Llegué temprano a la universidad y esperé a Stiles ante las taquillas. La suya era la contigua a la mía, así que estaba seguro de que si esperaba no tardaría en encontrármelo.
Había tardado una hora en afeitarme todo el pelo de la cara, las manos y los brazos, pero lo había conseguido. No tenía ni rastro de pelo en toda mi cara.
Me había vestido con un suéter de cuello alto y manga larga, y me había encasquetado un gorro de lana negra en la cabeza como medida de precaución ante la posibilidad de que me volviera a crecer el pelo durante el día.
—¿Dónde estás, Stiles?—susurré, impaciente.
Me paseé por la larga hilera de taquillas gris oscuro.
"Stiles y yo tenemos que enfrentarnos juntos a este problema"
Recordé su expresión asustada cuando le pregunté si a él también le había crecido pelo.
Sabía que también le pasaba. No tenía dudas. Y también sabía que debía de estar tan avergonzado como yo. Demasiado como para reconocerlo y hablar del tema.
Pero entre los dos encontraríamos una solución. Se nos ocurría algo que hacer al respecto. A lo mejor, si íbamos juntos a ver a Alan y le hablábamos del INSTA-TAN y la aparición de pelo, nos creía.
¿Pero dónde estaba Mieczyslaw? Los estudiantes llegaban al vestíbulo, abrían sus taquillas y charlaban entre ellos, pero no lo encontré en ninguno de los grupitos.
Miré el reloj que colgaba en la pared de la entrada. Faltaban tres minutos para su primera clase, y también para la mía, y aún no había aparecido.
Me di la vuelta y vi a Whittemore, que me sonreía. A su lado iba Liam, que sonreía también con aires de suficiencia.
—¿Qué pasa, Hale? ¿Te has vuelto poligonero de pronto?—me preguntó este último, acomodándose el asa de su mochila en el hombro.
—No. Aún me queda un retazo de inteligencia—respondí con desgana. Las últimas personas con las que me apetecía hablar en estos momentos eran ellos dos.
—¿Estás preparado para mañana?—me preguntó Jackson.¿Por qué tenía que sonreír de esa manera? Cada vez que veía esa sonrisa en su rostro me daban ganas de borrársela de un puñetazo, y me daba igual que fuera más alto y fuerte que yo.
—¿Mañana?—pregunté mientras buscaba a Stiles entre la muchedumbre.
—¿Te has olvidado del concurso? ¿De la batalla musical?—se rió Jackson—. ¿Va a participar tu grupo? Me han dicho que McCall se ha largado.
—Sí, allí estaremos—contesté—. Sonamos muy bien.—Nosotros también—afirmó Liam con una sonrisa todavía más amplia—. Quizá salgamos en la tele. Mi tío tiene algunos contactos que pueden buscarnos un programa donde darnos a conocer.
—Qué bien—dije con desgana y poco entusiasmo. ¿Dónde estaba Stiles?
—Estoy seguro de que ganaremos—siguió Whittemore, intentando picarme—. Ya empiezan a conocernos por la universidad.
—Nos han pedido que toquemos en la graduación de los de Derecho—añadió Dunbar—. ¿Os lo han pedido a vosotros también?
—No. No nos lo han pedido—gruñí en voz baja, amenazándolo con la mirada.
—Mala suerte.
—Tengo que irme—dije cuando vi que llegaba la hora en punto y Stiles aún no había aparecido. Me alejé.
—¡Nos vemos mañana en el concurso!—me despidió él
—¡Actuamos nosotros primero!—añadió el otro—. ¡Siempre ponen primero a los mejores!
Oí sus carcajadas mientras me perdía entre los estudiantes. Me dirigí al aula donde sabía que Stilinski tenía clase por la mañana, para ver si ya estaba allí y por culpa de esos dos gilipollas se me había escapado.
Asomé la cabeza por la puerta, abierta, y vi a varios de sus compañeros hablando y sentándose en las mesas, pero ni rastro de él.
