Capítulo 16

256 23 5
                                    

Me desperté con una sensación extraña, todo era nuevo en aquel lugar. Me levanté y tropecé con el escalón que separaba la cocina del salón, estiré los brazos para amortiguar el golpe. El pelo cayó sobre mi cara. Kokoe empezó a reírse. Suspiré y me incorporé, eran las seis de la mañana y odiaba madrugar, me forré los ojos y busqué a tientas la cafetera.

—¿Volverás a  preparar la cosa amarga? —dijo cogiendo un vaso y llenándolo de agua.

—Necesito la cafeína por las mañanas—empecé a prepararlo— y se llama café.

—Los humanos sois muy raros…

—Ahora que lo pienso —serví el café en mi taza— ya no me llamas señora.

Se quedó pensativa.

—El respeto es lo primero que se pierde —alcé una ceja, que bonito lo de tener dragones— pero yo sigo queriéndote mucho.

Fingí una gran ilusión y me llevé las manos al corazón.

—Eso me a llegado al alma —dije con una sonrisa boba, de esas que ponen las pijas cuando miran al chico que les gusta. 

Media hora después, terminé de tomar el café y lavar la taza. Me vestí un chandal azul con líneas rosas. Bajé por las escaleras, siempre tuve claustrofobia y los ascensores me matan, aunque bueno, lo puedo controlar… A veces.

Al llegar abajo, descubrí que casi nadie estaba allí, a excepción de Jean y Ana.

—Buenos  días —dijeron alegremente, me extrañó un poco que no fueran puntuales.

—¿Cuándo empezamos? —pregunté y ellos me miraron un poco tristes.—Pues… cuando lleguen los gemelos y Jonah. 

Quedaría muy bien si me ofreciera a ir a despertar a Jonah, pero es que me caía muy mal y no me apetecía ser insultada por la mañana. Les propuse que podría ir a despertar a Kan y luego a los gemelos, ya que estaban en la misma planta.

—De acuerdo, yo iré a despertar a Jonah —Ana suspiró y subió al ascensor— deseadme suerte.

—Su-erte —tartamudeé un poco, agh, querría parecer una chica conquistadora y respetable, si seguía tartamudeando, no lo lograría— Pobrecita.

—Y no has visto nada —se puso las manos en la cabeza, simulando dos cuernos— Jonah se convierte en un ogro por las mañanas.

—Tú si que no has visto a mi compañera— yo me puse el puño en la nariz— ella se convierte en Mister Potato por las mañanas.

Jean me dio un toque en el hombro, un golpe suave, me sonrió y acompañó. Era un buen chico. Me invitó a subir por el ascensor, pero negué con las manos.

—Tengo claustrofobia —sonrió y, sin decir nada, cerró la puerta y subió conmigo, agradecí mucho que no me hiciera preguntas. Intentaba olvidar también lo del incidente del gato y mis antiguos compañeros. En total, tenía muchas cosas que olvidar.

—¡Kan! —grité y di varios golpes a la puerta, unos pasos pesados me indicaron que se acercaba.

Mi compañera salió y me miró con una sonrisa triunfal. De su habitación, asomó uno de los gemelos. 

—¿Y eso? —exclamamos Jean y yo a la vez.

—Eh… ¿No dijiste que moriría sola y con mil gatos? —sonrió cuando el chico la abrazó por detrás— Kan, uno. Nala, cero.

Apreté los puños, yo también quería un novio, esa cabrona de Kan… Hice lo mejor que podía hacer, le sonreí y dije:

— Bueno, pues tenéis cinco minutos para cambiaros y bajar a entrenar.

El amanecer de un día peludo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora