-Un coca-cola por favor.- sonreí.
-Otra para mi.- añadió Daisy.
El camarero apuntó lo que le dijimos y se fue, entrando en el bar.
Yo y Daisy estábamos sentadas afuera, en la terraza. Hacía un día soleado y estábamos disfrutando del tiempo juntas.
El día anterior, cuando nos reencontramos, al ser de noche, no tuvimos mucho tiempo para hablar. Hoy, íbamos a pasar todo el día juntas.
Ella había pasado la noche en casa de Ash. Aunque me aseguró que no hicieron más que dormir abrazados. El problema era que no encontraba piso y había hablado con mi madre por teléfono para saber si se podía quedar a dormir en casa por una larga temporada.
Me había dicho que se lo iba a pensar y si lo aceptaba, vendría a ayudar.
Estaba, por alguna razón, muy segura de que ella lo aceptaría.
¿Por qué no? Seríamos como hermanas.
Habíamos estado ahorrando juntas para algo desconocido y un piso podía ser la respuesta. En dos meses cumpliría 18 y nos podríamos comprar un piso juntas. Y ser compañeras de habitación.
Cada vez que lo pensaba, mi estómago se llenaba de mariposas. ¡Por fin podría estar con mi mejor amiga!
-¡No te lo vas a creer! ¡He oído que Bieber salió ayer de la cárcel!- dijo Daisy devolviéndome a la realidad.
-Oh... Ese imbécil debería estar allí de por vida.- refunfuñé.
-Tranquila. Va a vivir con sus padres de ahora en adelante. Ellos vendieron su piso y se vuelve a casa. Adiós a ser independiente. Adiós a traer chicas a casa o montar fiestas.
-¡Toma!- reí.
-Aunque eso no quita el hecho de que es libre.
-No creo que se arriesgue a volver a la trena.- le contesté.
-Bueno, es mejor andarse con ojo.-rió.
Decidimos volver ya a casa y decidir qué haríamos por la tarde.
Al llegar, entramos corriendo para saber si mi madre había aceptado que Daisy se quedase.
Metí las llaves en la cerradura y abrimos la puerta las dos a la vez para comprobar que en efecto, ¡mi madre había venido!
Corrí a abrazarla. Ella me devolvió el abrazo con una risita. Yo me sonrojé. Hacía tiempo que yo y mi madre teníamos momentos así de bonitos. Y los echaba mucho de menos.
También adoraba a mi padre, no me malinterpreten, pero una madre es la persona en la que te creaste. Y no sé, en mi caso tengo más confianza con ella. Aparte de que se toma más tiempo libre para venir a visitarme que mi padre. Aunque yo no le iba a echar nada en cara, él hacía mucho por esta familia.
Mi madre nos ayudó a desempaquetar las maletas de Daisy y colocarlas por ahí. Comimos, y estuvimos un rato las tres juntas. No podía dejar de reír. Aquellos momentos eran los que merecían la pena.
Lamentablemente, mi madre se tuvo que ir antes de lo que pensaba y se fue, dejándonos sin planes.
-Y... ¿Qué hacemos ahora?- preguntó.
-Pues... Es hora del terror.- dije enseñándole dos entradas para la nueva película 'Annabelle'.
-¡No me lo creo! ¡Es justo la que quería ver!
-Lo sé.- reí.
Ella me abrazó, agarró una pequeña bolsa con los móviles, las llaves de casa, pañuelos, caramelos y algo de comida, ya que ahora todo estaba muy caro y no merecía la pena gastarte un dineral en palomitas y coca cola. Salimos de casa sonrientes. La verdad, tenía el presentimiento de que hoy pasaría algo sorprendente.
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Mi droga
Любовные романыQuién me iba a decir que mi vecino, la persona más borde y odiosa del planeta, se convertiría en mi mayor adicción.