Abatido, me apresuré en ir a mi clase y me desplomé en la silla, suspirando.
¿Estaría enfermo? Ojalá que no. No podía ponerse enfermo justo un día antes del concurso. No era justo.
—Hale. ¿Quieres repartir las hojas del examen?—me preguntó el profesor mientras dejaba un taco de folios en mi mesa.
—¿Examen?Me había olvidado totalmente de que tenía un examen.
●●●
Stiles no vino a la universidad. No nos vimos en los descansos entre clases, ni en las horas libres, ni en la cafetería.
Lo llamé al móvil durante el almuerzo. El teléfono sonó varias veces, pero nadie respondió.
Al volver de la uni, decidí ir a su casa para averiguar qué le había pasado, pero entonces recordé que mi madre me había pedido que regresara a casa directamente. Tenía que ayudarla en algunas tareas.
El día era claro y frío. Había dos o tres nubes blancas flotando en el cielo azul. La nieve se había derretido por completo, pero a cambio las calles estaban húmedas y las tierras empapadas.
Esperé a que pasaran unos cuantos coches antes de cruzar la calle en dirección a mi casa. Había caminado durante varios minutos cuando me di cuenta de que me seguían.
Un perro me rozó la pierna. Me detuve para mirarlo, sorprendido. Tenía el pelo castaño oscuro. Era de mediano tamaño. Tenía las orejas largas y levantadas, la nariz respingona y la cola larga. La movió un par de veces.
—¿Quién eres?—le pregunté—. No te había visto nunca.
Eché una ojeada para asegurarme de que no había otra docena de perros agazapados entre los arbustos, dispuestos a perseguirme.
Después reanudé la marcha.
El perro volvió a rozarme la pierna y se adelantó. Se mantuvo a unos metros delante de mí, caminando. De vez en cuando, giraba la cabeza para mirarme.
—¿Me sigues tú a mí o te sigo yo a ti?—le pregunté, riéndome un poco.
El perro movió la cola como única respuesta y me acompañó todo el camino hasta casa.
Mi madre me esperaba en el jardín. Llevaba una camisa vieja de mangas largas y unos tejanos desgastados. Se la veía atareada.
—Bonito día—comentó.
—Hola, mamá—la saludé con un beso en la mejilla—Mira. Este perro me ha seguido hasta casa.
El animal olisqueó las hierbas que mi madre había estado arrancando hasta que me vio.
—Es muy bonito. Qué color de pelo más lindo. ¿De quién es?
—Ni idea—me encogí de hombros—. Es la primera vez que lo veo—El perro se me acercó y me pidió mimos con una mirada de cordero degollado. Le acaricié la cabeza y sonreí—. Al menos es mimoso y no quiere hacerme picadillo como el resto de chuchos—Dejé la mochila en el suelo y me agaché para acariciarle el lomo—. Podríamos quedárnoslo.
—Ni hablar—replicó mi madre—. Nada de perros con Morty en casa.
Seguí acariciando al animal, que se había sentado y parecía muy agradecido por las carantoñas que le hacía.
—Lleva una placa en el collar—dijo mi madre—Mira a ver qué pone, Derek. Puede que figure el nombre del sueño.
—Buena chica—elogié a la perra, que movía la cola con entusiasmo.
—Venga, Derek. Mira a ver qué pone en la plaza.
—Vale—tuve que arrodillarme en el suelo para poder ver con claridad qué ponía en el collar—. ¡Ah!
Casi me caigo al suelo. Fue como si me hubieran dado un puntapié en el estómago.
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DEREK HALE, el peludo (Sterek) -TERMINADA-
Fanfic"¡Hale, peludo!" Así lo llama su amigo Stiles. Sus burlas no pretenden ser ofensivas, aunque lo cierto es que a Derek le molestan bastante. Siempre ha tenido demasiado vello en su cuerpo, y a causa de ello arrastra un profundo complejo desde hace añ...