Capítulo 17

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—¿Kokoe? 

Kan se lanzó a mi dragona, que cerraba las fauces sobre mí. Un cuerpo en movimiento me agarró, rodamos hasta alejarnos de mi desbocada dragona. Jonah me había atrapado en el aire, yo estaba temblando. ¿Kokoe me atacaba? ¿Por qué?

—¿Qué rayos le pasa? —gritó Jonah y, al levantarse, descubrí que él tenía un diente clavado en el costado.

—¡Jonah! No te muevas — me acerqué y contemplé el diente, al principio no vi nada del otro mundo, pero después, observé unas líneas blancas recorrer el diente— mira esto.

—¿No ves que está clavado en mi torso? ¡Sácalo!

Tiré del diente con fuerza, él gruñó y trató de no mirar la sangre que brotaba. Me saqué la chaqueta vaquera y se la puse en la herida. Usé un palo para apretarlo y que el sangrado cejase. 

—Gracias —le dije mientras me levantaba y empezaba a correr— te prometo que la detendré.

—Más te vale…

Mientras corría, me debatía entre sacar la pistola o no.  No permitiría que ella hiciera daño a la manada, pero no quería matarla, no después de todo lo que pasamos juntas.

—¡Kokoe! —ella dejó de pelear con Kan y Romy, me miró y rugió— ¡Basta ya!

Cada paso que daba hacía a la tierra temblar y me obligaba a botar. Se iba acercando a mí, corregí a mi cuerpo, que me gritaba que corriera lo más lejos posible, después de todo, era un dragón de más de noventa toneladas corriendo hacia mí, con unos dientes enormes. Levantó una garra, ni me molesté en esquivarla, pues paró a escasos centímetros de mí.

Puse mi mano en una de las uñas, que tranquilamente, era dos veces mi altura. Le acaricié con ternura la almohadilla y le sonreí.

—Está bien, soy yo, Nala. Mira, Kan esta allí —Leya se acercó a mí y se apoyó en mi pierna. Kokoe volvió a rugir— ¡Ya basta! Tienes que imponerte.

Lo último que grité rompió los lazos blancos que la rodeaban. Fue disminuyendo poco a poco, con los colmillos extendidos y las manos en dos puños. Nos miró, arrugó la expresión con tristeza, parecía culparse a sí misma. Intenté decirle algo, pero una fuerza me detuvo ella lo notó y, al ver que otro lazo le surcaba los brazos, salió corriendo. Me mordí el labio, quería ir tras ella, pero lo primero era la manada ¿qué narices nos había pasado? Me daba rabia estar siguiendo la ley del comandante Zhang.

—¡Nala! —Jean tenía la cara arañada— ¿Estás bien?  

—Sí, no pasa nada, debe hacer sido un conjuro de alguna bruja mal nacida, luego iré tras ella —mi voz se iba quebrando.

—¿Y tú?

—Claro que estoy…

Miré mi pierna derecha, un lazo blanco (igual al de mi dragona) subía por ella, hasta llegar dolorosamente a mi cuello.  El dolor me invadió y lo miré antes de caer hacia atrás y que me sujetara con esfuerzo. 

—¡Nala! ¡Nala! —me sacudían, pero no reaccionaba. Distinguí a Jonah, Leya y Ana a mi alrededor, Jonah sangraba y era culpa mía— ¡Reacciona! ¡Kan! 

Abrí los ojos de golpe cuando oí eso, miré a Kan, en brazos de Carlos y totalmente paralizada, ella me miró también y gritó:

—¡Ayúdame!

—¡Kan! —mi voz sonó quebrada y dolorida, estiré la mano hacia ella y el lazo blanco lo envolvió. Una lágrima me surcó el rostro. 

Hubiera dado cualquier cosa por poder moverme e ir con ella…

El amanecer de un día peludo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora