La espalda de Kokoe era muy fuerte, confiaba en ella, pero ¿Quién no tendría miedo de volar a tres kilómetros de altura, sin ningún tipo de sujeción? Miré a las nubes, tan blancas, puras… Pero todas me recordaban a Alard, estaba rota por dentro, pero me había decidido, no iba a llorar más por una máscara vacía, era definitivo. No haría el ridículo, no buscaría el consuelo de mi clan, no dependería de nadie. Era obvio que no podría sonreír y hacer como si nada pasara, lo quería tanto…
¡No!
¡Eso ya se acabó!
¡No llores! ¡No llores! Pum
Me di un tortazo, que sonó tanto que Kokoe giró su enorme cabeza para mirarme.
—Señora…
—¡No pasa nada! Es… Una torta de ánimo —le dije, sonriendo y con mi mano sobre la mejilla— cada vez que piense en él.
—Pues se te va a quedar marca —abrió un poco la boca, como si riera. Le pateé la grupa.
—Vamos a necesitar cuerdas —dije al ver mis manos sangrar, agarrarse a las escamas de un dragón no era muy beneficioso para el “cutis” de las manos— a este paso, las manos se quedarán contigo.
—jejeje.
Volamos hasta llegar a una gran cueva, Kokoe me explicó que vivió allí muchos años, escondida de los humanos y los de la “súper manada”.
Nos sentamos cerca de la entrada, una a cada lado de la apertura. Mi dragona comenzó a narrar:
Hace ya setecientos años, en la antigua China, dejó de llover. Y todo por que el Dios del Agua decidió ir a otra región de viaje. La tierra se agrietó, secó y perdió los minerales, la hierva desapareció y los árboles se marchitaron hasta el astillamiento. Cinco enormes dragones, hermanos entre sí, contemplaron desde los cielos, no podían aguantar aquella situación. Ver a los humanos sufrir de esa manera les parecía desgarrador. Los cuatro mayores decidieron ir a hablar con el Dios del Agua, para que trajera lluvia. Pero el dragón más joven, no quería a los humanos, le parecían codiciosos y egoístas. Por lo que decidió no ir.
Los hermanos llegaron al templo del Dios del Agua, este estaba recostado en una gran nube. los dragones le explicaron qué pasaba, pero él no quería levantarse.
Pasaban los días y los humanos morían de hambre, el dragón más pequeño, harto de que sus hermanos le repitieran que debía ayudar, propuso coger unas cuantas nubes de lluvia y llevárselas a los humanos. Así hicieron, agarraron cinco grandes nubes negras.
Los humanos estaban felices, pero el Dios del Agua enfureció tanto que cogió a los cuatro mayores y ordenó que se sepultara a los cuatro dragones bajo cuatro montañas. El pequeño, fue ignorado por su pequeño tamaño y color blanco. Así que, a pesar de que se quejó, lo único que consiguió fue ser expulsado. Y así, el dragoncito blanco, observó como encerraban a sus hermanos y estos se convertían en cuatro grandes ríos. Sin poder hacer nada, voló lejos hasta llegar a una península, que de aquella se llamaba Hispania.
Increíble, yo sabía esa historia, era la leyenda de los cuatro ríos de China. Pero en la leyenda que yo oí solo había cuatro dragones.
—Kokoe, ¿tú eras el dragoncito blanco? —me acerqué a ella y le cogí una mano— ¿Tus hermanos eran los dragones?
— Sí.
Pasamos un rato sin hablar. Ella se agarró la camiseta.
—¿Te sientes culpable por haberles dado la idea? —la miré seriamente y pegué su cabeza a mi cuello— ¿Crees que fue culpa tuya?
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El amanecer de un día peludo (editando)
Novela JuvenilA la pobre Nala, su novio la dejó con una estúpida frase, al llegar a casa, se da cuenta de que está más sola que nunca. Lo que nunca se esperaría, sería que conocería a un chico guapo que acabaría siendo el comienzo de su nueva vida.