideces o hacer el ridículo, temiendo que Merida pensara que él era un imbécil. Es decir, lo era, y mucho, pero no quería que Merida lo supiera.

Ahora que se había dado cuenta de sus sentimientos por su amiga, su vida se había vuelto cientos de veces más complicada de lo que ya era. No sólo tendría que cumplir con una profecía, proteger a la hija del sol y salvar al mundo mágico, sino que ahora también debía hallar la forma de mantener su amistad intacta, eso sin mencionar que el baile de invierno estaba acercándose y él no tenía con quién ir.

Entre más vueltas le daba, más situaciones caóticas aparecían en su cabeza, sentía un enorme vacío en el esófago, necesitaba realmente a un amigo. Se internó el en bosque buscando las jaulas de los dragones, pero no encontró más que árboles carbonizados y unas marcas cuadradas en el pasto, donde debían estar las jaulas.

Entró en pánico y comenzó a gritar, llamando a su amigo, a los cuidadores de las jaulas, a alguien, pero nada parecía escucharle. Un terrible sentimiento de culpa y soledad comenzó a crecer entre sus entrañas, dentro de su pecho, sofocándole. No solo había perdido a su amigo dragón, había perdido una parte de él que hasta ahora se encontraba oculta, porque, si Hiccup no era amigo de los dragones, ¿Quién era? Comenzó a cuestionarse a sí mismo y su valor. Quizá un mago tan terrible como él no merecía estudiar en Hogwarts, y si no podía hacer nada bien, tal vez ni siquiera merecía llamarse a sí mismo un mago.

Deambuló un rato dudando de sí mismo hasta llegar accidentalmente a las orillas del lago negro, estuvo a punto de caer al agua cuando alguien lo tomó de la mano y lo jaló hacia arriba. Hiccup se sintió aliviado de no haber caído hasta que se dio cuenta de que estaba volando. Soltó un pequeño grito de sorpresa al ver sus piernas colgar, balanceándose de un lado a otro. Quiso forcejear, pero se dio cuenta que, a esa altura, era una terrible decisión. Escuchó la risa de quien lo había rescatado y suspiró, feliz y molesto a la vez. Volteó hacia arriba para ver a su amigo Jack Frost montando su escoba y sonriéndole alegremente.

—¿Qué haces Haddock? ¿Ensayas para la siguiente prueba? — Preguntó el albino, con una sonrisa imborrable, casi destellando entre nublado cielo.

Hiccup tomó el lomo de la escoba con la mano que tenía libre para sentirse más seguro y respondió, bastante confundido.

­—Ni siquiera he descifrado el huevo, mucho menos he pensado en ensayar.

Jack empezó a reír y la escoba entró en una turbulencia causada por su risa. Hiccup, pensando en que apreciaba más su vida que su dignidad, le gritaba que lo bajara de una vez, que no era divertido. Cuando finalmente aterrizaron, Hiccup estuvo tentado a tomar la escoba de su amigo y romperla, pero entendió que ese simplemente era su humor y lo disculpó.

Caminaron juntos al castillo hablando sobre tonterías de las que suelen hablar los chicos a su edad, burlándose del profesor Bunnymund y tratando, sin éxito, de contar el número de exnovias que había tenido Jack. Antes de entrar, Jack detuvo a Hipo.

Los Hijos Del Firmamento - ROTBTD Hogwarts AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora