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—¿Cómo es que no te cambiaste para el gimnasio?—preguntó Martin.

Me pilló por sorpresa. Caminábamos por la acera cubierta de nieve derretida y cargando con nuestras guitarras, ella con la eléctrica y yo con la acústica.

—Hoy, en la universidad—me recordó—. No quisiste ponerte los pantalones cortos, ¿no te acuerdas?
—Tenía frío—mentí—. Tenía mucho frío en las piernas. No sé por qué el profesor se enfadó tanto conmigo.
—Casi se tragó el silbato cuando anotaste aquella canasta de tres puntos desde media cancha—le siguió a su frase una sonora carcajada.

Yo también me reí. Era el peor lanzador de toda la facultad, pero estaba tan furioso por mis rodillas peludas que jugué como no lo había hecho en mi vida.

El entrenador me había dicho, de buen humor: "¡Vas a tener que jugar siempre con vaqueros!"

Al terminar la jornada había vuelto a casa corriendo y me había pasado casi media hora en el cuarto de baño, afeitándome las rodillas. Cuando acabé las tenía rojas y me ardían, pero había conseguido mi propósito.

¿Por qué me había crecido pelo ahí? No me había puesto INSTA-TAN en las rodillas. ¿Se me habría metido el producto a través de los poros y había llegado hasta ellas? ¿Se difundiría por todo el cuerpo? ¿Me convertiría en una criatura peluda, en una especie de King Kong?

Más tarde, había cogido mi guitarra y había ido a buscar a Lydia para ir juntos al garaje de la casa de Stiles, al ensayo.

El sol aparecía enmarcado entre dos de los árboles de su jardín. Al otro lado de la calle, un muñeco de nieve presentaba un aspecto triste mientras se consumía lentamente a causa del calor. El aire era cálido, casi primaveral. Se veían trozos de hierba mojada sobre el manto blanco.

Entramos al garaje, cuya puerta grande estaba un poco elevada, lo justo para que cupiéramos agachándonos un poco.

Stiles y Isaac llevaban ensayando hacía rato. El menor entonaba con su voz los acordes que le correspondían, la mayoría voces secundarias para acompañar a la mía, que solía ser la principal. Stiles probaba varios tipos de sonidos diferentes con el teclado, entremezclados con ritmos de batería.

—¿Dónde está Scott?—preguntó Stiles al vernos venir solos.
—No lo hemos visto—respondí—. Tampoco habíamos quedado para venir juntos.

—Hoy no ha estado en la uni—nos informó, dato poco necesario porque Lydia y yo íbamos a la misma clase que McCall, y sabíamos de sobras que había faltado.

—Tenemos que ponernos serios—se quejó Isaac, alejándose del micrófono y sentándose en el reposabrazos del sofá

—Esto no puede ser—siguió Stiles, de pie y con los brazos cruzados—. Puede darse el gusto de faltar a clase, pero los ensayos son necesarios para ganar el concurso—se mordió el labio, y sentí una sacudida en mis partes bajas.

Otra vez esa sensación. Miré detenidamente sus incisivos, que se mordían el labio de una forma que me pareció irresistiblemente sensual. Se me puso el vello de punta (el vello natural. Aún me duraban los efectos de la rasuración) y tuve que usar toda mi fuerza mental para no abalanzarme sobre él y follármelo allí mismo.

Dejé de poner cara de violador cuando vi que Stiles dirigía su mirada hacia mí.

—¿Has hablado con Jackson Whittemore? ¿Te ha dicho lo que le ha comprado su papi?

—¿Un sintetizador nuevo?—Puse los ojos en blanco y me agaché para abrir la funda de mi guitarra—. Sí. Me lo ha contado todo. Dice que suena como una orquesta completa.

DEREK HALE, el peludo (Sterek) -TERMINADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora