capítulo 6 p.2

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El olor se hizo más fuerte, casi llegábamos. Prontos nos encontramos a la entrada de una ciudadd, la más rara que vi nunca. Las piedras del asfalto desprendían un aroma a lavanda, los edificios estaban en perfecto estado, no era para nada como algunas partes de Santander, donde los edificios lucían manchas horrendas o estaban hechos de los más extraños ladrillos.

--¿Dónde estamos? --me aventuré a preguntar.

-- En el "NY" del mundo demoniáco, ¿Te gusta?

--Un montón --era impresionante, una sonrisa se me escapó-- ¡Qué pasada!

--Me gusta que te guste.

Lo miré y sonreí, me cogió de la mano y ambos trotamos siguiendo el olor. Somos la pareja más rara del mundo, eso el lo que más me gusta de nosotros. Un hotel abandonado fue el punto donde los hayamos, iba a entrar, pero Alard me agarró de los brazos y me besó con pasión. 

--Si algo sale mal y no vuelve unos de los dos-- esas palabras me rompieron por dentro, sentí como mi corazón se congeló-- recuerda que te quiero muchísimo.

Salté a sus brazos y lo besé, me gustaría estar pegada a él por siempre, pero el aire se nos acabó y tuvimos que separarnos. Pegamos nuestras frentes y nos volvimos hacia el hotel. Entró el primero, yo le seguí. Oí un grito proveniente del segund piso, subí los escalones de ocho en ocho. Fui mucho más rápida que Alard y giré el pomo para ver quien gritaba. Era Carla, que estaba agaachada, abrazándose las piernas. 

--¡Carla! --la llamé y fui hacia ella, pero choqué con lo que me pareció ser una barrera, lo aporreé cuando vi que una figura de acercaba peligrosamente a ella-- ¡Carla! ¡Cuidado, a tu izquierda!

El sujeto le atravesó un hombro. ¡No!--chillé. Carla me miró y dijo: ¿No me quieres salvar? ¿No vas a hacer nada? igual que hace años. Abrí los ojos, hablaba de eso sí, de eso. Apreté mis dedos sobre la barrera. ¿por qué? 

Al me cogió por la cintura y me sacudió. Nala, es una ilusión.

--¡Claro que no, está sangran...--ahí caí, la manera de sangrar no era normal, se repetía una y otra vez-- Es una broma de mal gusto.

Me abrazó. Espabila --me dijo serio y preocupado--me prometiste que no te bloquearías.

Gruñí.

--Cielo, eso no es muy femenino.

--Cállate.

Al hizo algo raro con los dedos sobre la barrera y esta estalló en trocitos. Pasé al lado del holograma, tratando de parar las naúseas, Alard me volvió a coger la mano, era tan calida...

Subimos tres pisos. Huele a gato y... ¡Kan! Esta vez, Al abrió la puerta. Dentro estaba Kan, tenía los ojos de un color raro, era obvio que estaba hipnotizada. Detrás de ella, había una figura, olía a gato que tiraba para atrás. Se me erizaron los pelos del cogote, enseñé garras, aunque no eran ni la mitad que las suyas. La habitación era pequeña, mal iluminada pero muy bien amueblada. El hombre era alto, con el pelo corto y blanco, sus cejas eran de un escalofriante  color crema y sus ojos, totalmente felinos. Tragué saliva.

--Lindo gatito, ¿me devuelves a mi camarada? --dije.

--Uy, pero si la perra tonta sabe insultar. Cuidado querida, ¿quieres hielo para la cabeza?

Apreté los puños y enseñé los dientes.

---Cuidado gatito, recuerda que la curiosidad mató al gato.

-- No te pases --dijo  Al-- suficiente tiene el pobre por haber nacido gato.

Empezamos a reír, él con ira (perdiendo toda la clase que tenía) movió un dedo y Kan empezó a moverse. Tenía esos mismos ojos, la controlaba.

El amanecer de un día peludo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora