CAPÍTULO FINAL

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...

Al rato un fuerte dolor hace que me retuerza de dolor. El dolor se repite cada "x" tiempo en mi zona baja. Las contracciones son cada vez más repentinas y fuertes.

Empiezo a sentir humedad, y el dolor sigue allí. Llevo mi mano a mi pantalón y toco la humedad.

«He roto aguas».

Volteo hacía Faruk y está tan dormido que me sabe mal despertarlo. Me deshago del pantalón y me pongo de pie. Me cuesta tomar el equilibrio, pero sigo caminando hasta el interruptor y lo enciendo.

Un quejido proviene de los labios de Faruk, que gira sobre su propio eje intentando taparse el rostro de la luz.

—Apaga la luz— le escucho decir con su voz ronca y adormida —¡Amal hostias, apaga la puta luz!— exclama perdiendo la paciencia.

Faruk es de las personas que para él el sueño es algo sagrado, aunque más le vale levantarse de allí y llevarme al hospital ya de ya.

—Faruk— camino hasta quedar frente a él —Faruk, amor— vuelvo a intentar al no recibir respuesta.

—¿Pasa algo?— me pregunta tranquilo, levantando la mirada hacía mí.

—He roto aguas— le explico a lo que él de un sopetón se levanta y me mira preocupado.

—¿Estas bien?— salta de la cama y me sujeta, inspecciona la habitación y mira mi lado de la cama —Tenemos que ir al hospital ya— me sujeta por la cintura y tira de mi para que me siente.

—Tengo miedo— sueno avergonzada, Faruk se agacha hacía mi y toca mi rostro.

—Estará todo bien— asegura —Tranquila— susurra abrazandome a él.

Faruk abre el armario y saca ropa para los dos. Nos vestimos rápidamente y él sale ha avisar a su madre mientras yo busco el bolso que había preparado para cuando nazca el niño -con lo indispensable para él y evidentemente para mí-.

—Vamos— dice Faruk ayudándome.

Subimos al coche y tras un viaje en silencio, llegamos a la puerta de la clínica. Nos adentramos en ella y Faruk habla con el recepcionista para que nos atiendan de emergencia. En menos de lo que canta un gallo, me encuentro en una camilla dirigiéndome a hacerme algunas pruebas para después pasar al parto.

No me da tiempo de encajar todo, de pensar. Simplemente me dedico a apaciguar mis nervios y atender al dolor infernal que mi cuerpo padece en este momento. El miedo en ese momento no es una opción, pensar mucho tampoco, así que cierro los ojos y gimo.

Una enfermera muy amable me atiende, mide mi presión y me coloca la vía. Me pregunta si quiero la epidural, y evidentemente le digo que sí. Cambio mi ropa a una bata y entramos en el paritorio.

Siento al niño, siento que baja, que está allí. Las enfermeras, auxiliares y demás entran conmigo. Muchas de ellas se colocan a mi alrededor y me piden que respire.

—¡Tengo que entrar!— escucho la voz de Faruk gritar desde fuera. Y aunque me hablen el personal, estoy tan sumergida en mis contracciones, que no doy importancia a nada, absolutamente nada.

La puerta se abre con fuerza y un Faruk cabreado aparece por ella. Le miro irritada y bufo, ya que mis nervios están a flor de piel.

—Amor— susurra sentándose en la silla que hay al lado. Mi mano llega hasta la de él y la sujeto con fuerza, me sonríe aunque su rostro esta impregnado de preocupación.

—Empezaremos ya— dice la mujer, en el momento en el que el llanto de un bebé en otra habitación suena. Me estremezco y mis pelos se ponen literalmente de punta. Me da esperanzas y una felicidad inmensa me invade solo de pensar en tener a mi hijo entre mis brazos.

INTERESES© - muslima_letters [Completa] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora