capítulo 5 p.2

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Sin siquiera realmente darme cuenta de lo que acababa de hacer, me levanté sofocada. Jadeé hasta que me pareció seguro para mi persona levantarme. Me puse en pie y miré a Alard.

--¿Tú...tú lo viste? --le pregunté.

--Sí.

--Me podría haber matado.

--Sí.

--¿Y no dices nada? --puse una mueca cómica, aunque yo no estaba feliz, precisamente. 

--Lo estoy asimilando.

--Puuuuuuuuuf --me metí la mano en el pelo, atrapando todos y cada uno de mis nudos enredados.

Por no llorar, reí. Tenía hambre, con todo el susto de la puñetera luz, no pude comer nada. Decidí ignorarlo, me senté al borde del acantilado y contemplé la marejada mientras rompía contra la, ya gastada, piedra. Al se sentó a mi lado y me miró, no le devolví la mirada y me concentré en unas gaviotas del horizonte que pescaban tranquilamente. Mala técnica para evitar el hambre... Muy lista Nala.

--¿Tienes hambre? --me dijo-- ¿Quieres que caze algo?

 --NO--fui muy tajante, lo que le arrancó una mueca incómoda-- odio la caza.

-- Esto es diferente, nosotros nos lo vamos a comer.

Me lo psé mucho, miré al suelo.

--Vamos -- insistió, rozándome el hombro con el suyo-- sé que tienes hambre.

Las tripas me rugieron con furia, reclamaban comida, y un filete de ciervo no tenía mala pinta. Me levanté y le guiñé un ojo <<el primero que lo coja se queda el lomo>> Combertida en lobo, el hambre se multiplicó por cinco, a plena carrera, Al localizó a un ciervo enorme. El ciervo lo vio y huyó a una velocidad bastante molesta, persiguió a la presa durante diez tediosos minutos, en los cuales me acordé de Tom y Jerry. Contemplé desde una piedra elevada el patético intento de Alard por cazar al ciervo, estiré mi adormilada columna y salté, aterrizé con la cabeza del animal en la boca. De un solo tirón, arranqué la cabeza y la dejé en el suelo.<<Yo gano>> Levanté el cuerpo inerte del ciervo y caminé delante de Al, que me miraba irritado. <<Oye, ¿sabes que era esa luz?>>

--Ni idea --había vuelto a su forma humana-- ¿Sigues dándole vueltas?

<<Pues claro que sí, me estaba buscando y puede que ahora mismo esté hiriendo a mis compañeros>> 

--No te culpes, Toni se las arreglará-

<<¿Y Kan?>> 

-- Su potencial es la fuerza bruta, con Toni al mando... Son una pareja terrible --se rió-- espera, ¿no te llevabas mal con Kan?

<<Si, pero no le deseo la muerte, de momento>>

Olí un aroma que me dejó anonadada, carne. Hize señas a Al para que mirara allí. Colgué el ciervo de un árbol, el hueco en el que debería ir la cabeza dejó de sangrar. Usé unos cuantos palos para formar una hoguera, en las clases de ecología, el profesor (que estaba como una cabra)  de esa clase nos frió la cabeza diciendonos lo importante que era poner piedras alrededor de un fuego, así que lo hize. Cinco minutos después, ya tenía un fuego bastante imponente.

Ingenié un sistema de palos anchos, en los que colgé la carne y la empezé a cocinar. Cuando estuvo lista, y tuve que contenerme para no empezar a comer. Al llegó, al principio solo pude ver su figura lobuna, negra como el petróleo. Solo cuando me fijé mejor vi la flecha que sobresalía de su hombro. Corrií hacia él.

--¿Estás bien? --por suerte mi voz sonó calmada-- ¿Has enfurecido a un aficionado de tiro con arco?

<<Ja, ja, ja --rió pausadamente-- ¿Podrías hacer algo útil y sacarme la flecha?>>

No rechisté y la saqué de un tirón, él casi ni se inmutó. Solo se pudo apreciar una señal de dolor en sus ojos.

--Anda, cuéntame.

Nos sentamos alrededor de la (por cierto riquísima) carne. Y mientras que comimos, me contó como se metió en una pelea contra un vampiro armado con un arco. 

--Pero --vuelvo yo a la carga-- ¿Estarán bien?

-- ¿Sigues con eso?-- parecía muy irritado, como si se lo huviera dicho cuarenta veces-- No te preocupes, los licántropos somos la tercera raza más poderosa.

--¿Cuáles son los otros dos?

Me miró como si fuera idiota --¿Nunca has leído cuentos?¿Y mitoligía?

Negué con la cabeza, no quería hablar de mi estúpida infancia. Ni de lo que pasé.

-- Los otros son los teito y los dragones. 

--¿Teito? -- nunca oí hablar de esa raza-- No me digas que son unos bichos gigantes con dientes desgarradores y aliento apestoso.

--Haber como te lo explico --su cara mientras ideaba un plan para contérmelo era muy mona... espera, ¿muy mona?-- Hasta hace unos quinientos años, solo reínabamos los dragones, los vampiros y los lobos. Sin embargo, una nueva especie apareció de la nada. Era justo como nosotros, pero con felinos.

Lo miré fijamente, estaba sorprendida.

--Eso quiere decir-- seguí yo-- que se transforman...

--Sí.

--De humanos a... felinos.

--Ajá. Esos asquerosos gatos no tardaron en ganarnos en poder. 

--Espera, espera --esperaba que los Teito no quisieran guerra-- ¿eso quiere decir... qué va a haber una guerra?

--No, cielos --abría mucho los ojos y se puso pálido-- bueno, es provable que no.

--Ay madre --se dio cuenta de que yo estaba asustada y me abrazó contra su pecho. No te preocupes --parecía conmovido. ¿Conmovido?-- Nadie te va a hacer daño, nunca más.

¿Nunca más?... Ah, claro, se refería a cuendo me mordió el lobo raro.

--No fue culpa tuya --le solté-- yo fui la que se enfrentó al bicho y perdió.

Me separó de él (cosa que no agradecí) y me miró a los ojos: Deja de mirarme así --le dije. Y era verdad, me estaba mirando diciéndome << Es todo culpa mía>> --¡Para ya!

Se rió y me dio un golpe en el hombro. 

--¿Qué sentiste cuando el lobo te mordió? 

--Alard...

--¡No! -- se disculpó-- Solo quiero saberlo, pura curiosidad-- sonrió.

Agh, pensaréis que soy blanda, pero ¿Qué podía hacer o decir en contra de esa sonrisa?

--No lo recuerdo.

--¿Qué? -- me interrumpió. ¡Cállate o no te lo cuento! --chillé, estresada.

Suspiré y empezé de nuevo: -- Solo recuerdo encararo y luego despertar contigo a mi lado, a parte de un dolor descomunal.

--Lo sabía --dijo él, con sus facciones sombrías-- voy a por él ¿Te acuerdas de como olía?

--¡Alard!-- lo sacudí-- ¿Por qué haces esto?

--Eh pues...

-- Es que no lo entiendo --lo miré, pero no pude aguantarle la mirada, era demasiado profunda, notaba como me estaba atravesando con ella-- nos conocemos desde hace...

--Más de lo que crees --me dijo.

Iba a reprochar, pero no tuve tiempo, él ya me estaba besando.

El amanecer de un día peludo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora