Capítulo V

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Un poco de sangre para el placer

Sábado 12 de enero

Amo mi ciudad, es pequeña y sustentable, estamos rodeados de un bosque muy grande y oscuro. Mi casa justamente se encuentra a la orilla de la ciudad, junto a una gran cantidad de árboles. Generalmente la ciudad es tranquila, "generalmente".

Mi recámara es muy grande, en un estante guardo armas ninja, me las compraron mis padres de regalo de trece años. Aprendí artes marciales desde los cinco años, solía golpear cosas, sin algún motivo aparente, por lo que mis padres consideraron que sería buena idea que descargara esa energía en artes marciales, y, funcionó, hasta hace dos años.

Antes solía entrenar a diario, pero ahora es muy aburrido, prefiero salir por lo menos una vez al mes a media noche y buscar una mejor forma de entrenar y de usar mis armas de verdad, hoy es uno de esos días.

Esto es como una necesidad imperiosa de asesinar, satisfacer ese deseo, ese placer. Aunque no tengo muy claro el motivo entro en estrés cuando no puedo liberar esa tensión que me provoca el deseo de sangre. Es bizarro, lo sé.

Preparé mi ropa, toda negra, hoy usaré mis botas de tacón grueso, también una capucha que cubra mi cara, dejando solo al descubierto mis ojos. He decidido llevar un ninjatō (es similar a una katana, pero más pequeña). Después de colocarlo en mi cintura salgo por la puerta trasera que da directamente al bosque, rodeo mi casa y llego a la calle.

Al ser de madrugada no hay nadie a fuera de sus casas.

«Ha pasado mucho rato y no hay nadie, ¡que fastidio!», pienso.

Después de caminar varias calles, a lo lejos puedo ver un hombre saliendo de una casa muy deprisa mirando de un lado a otro. Parece que se dirige al auto que está estacionado justo enfrente de mí.

—Es mi oportunidad —digo para mis adentros.

La persona se acerca cada vez más, puedo ver que viene vestido de traje. Es un hombre muy robusto y mal encarado.

Me coloco trás el coche para que no me vea. Me encanta acechar a mi presa.

El señor esta a punto de abrir el auto cuando decido a salir.

—Buenas noches —digo con una voz dulce, insospechable para mis intensiones.

—Buenas noches... ¿jovencita? —contesta en un susto que se le pasa rápidamente al mirar mi vestimenta, según sus ojos es poco normal—. Oh, no me digas que vienes a asaltarme, porque no te resultará.

—No se preocupe, no vengo a asaltarle —digo mientras saco mi ninjatō—. Vengo a matarle -esto último lo digo con una voz muy fría.

Sus ojos se agrandan, da la impresión de que se le saldrán.

—¡Mocosa estúpida! —me grita mientras se abalanza contra mí.

Esquivar sus intentos de golpes contra mí es muy divertido. Pero es tan fácil que me aburro rápido.

Tomo el ninjatō y me lanzo hacía él. Logró hacerle un corte en la cara.

—¡Aaah! ¡Maldita! -me vuelve a gritar—. ¿Qué demonios quieres?

—De ti nada, solo eres una escoria de humano que no vivirá más tiempo.

Eso yo no lo sé realmente, pero, ¿qué más da? Un humano menos, un humano más. No hay direfencia.

Lo someto fácilmente y lo tiro al suelo. Le doy una patada en la entrepierna y mientras el grita de dolor yo me empiezo a reír despiadadamente. Sí, como si estuviera loca.

—¿Últimas palabras?

—¡Púdrete!

—Lo consideraré.

Después de decir eso le decapito, la sangre brota de su cuello de una forma para mí, muy divertida.

No conforme con ver salir la sangre del cuello tomo su cabeza y la azoto contra la pared haciendo que el cráneo se parta. Su rostro inerte muestra asquerosidad y horror.

Ese cuerpo tan repugnante ante mis ojos es muy grande, por lo que me dedico a destazarlo en ocho partes. Realizo un corte en el pecho y saco su corazón, su sangre aún esta tibia.

Puedo escuchar los pasos de alguien dirigiéndose hacia donde yo estoy.

—¡Mierda! —me susurro ligeramente—. Es mejor que me vaya ahora.

Mientras corro para ocultarme de lo que acabo de hacer puedo escuchar un grito de aquella persona que ha interrumpido uno de mis placeres.

—¡Ay, Dios mío!

Al parecer es una voz femenina.

Me escabullo del lugar, sin fijarme si había alguien más, igual, espero que no.

Vuelvo para llegar a mi casa por donde salí. Subo a mi recámara rápidamente y me doy una ducha, después voy al cuarto de lavado y pongo ahí mi ropa manchada de sangre, mientras se lava voy a la cocina y me preparo un jugo de tomate y unas salchichas fritas: es que con la acción me ha abierto el apetito.

Después de terminar con todo ello decido ir a dormir.

Hoy ha sido una gran noche, fácil, sencilla y sin consecuencias.

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