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—Gira la cabeza, Derek—me dijo el doctor Deaton con voz suave mientras levantaba la jeringuilla—. Sé que no te gusta mirar. Esto no te dolerá.

Sentí el dolor que siempre me paralizaba cada vez que me ponía la dichosa inyección. La aguja se clavó en la carne y me tensé, aguardando impaciente a que la sacara.

—Sé que todavía no han pasado dos semanas, pero ya que estabas aquí decidí aprovechar y evitarte otra visita—Retiró la aguja y me frotó la zona del pinchazo con alcohol.

Mi padre esperaba sentado en una silla, dentro de la consulta. Mantenía los brazos cruzados y una de sus piernas se movía de arriba abajo con nerviosismo.

—¿Qué pasa con el pelo?—le pregunté al doctor Deaton—. ¿Qué pasa con el bronceador?
—No creo que la loción bronceadora haga crecer el pelo, Derek—me respondió—. Esos productos actúan sobre los pigmentos de la piel...

—¡Pero era una botella muy vieja!—insistí—. Quizás los ingredientes se echaron a perder, o vete a saber qué reacción química extraña tendrían...

Él movió una mano como diciendo: "Imposible". Después comenzó a escribir unas notas en mi historial.

—Lo siento, Derek—dijo, sin dejar de escribir con su letra redonda y perfecta, nada que ver con los jeroglíficos que tenían por letras el resto de médicos—. No es culpa de la loción, créeme. Te he revisado de pies a cabeza. Has pasado todas las pruebas. Estás muy bien.

—Qué alivio...—suspiró mi padre.

—¿Alivio? ¡Venga ya! ¿Y el pelo?

—Vamos a esperar un tiempo a ver qué pasa—contestó el doctor.

—¿Esperar a ver qué pasa? ¿No piensa darme ningún medicamento o algo para que no me vuelva a crecer?
—Quizás no se vuelva a repetir—insistió él, que no dejaba de mirar a mi padre, como si yo no fuera lo suficientemente maduro y mayor como para entenderle. ¡Siempre igual!—. Procura no preocuparte, Derek—Ahora sí, me miró a los ojos mientras yo me vestía de cintura para arriba—. Estarás bien.

—Muchas gracias, doctor Deaton—le dijo mi padre, levantándose y estrechándole la mano.

Sonrió al médico, pero le noté la sonrisa forzada. Seguía muy tenso.

Me fui con él hasta el aparcamiento. No hablamos hasta que estuvimos en el coche, de regreso a casa.

—¿Te sientes mejor?—tenía la mirada atenta al tráfico.

—No.

—¿Por qué? ¿Qué te pasa? Alan dice que estás bien.

—¡Alan puede decir misa!—me harté—. ¿Qué pasa con los pelos negros, eh? ¿Por qué no me ha dado nada para que no me vuelva a crecer? ¿Crees que no me ha tomado en serio? ¿Qué no me ha creído?

—Claro que te ha creído, de eso no me cabe duda—aseguró con voz suave.

—¿Entonces? ¿Por qué no hace nada para ayudarme?

Mi padre permaneció en silencio durante un buen rato. Miraba la carretera mientras se mordía el labio inferior.

—Algunas veces es mejor esperar—siseó.

●●●

Aquella tarde nos reunimos a ensayar en el garaje de la casa de Stiles. Sonábamos bastante bien, pero no era lo mismo sin McCall.
Aunque nunca lo hubiera admitido en voz alta, echaba de menos su alegría en los ensayos, sus bromas verdes y la forma en la que podía llegar a alterarnos a todos, incluso al tan paciente Isaac.

DEREK HALE, el peludo (Sterek) -TERMINADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora