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Los días iban y venían, papá iba a trabajar e hacía visitas al ministerio y en algunas ocasiones se llevaba a Dobby, el elfo doméstico, consigo; en cambio, mamá salía a veces sin decirnos a donde o simplemente, se quedaba en su habitación.

Draco y yo esperábamos impacientes la llegada de mi carta para así poder ir a comprar los útiles requeridos y nuestros regalos, pasábamos algo de tiempo jugando en las escobas, corriendo por toda la casa o comiendo más de lo que debíamos hasta agotar nuestra energía para después dirigirnos a nuestras respectivas habitaciones. Algunas veces, sola y sin que nadie viera, me escabullía a la cocina e intentaba ayudar a Dobby con algunas tareas de la casa pero él se negaba, así que solo le hacía compañía y quitaba un poco de polvo con mi ropa cuando no se daba cuenta.

La espera se hacia larga y una noche contemplaba el techo en medio de la oscuridad de mi cuarto recostada en mi cama sin poder dormir. Lentamente me pare de mi cama y con extremo sigilo empecé a caminar por el pasillo para no despertar a nadie. Silenciosamente bajé las escaleras, atravesé el vestíbulo y salí a los jardines, el aire era fresco pero a su vez, algo frío y el oscuro cielo nocturno estaba casi vacío sin una sola estrella o nube, solo la luna.

- Vaya que hace algo de frío - dije para mi misma en un susurro, mientras caminaba por uno de los senderos del inmenso jardín y poco a poco comencé a disfrutar el aire de la noche.

Seguía paseando por el lugar y llegué a una estructura de madera sin puerta escondida entre arbustos, apenas divisible, que nunca antes había notado. Me acerqué, ya sin mucha cautela, y asomé la cabeza por la entrada. Dentro se encontraban los pavo reales que rondaban en el jardín durante el día ya que por las noches desaparecían de los jardines, durmiendo. Desde la ventana de mi cuarto podía verlos andar por el lugar, más nunca me preguntaba a dónde iban dichos animales en la noche.

Asombrada, me metí dentro de la estructura y contemplé a escasa distancia las increíbles y largas plumas de los pavo reales con vistosos colores que no lograban apreciarse debido a la poca luz que entraba a través de la entrada. Extendí mi mano hacia las plumas lentamente para intentar tocarlas.

- ¿Qué haces? - dijo una voz extraña y gire mi cabeza rápidamente en varias direcciones buscando el origen de aquella voz.

- ¿Hola? - decidí hablar.

- ¿Puedes alejar tu mano de mi, por favor? - respondió esa voz extraña. Aún sin saber de donde provenía, obedecí y retire mi mano de donde estaba, entonces comprendí.

- ¿Qué eres? - dije dirigiéndome al pavo real, al cuál estaba a punto de tocar hace unos segundos.

- Un pavo real, ¿no te parece? - respondió con un dejo de sarcasmo.

- Ahora sé porque no iré a Ravenclaw - murmuré para mi misma - Pero... tu... hablas - le hablé esta vez al pavo real.

- Los animales también hablamos, ustedes lo oyen como graznidos pero hablamos entre nosotros.

- Entonces, ¿por qué puedo entender lo que dices? - pregunté.

- Algunas personas pueden comunicarse con los animales.

- He oído acerca de magos con la habilidad de hablar con las serpientes, pero no he oído acerca de alguno que pudiera hablar con... pavo reales. Y dudo mucho que los muggles sean capaces de hacer algo así. - dije pensativa - Aun que, eso no explica por que antes no entendía lo que decían y ahora sí o el simple hecho de que puedo hablar con ustedes.

- Quizás nunca te habías puesto a escuchar bien los sonidos a tu alrededor. Hasta donde yo sé, no ha habido algún Malfoy que pudiera comunicarse con nosotros de esta manera, me extraña que tu sí.

- Entonces, ¿soy la única que puede entenderlos? - pregunté asombrada.

- Al parecer sí.

Todo esto me parecía raro e incluso podía llegar a pensar que era un sueño. Cerré mis ojos y me pellizqué a mi misma en el hombro. Una parte de mí esperaba que, al abrirlos, me encontrara de nuevo en la comodidad de mi cama. Sin embargo, la otra parte quería volver a encontrarse en la estructura de madera hablando con el pavo real.

Abrí los ojos y volví a encontrarme con el pavo real, solo que ésta vez, el animal se encontraba ya durmiendo.

- Psss - susurré cerca de él para intentar despertarlo. No me iría sin preguntarle algo más.

- PSSSS - volví a susurrar más fuerte al ver que no despertaba.

- Oye - dije con un volumen bajo.

- OYEEEE - hablé más fuerte.

Nada. El pavo real no despertaba.

"Me esta ignorando o de verdad esta durmiendo?", pensé.

- O... - empecé a decir.

- Shhh - me calló una voz - intentamos dormir.

Dirigí mi vista hacia el lugar de donde provenía la voz y vi a otro pavo real mirándome.

- Disculpe, intentaba preguntarle algo a su amigo pero se quedó dormido - dije señalando al pavo real con quién antes había mantenido una conversación.

- Puedes volver mañana.

- Si, pero ahora que lo pienso, puedo preguntárselo a usted.

- Puede ser mañana.

- Y también puede ser hoy. Por favor. - dije suplicante.

- Esta bien.

- ¿Podría dejarme tocar sus plumas? - pregunté.

- Oh...

- Prometo no hacerle daño.

- Bueno, quizás me ayude a dormir de nuevo.

Me acerqué al pavo real, extendí mi mano y empecé a acariciar suavemente sus plumas. Pasado un tiempo, retire mi mano y salí de la estructura. El aire seguía estando igual que cuando salí: fresco y algo frío. Me habría pasado más tiempo caminando por el jardín, sin embargo el cansancio y el sueño comenzaban a apoderarse de mi, así que regresé a la casa. , subí a mi habitación y me distraje mirando por la ventana. Desde ahí no podía divisar la estructura de madera de la cuál acababa de regresar.

"Vaya creatividad la tuya, cerebro. Que gran sueño" pensaba.

Me recosté en mi cama y quedé contemplando la oscuridad que cubría la habitación a excepción de unos cuantos rayos de luz de luna que entraban por la ventana.

"No, estoy segura de que no fue un sueño", pensé antes de caer profundamente dormida.

La Oveja Negra En La Familia Malfoy // Harry Potter & Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora