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Draco siguió hablando con Harry Potter sin darse cuenta de con quien hablaba. En casa habíamos oído hablara a nuestro padre acerca de dicho niño y de como, siendo un bebé, venció a Voldemort, aunque mi padre nunca se oía alegre al hablar de ello.

- ¿Ya sabes en que casa vas a estar? - escuche a mi hermano preguntar a Harry.

- Querida, lo tuyo ya está, puedes irte. - me dijo la bruja que había estado ocupándose de lo mío.

Me baje del banquito, pagué con lo que mi padre nos había dejado y luego fui hacia Draco.

- Ten, - le dije entregándole lo que me había sobrado de dinero - iré a conseguir unos cuantos libros extras.

- Bueno, los veré allá - respondió y continuó hablándole a Harry.

- Adiós - me despedí de ambos y salí de la tienda.

Me encaminé a la tienda de al lado, donde vi a mi padre con un mago, que seguramente trabajaba en la tienda, ayudándolo a buscar los libros de la lista.

- Hola, padre - saludé al llegar hasta él.

- ____, ¿no estabas con tu hermano en Madame Malkin? - preguntó.

- Sí, pero ya acabaron conmigo, así que vine - dije señalando la bolsa en la que habían metido mis túnicas - y quería saber si podías comprarme algunos libros extras. - completé.

- Y, ¿podría saber por qué quieres libros de más? - preguntó.

- Quiero...- empecé a decir mientras intentaba pensar en una excusa - aprender más y ser la mejor del curso. Considéralo mi regalo de cumpleaños - sonreí.

- Bueno, busca lo que quieras.

Me fui, recorrí la tienda buscando la sección de animales, agarré un par de libros que podrían ser útiles, después conseguí algunos de defensa contra artes oscuras que llamaron mi atención, y uno acerca de magos famosos. Cuando estuve conforme con los libros que tenía, volví al lado de mi padre, quién ya estaba pagando, le entregué mis libros, pagó y salimos de la tienda.

- ¿Dónde está Draco? - preguntó mi padre echando un vistazo por la puerta de Madame Malkin.

- Dijo que nos vería luego en Flourish and Blotts, cuando salí aún no acaban con él.

- Lo buscaré, ve por tu varita.

- Claro.

Llegué a Ollivanders, esperando encontrar a mi madre, pero no estaba. ¿Por qué todos estaban desapareciendo hoy?. Sin más, entré a la tienda, todo dentro estaba lleno de polvo, el mostrador estaba vacío, las paredes estaban llenas de estantes, donde estaban colocadas distintas cajas, en las que supuse, estaban las varitas. La tienda parecía vacía.

- Buenos días - escuché y me sobresalté por la sorpresa. Un anciano había aparecido frente al mostrador.

- Em... Buenos días - respondí torpemente.

- ¿Viene a buscar su varita, señorita Malfoy? - asentí - Me lo imaginé. Su madre estuvo aquí más temprano, después llegó su hermano, dijeron que usted vendría después por su respectiva varitas. Si, si, sus padres también vinieron aquí. - continuó hablando - Impresionante. Sus ojos son iguales a los de él - añadió en un susurro que probablemente no debía haber oído. Quizá no se refería a mí, yo misma sabía que el único parecido entre mis ojos y los de mi padre era el color.

- Bueno... - es lo único que se me ocurrió decir.

- Iniciemos, ¿cuál es la mano que usa para la varita? - preguntó acercándose a mí con una cinta para medir.

- Esta, - le dije alzando una de mis manos.

- Extienda su brazo - ordenó e hice lo que pedía.

Inmediatamente, el viejo, que instintivamente deduje que era el señor Ollivander, comenzó a medir a partir de mi brazo de distintas maneras. Un rato después, había dejado la cinta midiéndome, mientras el rebuscaba entre las cajas de los estantes.

- Las varitas de Ollivander son únicas, no hay dos varitas iguales, cada una tiene tamaños, formas diferentes y cada una tiene como núcleo central distintas sustancias mágicas, muy poderosas, si.

- Ya, veamos... - dijo, la cinta se enrolló y él se puso detrás del mostrador con una caja en manos, la abrió y sacó de su interior una varita no tan delgada y algo pequeña - Roble, diecinueve centímetros, pelo de unicornio, elástica. Agítela. - me tendió la varita.

Estaba a punto de agitarla, sin embargo el señor Ollivander me la quito antes de que pudiera hacer algo.

- Definitivamente no. A ver, pruebe esta, nervios de corazón de dragón, sauce, veintiséis centímetros - dijo y me mostró otra varita diferente.

La agité y un estante se rompió, haciendo que las cajas que sostenía también cayeran. Probé con muchas más varitas diferentes, esto empezaba a cansarme. El señor Ollivander se perdió en un pasillo una vez más, lo podía oír sacando y metiendo cajas.

- Extraño... - volvió el señor Ollivander sosteniendo una caja llena de polvo, lo que me impedía ver de que color era. - A ver... ébano, treinta y dos centímetros, núcleo de pluma de fénix y fibras de corazón de dragón, no muy flexible... si, me acuerdo de ella. Vamos, pruébela.

Tomé la varita e igual que con las otras, la agité, sin embargo esta vez no se cayó ni rompió algo, esta vez una sensación de calor surgió en mis dedos y unas chispas rojas y doradas salieron de la punta de la varita. Entonces la observé bien, era delgada y tenía unos impresionantes grabados en la madera negra.

- Muy bien - dijo el señor Ollivander - que extraña varita - añadió en susurro.

- ¿Por qué? - me atrevía preguntar.

- Pues, esa varita había estado perdida desde que llegó a la tienda, es realmente antigua y rara, ya que tiene dos núcleos diferentes. Sin embargo, jamás había podido encontrarla, hasta el día de hoy.

- Increíble.

Pagué y no sabía a donde ir. Opté por ir a la heladería de Florean Fortescue, me había sobrado dinero. Llegué al lugar y me sorprendí al ver a mis padres y a Draco comiendo helado tranquilamente. Auch. Cuando me vieron, se levantaron y me acerqué a ellos.

- ¿Ya tienes tu varita, ____? - preguntó mi padre. Asentí. - Bueno, ya tenemos todo lo demás así que hora de regresar.

- ¿Qué? ¡Pero yo también quiero helado! - reproché.

- Ve rápido - dijo y me entregó dinero aunque ya tenía pero no me quejé.

Compré mi helado y regresamos a casa de la misma manera en que llegamos, Draco y yo tomamos cada quién sus cosas y subimos a nuestro cuarto a preparar el baúl. Todavía faltaba un poco de tiempo para el 1 de septiembre, así que en lugar de empacar, me senté en la cama con los libros a mi alrededor y abrí el más cercano a mi: Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección. Lo recordaba, era una de los libros que nos habían pedido para Hogwarts. Sin más, comencé a leer.

La Oveja Negra En La Familia Malfoy // Harry Potter & Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora