capítulo 12

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Tras todo un día de compras intensas, decidimos ir a un hotel a dormir. Me decidí por uno por uno de dos estrellas, solo necesitaba una cama decente y… UNA DUCHA. Oler a perro no era lo que más me gustaba de mi forma lobuna, pagué mi habitación, quería hacer lo mismo con la de Kokoe, pero ella insistió en dormir a mi lado. Así que cogí una habitación de cama grande y me aseguré de que la habitación de Pedro estaría lo más lejos posible.

—¿No debería dormir más cerca? —preguntó Pedro, mirándome solo a mí e ignorando a Kokoe— Si corréis peligro, me costará más llegar.

—No hables, que mi dragona y yo somos más fuertes que tú —hicimos un movimiento de manos al mismo tiempo— ¡Somos los mejores!

— ¡Eso! ¡Mi señora es la mejor! —dijo Kokoe, subiéndose sobre los pies del gato— ¡Y ni se te ocurra abrir la boca para decir lo contrario!

Chocamos las manos y nos metimos en la habitación. Al llegar, lancé mis cosas a mi mesita de noche y me metí rauda a la ducha. Me enjaboné el pelo minuciosamente, después me lavé las uñas y me enjaboné el cuerpo con un champú de limón. Y, solo cuando mis dedos se comenzaron a arrugar, salí. Me escurrí el pelo y fui a por la toalla. Antes de poder agarrar la toalla, capté una mirada atenta, giré en redondo y vi a Kokoe, que prestaba demasiada atención a mis pechos. 

—¡Ko-Kokoe! —me cubrí con la toalla— ¿Qué demonios haces aquí?

—Nada, solo contemplo un poco tu cuerpo.

—No me gusta.

—Simplemente no le prestes atención —su mirada neutral me ponía de los nervios— quiero saber cómo es el cuerpo de los humanos.

—¡Sal de aquí!

Al igual que en los dibujos japoneses (anime), lancé a la dragona fuera del baño. Me tomé mi tiempo en vestirme, para luego salir con una toalla en el pelo.

—Si que tardáis los humanos —Kokoe pasó a  mi lado, con una galleta en la boca, se dejó caer en la cama. Era monísima— sois muy poco prácticos.

—Bueno —seguí yo, un poco molesta— si has terminado de insultar a mi antigua raza, vamos a dormir.

—¡Sí! —se metió debajo de las sábanas como un ratón en una madriguera.

Me reí un poco y me tiré a la cama también, solo había compartido cama con una persona… Al. Dios, quería verlo. 

—Si quieres verlo… Yo puedo hacerlo —dijo Kokoe, saliendo de debajo y colocándose a mi lado, tumbadas paralelas. 

—¿Lees el pensamiento? —pregunté, acariciando su pelo negro y largo.

—No, es que estabas hablando en voz baja.

—Ups —me tapé la boca con las manos y ella empezó a reírse.

Nos levantamos y sentamos la una frente a la otra.

—Concéntrate en la imagen más reciente que tengas de él, voy a crear un pequeño portal de cinco minutos para que os veáis.

La abracé.

—Oh, gracias Kokoe, no sabes el favor que me haces.

Ella sonrió, pero mi sonrisa se esfumó.

—Si haces esto por mí… ¿Te irás?—le estaba cogiendo cariño a la dragoncita.

Kokoe miró al suelo un poco pensativa, luego me miró y dijo.

—Digamos que te debo un favor mucho mayor, este no es nada.

—Jeje.

Me concentré en Al, en lo mucho que quería verlo. Kokoe giró las manos y formó un pequeño espejo. Me lo dio, pero lo que vi fue raro…

El amanecer de un día peludo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora