capítulo 4 p. 2

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¿Qué debía hacer? ¿Qué era mejor, creerlos y arriesgarme; o no creerlos y arriesgarme a que esos lobos extraños me volviesen a atacar? Estaba hecha un lío. ¿Y si simplemente moría de las dos maneras? Lo que tenía claro era que no podía escapar. Miré a Al, que me dedicó una mirada llena de esperanza, cosa que me hizo sentir peor, casi consiguió que me echara la culpa a mí misma.  Di unos pasos hacia Carla, la miré y le pregunté:

--¿Como pudiste?

--Espera, hablaba de que te engañé para poder convertirte en loba...

--Te consideraba la hermana que nunca tuve y me apuñalaste por la espalda --no se imaginaba lo mal que me hizo sentir, ambas vivimos tanto juntas... Me costaba creer que sólo era un truco, una farsa. ¿Cuántas veces me pondría verde a mis espaldas?

Abrió los ojos y apretó la mandíbula, levantó la mano y dijo.

-- Y lo soy, lo soy y siempre lo seré -- todo el mundo me miró, paseé la mirada por la de los demás, en su diferencia de expresiones, no vi ni una pizca de engaño. Suspiré de manera sonora y sonreí con cansancio.

-- De acuerdo, os creo, puse una mano en su hombro y le sonreí ampliamente, con malicia-- Pero vas a tener que explicare varias cosas, y no te perdonaré por menos de dos vestidos y un chocolate con churros.

Os ahorraré la tontería de como nos reconciliamos y Carla me abrazó casi hasta el estrangulamiento, enseñándome lo terrible que puede ser una loba. Volvimos a la cabaña, me senté en la mesa de la cocina, sin ningún tipo de vergüenza, esparciendo las cosas que estaban allí y amenazé:

--Ya estáis contándome lo de "matarla cuando duerma" --una sonrisa pilla se me escapó, iba a ser divertida su explicación.

-- Verás --empiezó Alard-- tú de momento no eres una loba completa, digamos que eres la etapa intermedia entre un lobo y un humano, el arañazo te cambia el ADN y lo mezcla con el de nuestra especie. Tu parte humana sí que está viva, sigue dentro de ti, y no permitirá que tu poder salga al 100%.

-- ¡Qué bien!--digo desanimada-- no valía que me hicieras un arañazo enorme, sufriera un colapso y mordiera un... ¡Algo! de ojos raros. Es mi día--resalté la palabra día-- de suerte.

--A ver... sigamos con el tema. En vuestra etapa atraéis a los bichos más raros del territorio, esa cosa que te atacó era... como decirlo... un asesino sin cerebro.

--¿Un "qué"? --pregunté-- ¿tipo zombie? ¿me ha mordido un zombie? ¡Y si me convierto en algo de eso! 

-- No te montes películas tú sola... Es como si a una criatura le metieras en la cabeza un chip que le mandara matar, matar y matar --esa fue la explicación de la loba-jarrón-- si es que ya sabía yo que era tonta, no vale para nada.

--Perdona a Kan, últimamente su boca y su cerebro no se hablan --dijo Toni-- es normal --gritó lo último mirando a la bajita-- que no sepas nada, acabas de empezar con este estilo de vida. 

-- Bueno, pues que para poder ser una loba completa --la cara de Alard se tensó ante la declaració de Kan-- tu parte humana debe morir.

--¿¡Qué!? --chillé tan alto que Kan retrocedió, tropezando con una silla y sujetándose a la mesa para no caerse-- ¡Joder! ¡No es justo! ¿Tengo que morir? ¿No he pasado ya suficiente? 

--Cálmate, todos aquí lo hicimos --Alard se aercó y me rozó la cabeza-- no dejaré que mueras, soy el que te metió en esto, si te pasara algo no me lo perdonaría.

Me tapé la cara con las manos, no quería, pero empecé a temblar, no tendría que haber salido de fiesta. Tendría que haber ahogado las penas en helado, si no hubiera estado borracha... Puede que consiguiera escapar y... Qué digo, en mi forma humana no hubiera durado ni un segundo contra Alard. 

--Joder, ¿cuándo va a acabar esto? Yo solo quiero acabar ya de sufrir...

--Nala --lo miré, estaba muy serio-- juro que, después de esto, no sufrirás más. Somos una manada, te vamos a proteger. 

Levanté la cabeza justo a tiempo para cuando Al me abrazó, aguanté la respiración por la sorpresa. Me tocó la mejilla y sonrió, con una sonrisa tan amplia y deslumbrante como la de un famoso. Suspiré, a pesar de lo que estaba pasando, Al sabía cómo alegrarme.

Dos días después, la ceremonia comenzó a las nueve en punto, me contaron que la primera parte del ritual era hablar con los miembros de la manada (aunque no con todos gracias a Dios, creo que son unos mil individuos) Empezé a hablar con Kan, me fijé en ella, pelo largo y rubio, exageradamente bajita y con una nariz como una catedral de grande. 

--La verdad es que me caes mal--comenzó Kan, con su voz super femenina, que me daba tanta envidia, el resto... Um, no-- no me gustas.

-- Si te soy sincera...--seguí yo, sin darle gran importancia a lo que me acababa de decir-- tú a mí tampoco, pero tengo la sensación de que algún día nos llevaremos bien, llámalo premonición. 

Ambas estábamos sentadas a la orilla del río, yo me agarraba las piernas con los brazos y ella miraba arriba.

--No me gusta.

--¿Eh?

-- La manera en la que Al te mira --miró hacia un lado y puso una pose incluso más profunda que la de mi padre al ver un partido de fútbol-- él y yo os conocemos desde hace cuatrocientos años, a ti te conoce desde hace cuatro días y ya te mira de esa mane-- no pudo terminar, pues Carla llegó y (casi la lanzó por los aires). Carla, al igual que yo, era la típica adolescente española (claro, si se puede decir que alguien de seiscientos años es una adolescente) de pelo castaño, ojos profundos y marrones, estatura media y caráter fuerte.

-- Carla --empezé yo-- la verdad es que te he perdonado, pero realmente no me fío de ti.

-- No te culpo --su reacción me sorprende bastante-- pero tienes que entender que sufro mucha presión, ser jefa de un clan no es fácil.

--¿Clan? Creí que érais una manada.

--Si, pero para mantener el control, el líder de la manada nos dividió en clanes. Nosotros somos del clan Cascada y fentro de poco tú lo serás --me dió unos toquecitos con los dedos en el hombro, pero yo no podía parar de pensar que iba a doler.

El tiempo que estuve con el joven de pelo negro, ojos verdes y unos pectorales de cuidado, llamado Toni, fue inesperadamente interesante. Hablamos de los libros que más nos gustaban, los géneros más vendidos... Por primera vez desde que me sucedió aquello, sentí que sintonicé con alguien. Después de un buen rato, me tocó hablar con Alard. 

Se sentó a mi lado, yo me moví un poco, ya tenía unas cuantas piedras clavadas en el trasero. 

--Han pasado muchas cosas eh...

--Muchas --él parecía deprimido-- demasiadas para mi gusto.

--Oye, hay algo que te quiero decir.

--¡Oh!, como en la tele...

--Deja de bromear, quiero saber como va a ser la prueba y... como voy a morir.

Sus facciones se tensaron tanto que parecían ir a romperse. Yo lo haré-- lo miré atónita, cosa que no mejoró mucho la situación.  Hablamos y conté un repertorio de chistes, que lo relajó un poco y a mí me sirvió para asimilar lo que me iba a pasar.

Y finalmente llegó la hora de morir. Entré a la cabaña con el vestido azul favorito de Kan (que me dedicó una mirada asesina) Me tumbé en la cama, ahora entendía lo que decía Carla y, hubiera preferido morir en la cama, sin todos estos nervios y emociones cruzadas. Alard entró con el corazó en un puño, en el otro, un cuchilo jamonero tan grande que me paralizó, si es que no lo estaba ya. Me miró con cara de " Te juro que me va a doler a mí más que a ti". Lo que fue jodido de verdad, cuando me clavó el cuchillo en la garganta. 

El amanecer de un día peludo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora