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—¿Sí?—El corazón me palpitaba en el pecho con mucha fuerza—. ¿Te ha crecido pelo en la mano?

Stiles asintió con seriedad. Se me acercó, mirándome fijamente.

—Me ha crecido pelo en las dos manos—susurró. El vapor de su aliento se condensó en el aire helado—. Después apareció en los brazos, en las piernas y en la espalda.

Se me abrió la boca.

—Después la cara se me transformó en la de un lobo—añadió, sin dejar de mirarme—. Salí corriendo de la casa, me fui al bosque y aullé a la luna. Así—Echó la cabeza hacia atrás y lanzó un largo y desafinado aullido—. Luego encontré a tres personas en el bosque y me las comí.

Me lanzó un gruñido y me enseñó sus dientes en una mueca que intentaba parecer feroz. Se echó a reír después. Noté mi cara roja por la vergüenza.

Stiles me dio un empujón, perdí el equilibro y me faltó poco para comerme el suelo. Esto le hizo reír aún más fuerte.

—¡Te lo has creído, Derek, te lo has creído!
—¡Qué dices, idiota!—repliqué, muerto de vergüenza—. ¡No me lo he creído!

Pero me había creído la historia, hasta el momento en el que dijo que se había comido a tres personas. Entonces llegué a la conclusión de que era un cuento, de que lo único que se había comido ayer había sido mi polla y que se acababa de burlar de mí.

—¡Hale peludo! ¡Hale peludo!
—¡Cállate!—le dije con furia—. ¡No me hace gracia, Stiles, que lo sepas!
—¡Pero a mí sí que me hace gracia la cara que tienes ahora!—me señaló con un dedo—. ¡Es muy divertida!

—Ja... Ja—sarcástico. Me di la vuelta y crucé la calle, intentando alejarme de él.
—¡Hale peludo! ¡Hale peludo!—me canturreaba sin dejar de perseguirme dando saltitos—. ¡¡Hale peludo!!

Resbalé en una placa de hielo. Conseguí mantener el equilibrio, pero la mochila se deslizó de mi hombro y cayó sobre la nieve. Me agaché a cogerla y en ese momento Stiles apareció a mi lado.

—¿Anoche te creció pelo, Derek?

—¿Eh?
—¿Anoche te creció pelo en el dorso de la mano? ¿Por eso me lo has preguntado?—insistió él, casi pegado a mi oreja.

—No digas tonterías—Me eché la mochila al hombro y reanudé el camino—. No digas tonterías—repetí.

—¿Eres un hombre lobo?—preguntó, riéndose.
—No—me detuve, le bajé el cuello del jersey y vi con mis propios ojos los chupetones que le había dejado marcados en la piel—. Soy un vampiro...

Se lo mordí. Stiles se encogió, al parecer porque le hacía cosquillas, pero no se quejó demasiado.

Me separé, haciendo todo lo posible por reírme, aunque quería contarle toda la verdad. Quería hablarle del mechón de cerdas, pero sabía que él era incapaz de guardar un secreto. Contaría la historia a toda la uni, y entonces todos los que me conocían me llamarían Hale peludo durante el resto de mi vida.

Me supo mal mentirle. Después de todo es mi mejor amigo. ¿Pero qué podía hacer? Caminamos el resto del trayecto hasta la facultad casi sin hablar. De vez en cuando lo miraba de reojo, y veía que sonreía de manera muy extraña.

●●●

—¿Tenéis preparados los informes de lectura?—preguntó el profesor.

La clase se llenó de ruidos de sillas, de carteras y mochilas que se abrían, de papeles, de carraspeos. Ponerse delante de una clase de más de treinta personas a leer el informe de lectura ponía nervioso a todo el mundo. ¡A mí me ponía muy nervioso! Detesto que la gente se fije en mí. Cada vez que digo mal una palabra o me olvido de lo que voy a decir, me pongo rojo como un tomate. A veces he llegado incluso a insultar por lo bajinis, lo que conllevó una vez a mi expulsión de la clase.
Pero no suele ser común. Por lo general se me enrojece toda la cara (me pondría a sudar si pudiera) me tiembla la voz y trastabillo al hablar. Entonces todos se ríen y se burlan de mí (también, hace tiempo, cuando estaba en la secundaria y controlaba menos mis instintos, respondí cruzándole la cara a un chico de las primeras mesas que se reía de forma descarada, lo que me llevó a una expulsión pero de varios días).

La noche anterior, mientras estudiaba para el examen que había realizado ya en la hora pasada (y que creía haber hecho bien), también me había estado preparando el informe de lectura. Sólo había cometido algunos errores sin importancia. No me había puesto nervioso al ensayar a solas, claro, pero ahora me temblaban las piernas, y eso que todavía no me habían llamado.

—Jackson. Ven y léenos tu informe de lectura—dijo el profesor, mientras hacía un gesto para que el rubio se pusiera de cara a nosotros.
—Es una pena que los mejores siempre tengamos que pasar primero—comentó con una sonrisa.

Algunos se pusieron a reír. Otros se quejaron. Yo sabía que Jackson no estaba bromeando. De verdad creía ser el mejor en todo.

Se plantó ante la clase con aire decidido. Es un tipo rubio, cachas, con rasgos suaves y que resultan bastante agradables a la vista. Aunque le odie, eso no quita que considere que está como un tren.
Siempre muestra expresión de desprecio. Una mueca que viene a decir: "Soy el mejor y vosotros no valéis nada" Siempre usa tejanos ajustados y ropas que marquen sus musculitos de gimnasio.

Nos mostró el libro que iba a comentar. Era una de esas biografías de grandes personalidades, en este caso de William Shakespeare.
Sabía exactamente lo que iba a decir: "Recomiendo este libro a todos los que os guste la lectura" o algo por el estilo.

Jackson siempre empezaba los informes de lectura de la misma manera. Era un aburrido.

Carraspeó y dedicó una sonrisa al profesor el muy pelota. Después miró a la clase y comenzó el informe con voz clara, firme y un marcado acento portugués:

—Recomiendo este libro a cualquiera que le guste la lectura.

Os lo dije.

Bostecé con toda mi alma. Nadie se dio cuenta.

—Está muy bien redactado...—seguía Jackson su aburrida charla.

No escuché el resto. Estaba muy ocupado repasando mi informe de lectura. Al cabo de unos minutos, el profesor anunció:

—Hale. Tú eres el siguiente.

Inspiré con fuerza y me puse de pie.

"Tranquilo, joder. Lo has ensayado muchas veces durante todo el fin de semana. No tienes por qué ponerte nervioso"

Tosí con fuerza mientras cruzaba la fila de mesas. Cuando pasé junto a la de Liam, este me puso la zancadilla. Vi la sonrisa de oreja a oreja, pero no su pie.

Perdí el equilibrio y caí de bruces contra el suelo.

Toda la clase estalló en una sonora carcajada. Comencé a levantarme, maldiciendo en voz baja y con el corazón golpeándome en el pecho, y pensé que ya estaba harto. Iba a partirle la cara a ese hijo de puta ahora mismo.

Pero me contuve cuando me miré las manos.

Las tenía cubiertas de cerdas negras.

DEREK HALE, el peludo (Sterek) -TERMINADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora