23

295 28 0
                                    


Me eché a reír. Una risa nerviosa, de miedo. La expresión triste de la señora Stilinski me hizo callar.

—¿Podría decirm...?—No pude seguir porque me sujetó el hombro y me lo apretó mientras acercaba su cara a la mía.

—Escucha lo que te digo, Derek.

—Pero...

—No hay ningún Stiles—me dijo lentamente. Me apretaba el hombro tanto que me dolía—. Olvídate de él—añadió con lágrimas en los ojos.

El señor Stilinski cerró el maletero de un golpe. Me libré de la mano de su mujer, asustado.

—Será mejor que te vayas—sugirió el hombre con voz firme mientras se acercaba a ella.

—Pero Stiles...—dio un paso atrás. Las piernas me temblaban con fuerza.

—Mejor vete—repitió él.

Vi al perro de color marrón junto al garaje. Gemía apenada y con la cabeza y las orejas gachas.

●●●

Mis padres se comportaron de forma muy extraña durante la cena. Se negaron a hablar de Stiles, de la perra o de los padres de Stiles.

No dejaban de intercambiar miradas que supuestamente yo no debía notar.

"Creen que estoy loco" concluí "Por eso se niegan a hablar. Creen que estoy alucinando"

Después de la cena llamé a Isaac y Lydia. Quería que vinieran a casa para darles la mala noticia.
Sólo les dije que Stiles se había marchado. No quería que pensaran que estaba loco, como mis padres parecían creer.

—¿Y qué haremos mañana?—se lamentó Isaac.

—¡Eso! ¿Qué hacemos?—añadió Martin—. ¿Cómo es posible que Stiles nos haya dejado tirados justo un día antes del concurso?

Me encogí de hombros.

Estábamos sentados en mi habitación. Martin y Isaac sobre la cama, y yo en la silla con ruedas del escritorio, con el respaldo hacia delante y las piernas abiertas a ambos lados de la misma. Me apoyaba en el respaldo mientras pensaba en cómo nos las ingeniaríamos ahora para ganar.

Morty se posó a mis pies. Lo recogí y lo puse en el hueco que había dejado entre mis piernas y el respaldo de la silla. Me miró un instante con sus ojos saltones y después se acomodó con un ronroneo.

—¿Y dónde se supone que se ha ido Stiles?—preguntó Lydia—. ¿De vacaciones? ¿Por qué no nos ha avisado?

—Whittemore saltará de alegría cuando se entere de que sólo quedamos tres—resopló Isaac con los ojos en blanco.

—No tengo ni idea de adónde se ha ido Stiles—les dije—. He visto a sus padres cargando las maletas en el coche. Se han ido ya. Es lo único que sé. Estoy seguro de que está triste porque preferiría haberse quedado con nosotros. No creo que le dejaran escoger.

Sentí la necesidad de contarles todo lo que había pasado, pero no quería que se rieran de mí, o que se preocuparan por mi estado de salud mental.

Me sentía muy confuso. No sabía qué hacer. Quería que regresara Stiles, y también Scott a pesar de que siempre me estaba quejando de su comportamiento.

Los echaba de menos. Necesitaba tenerlos conmigo y que estuvieran en el grupo aportando su granito de arena, que era bastante importante. Añoraba las bromas de mal gusto de Scott, la hiperactividad de Stiles, sus abrazos cuando nos veíamos. Echaba de menos que se me acurrucara en el sofá, con un cuenco de palomitas delante de nosotros y una película de mierda ante nuestros ojos. Necesitaba poder llamarle y que respondiera al otro lado de la línea, que me animara en cualquier situación con sus cavilaciones sin sentido. También necesitaba que ese horrible pelo negro dejara de crecerme de una maldita vez.

Ojalá no hubiera encontrado nunca esa botella de INSTA-TAN. Todo lo que estaba pasando era culpa mía. Todo.

—Creo que Los Lobos tendrán que retirarse del concurso mañana—manifesté, desconsolado.
—Opino lo mismo—Isaac.
—¡Ni hablar!—gritó Lydia, sorprendiéndonos a los dos. Se levantó y apretó los puños con gesto decidido—. ¡Ni de coña!

—Pero no tenemos teclado—le hizo ver Isaac—, y por tanto nos quedamos sin batería.

—Tengo un pedal multiefectos que tiene la opción de meter varios ritmos de batería—nos explicó—. Es mejor que no tener nada, ¿no?

—¿Y los solos de guitarra eléctrica?—pregunté—. Siempre los hacía Scott.

—Ya me los aprenderé.

—Lydia, escucha...—comencé, pero me interrumpió.

—Tíos, mañana tenemos que comernos el escenario. Aunque sólo seamos tres. No podemos permitir que gane Jackson. Tenemos que borrarle esa sonrisa de superioridad de la cara.

—¿Pero cómo?—preguntó Isaac—. Ellos tienen el grupo completo. Nos van a pisar.

—¡No si nos entregamos a fondo!—exclamó ella, emocionada—. ¡Vamos a dar lo mejor de nosotros!

—¡Lo haremos por Stiles!—dije sin pensar.

Las palabras se me escaparon de la boca. En cuanto las dije sentí una enorme vergüenza. Pero Lydia y Isaac se sumaron entusiasmados a la propuesta.

—¡Sí! ¡Por Stiles y por Scott!—exclamó Isaac—. ¡Vamos a ganar! ¡Podemos ganar!

Quedó decidido. Los Lobos subiríamos al escenario al día siguiente por la tarde.

¿Ganaríamos? ¿Venceríamos a Whittemore y Los Chungos? No. Por muy emocionado que estuviera en esos momentos, sabía que era muy difícil que eso ocurriera. Pero lo intentaríamos con todas nuestras fuerzas.

—Vamos a ensayar un poco—sugerí—, y así te aprendes esos solos de guitarra, Lydia.

Isaac se aclaró la voz, ya que él sólo cantaba y no tocaba ningún instrumento, pero Lydia no se movió. Me levanté de la silla y vi que me miraba con horror.

—¡Derek!—me señalaba—. ¿Qué tienes en la frente?

DEREK HALE, el peludo (Sterek) -TERMINADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora