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*Pi-pi-pi-pi*
El sonido del despertador me despertó bruscamente. Bajé a desayunar y me preparé para el gym. Cuando estaba a punto de salir de casa, me llamaron al móvil. Era mi madre.
-¿Mamá? ¿Qué ocurre?- pregunté preocupada.
-¡¡¡Felicidades!!!- gritaron mis padres al unísono.
-Uhm, gracias.- dije sorprendida.
-¿Qué ocurre hija?- preguntó mi padre.
¡Que hoy es mi cumple! ¡Hoy es el día! ¡Hoy me enteraré de cosas que no queréis que sepa!
-Nada. Solo me acabo de levantar.- respondí intentando sonar casual.
-¿Hoy vas al gym?
-Ehm...- dudé. La verdad es que me encantaba el gym, pero... Hoy era mi cumple y me merecía un descanso.- No creo.
-Está bien. Iremos mañana a casa a darte un regalito. Te queremos.
-Yo también les quiero. Adiós.- Sonreí.
Era un poco penoso olvidarme de mi propio cumple. Y más cuando me había pasado toda la noche anterior pensando en como sería el día de hoy.
Tiré el saco al suelo y fui arriba a quitarme la ropa deportiva. Me puso unos vaqueros ajustados con rotos, una camiseta negra de tirantes y unas zapatillas blancas. Me dejé el pelo suelto y me puse un gorro negro. Finalmente, me eché brillo de labios y me dejé caer en el sofá. Empecé a acariciar la parte del sofá donde Calum se había sentado. De repente sonó el móvil...
Oh, oh...
'Cumpleaños', en el idioma de familia, significaba empezar a llamar a la cumpleañera y estar media hora para decir un simple felicidades.
Una vez que terminé de hablar con abuelos, tíos, primos, y demás familia, me volví a tumbar en el sofá.
Un error.
*Ding Dong*
'Cumpleaños', en el idioma de los vecinos con los que tienes mucha confianza, significaba venir a picarte al timbre, y si están tus padres, entrar en tu casa solo para hablar con ellos. Ignorándote.
Por suerte, mis padres no estaban nunca. Así que después de atender a unos pocos vecinos, me eché en el sofá. Calum no me había venido a felicitar. ¿Qué estaba pasando?
Perrie me llamó al móvil.
-¡Ey nena! ¡Felicidades!
-Gracias- reí.
-Tengo una sorpresa preparada para ti. Ven al patio de mi casa a las cinco.
-¿Y eso?
-Tú ven.
-Eso haré. Nos vemos.- dije colgando.
Estuve un rato relajándome en el sofá. Pero no sé qué me invadió y no pude evitar bajar al 3°. Mis pies se movían solos. Una vez que estaba enfrente de la puerta, me quedé inmóvil. Pero mis brazos se estiraron y mi dedo se lanzó al timbre.
Después de un rato, volví a picar. Pero seguían sin abrir. Piqué una tercera vez. Y al obtener el mismo resultado, volví a mi piso.
¿Por qué no me abría la puerta? Yo sabía perfectamente que él estaba ahí.
Cuando quedaba muy poco para las cinco, picaron a la puerta. Al abrir, apareció Ash. Nos abrazamos y le invité a pasar.
-¿Qué haces tan arreglado?- reí. Llevaba puesto un smoquin. La verdad es que le quedaba de maravilla.
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Mi droga
רומנטיקהQuién me iba a decir que mi vecino, la persona más borde y odiosa del planeta, se convertiría en mi mayor adicción.