7

498 49 0
                                    


Sacudí la mano con fuerza, pensando que los pelos se me caerían solos. Pero seguían ahí. Los sujeté con los dedos y tiré de ellos.

—¡Ay!

Eran auténticos. Habían crecido en mi piel, y tenían sus raíces dentro de ella.

—¿Cómo me ha salido esto?—pregunté en voz alta, examinando los pelos.

Mantuve la mano debajo de la luz, haciendo un esfuerzo porque no me temblara.
El vello que me salía era fuerte, negro, áspero y duro. Pinchaba, como las cerdas de las que estaban compuestos los cepillos para el cabello.

¡Hale peludo!

El cántico burlón que se inventó Stiles resonó en mis oídos, recitado con su propia voz de bobalicón. Me miré en el espejo y me puse totalmente rojo.

Me moriría si todos me vieran esos pelos de un par de centímetros que me habían crecido en el dorso de mi mano. Me llamarían Hale peludo hasta el fin de mi existencia, que sería pronto porque no lo soportaría.

"¡No puedo dejar que me vean esto!" me dije.

Me miré la mano izquierda, que estaba tan suave como siempre.

"Menos mal que es sólo en una mano"

Tiré de los pelos hasta que me dolió demasiado.

"¡Esto no me puede estar pasando! ¿Qué hago ahora? Tendré que usar guantes durante el resto de mi vida para que no se me vea? ¡Me llamarán Hale Peludo para siempre, joder!"

Noté una opresión en el pecho, cómo mi cuerpo temblaba y necesité sujetarme al borde del lavabo para no caerme de los nervios.

"Vamos a ver, Derek. Cálmate y piensa con claridad"

Me sujetaba tan fuerte al borde que me dolían las manos. Me solté para arremangarme el pijama y mirarme los brazos. ¿Tenía también una mata de pelo en ellos? Sí. Pero era la de siempre, la que tenía desde que empecé a desarrollarme. Esa que tanto me acomplejaba. Pero era más suave y no tan abundante como la que me había salido en la mano. En comparación, la de los brazos no era nada.

Oía a mis padres subiendo las escaleras para irse a dormir. Cerré la puerta del baño y eché el cerrojo.

—Derek, cielo, ¿estás bien?—preguntó mi madre al otro lado.
—Sí. Me estoy lavando los dientes—respondí.
—Ya. Lavándose los dientes...—oí murmurar a mi padre, y acto seguido las risas de ambos sonaron hasta que desaparecieron cuando entraron a su dormitorio.


Vale. Me tenían por un pajero, pero casi lo prefería a que me vieran como a un hijo peludo al que le acababa de salir vello negro en la mano derecha.

Me entraron náuseas, pero pude dominarlas y abrí el botiquín. Quitapelo. Buscaba entre los botes alguno que tuviera el nombre de Quitapelo. Existía, ¿verdad?

¡¿Pero a quién quería engañar?!

Sí. Seguramente podría existir, pero no en el botiquín de casa.

Entonces se me ocurrió una idea. Abrí el primer cajón del mueble y saqué una cuchilla de afeitar nueva. Cogí la espuma de afeitar, abrí el agua caliente y me mojé la mano donde habían crecido esas asquerosas cerdas negras. Las unté con la crema hasta que quedaron totalmente ocultas bajo esta.

Sujeté la cuchilla con la mano izquierda, la puse bajo el grifo para humedecerla y la acerqué al dorso. Se deslizó sin demasiados problemas, cortando los pelos en pocas pasadas.

Puse la mano bajo el agua y vi cómo se los llevaba y desaparecían por el desagüe.

Me la sequé y la miré con atención. Ni rastro alguno de esos vellos asquerosos. Toqué la piel. Suave y lisa como la de la mano izquierda. Una maravilla.

Algo más animado, sacudí los restos de pelos de la cuchilla y los hice desaparecer con el agua.

Crucé el vestíbulo y me metí en mi cuarto. Apagué la luz y, sin dejar de frotarme el dorso de la mano para disfrutar de su suavidad, me metí en la cama.

¿Qué había ocasionado la aparición del pelo? Era algo que me había preguntado desde que los descubriera en el baño.

¿Era por culpa del líquido bronceador?

Me pregunté si a alguno de mis amigos también les habría crecido pelo. Se me escapó la risa cuando me imaginé a McCall cubierto de pelo negro como un gorila.

No. No era divertido imaginarlo, después de todo. Era horrible.

Me froté la mano. Seguía suave. No notaba indicios de que el pelo volviera a crecer. Bostecé y se me cerraron los ojos.

"Oh, no. Me pica"

De pronto, noté que me picaba todo el cuerpo. ¿Me estaban creciendo cerdas negras?

DEREK HALE, el peludo (Sterek) -TERMINADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora