Había veces en las que amaba su vida, como cuando pasaba todo su día a lado de su novio a solas, o a veces con Nejire. Esos eran buenos días, pero ese momento en particular odiaba su vida, y mucho.
Se encontraba acostado en su cama viendo su celular, su único consuelo era que su novio pensaba igual que el en ese momento, hablaban a través de mensajes, y, aunque su pareja era usualmente (por no decir siempre) el más positivo, ni él estaba feliz con esa situación.
- Tamaki, baja en este instante, ya llegaron - Escuchó la voz de su madre llamarle.
Sin ganas de siquiera respirar, se levantó dirigiéndose a la entrada de su casa, y sin bajar las escaleras pudo ver a su novio con una perfecta sonrisa falsa en su cara, parado a lado de su padre saludando a los suyos.
Mirio no estaba del todo feliz con lo que estaba sucediendo en ese lugar, y lo que iba a suceder, pero lo soportaba porque sabía que era algo que se le hacía ilusión a su padre y a los de Tamaki, así que usó todas sus fuerzas para formar la gran y brillante sonrisa que siempre daba, solo que esta vez era falsa.
Aunque al ver a Tamaki arriba de esas escaleras sonriendole resignado, su sonrisa cambio de una falsa a una real y autentica, cuando el chico bajo a recibir a su novio y al padre de este, abrazó al padre, pero saludó solo con palabras a Mirio, cosa que sorprendió a todos menos al antes nombrado, ya que ni siquiera a el le daba emoción saludar como lo hacía siempre a su novio, no si sus padres los miraban atentamente.
Los tres adultos se dirigieron a la sala de estar mientras que los dos jóvenes, aprovechando el descuido de sus padres, subieron al cuarto del pelinegro para tener un poco de privacidad. Y, una vez dentro, los dos suspiraron un poco agobiados.
Y no era para menos, estaban en ese momento ahí porque los padres de ambos habían hablado y decidido que ya que sus dos hijos estaban saliendo, lo más apropiado sería tener una cena familiar, y aunque ambos se negaron, no hubo mucho que pudieran hacer en contra de sus progenitores.
Y ahí estaban, encerrados en el cuarto del pelinegro, rezando que sus padres se olviden de ellos y que no los llamen en lo que resta de la noche. Y por un momento creyeron que sus suplicas habían dado frutos, quedándose por casi una hora en ese lugar hablando y riendo, pero como la suerte no era parte del vocabulario de Tamaki, escuchó como su madre gritaba.
- Tamaki, tu y Mirio ya bajen comer que los estamos esperando - Escucharon ambos, y con un suspiro bajaron a la primera planta, encontrando en el comedor a todos sentados, los dos jóvenes tomaron asiento uno a lado del otro, esperando que sus padres no digan nada fuera de lugar o vergonzoso.
Y por segunda vez en la noche no tuvieron nada de suerte, tanto la madre del azabache, como el padre del rubio, se la pasaron diciendo cosas fuera de lugar o vergonzosas toda la cena, aunque hubo algo que agradecieron los dos jóvenes, y era que el padre de Tamaki era lo suficientemente oportuno para parar ese tipo de comentarios antes de que acabaran con el poco buen humor que tenía la pareja.
Al acabar la cena, la madre del azabache invitó al padre del rubio a ver fotos de cuando sus hijos eran niños, por su parte Tamaki había decidido darse una ducha, ya que en la comida (sin que nadie más que Mirio lo notara) el chico había derramado toda su bebida encima suyo, así que se sentía sucio y pegajoso.
Mirio por su parte decidió salir al balcón para ver las estrellas y también para poder respirar un poco, estuvo ahí por unos minutos hasta que escuchó a alguien acercándose a el.
- ¿Te escondes de tu padre? - Escucho una voz madura hablándole por detrás.
- No señor es solo que...- Intentó excusarse Mirio rápidamente.
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Las Primeras Veces [MiriTama]
FanficCada pareja tenía sus primeras veces: cuando se vieron, abrazaron... besaron. Cada una de esas tantas primeras veces fue igual de especial para ellos. Algo que nunca olvidarían. Miritama semi-AU