El padre de LeBron se fue antes de que este naciera. Al enterarse de que su novia estaba embarazada decidió probar suerte en un barco de pesca que salía a mar abierto con la promesa de riquezas, nunca volvió.
Una tormenta se llevó el barco y los sueños de darle a su hijo una vida lejos del barrio de negros en el que nació.
No dejó nada más que una casa vieja donde vivir, la madre de LeBron al darse cuenta que este no volvería, trajo a su madre a vivir con ellos para que le ayudar a criar a su hijo y no sentirse sola.
LeBron nació en medio de una tormenta en esa misma casa, su abuela murió dos meses después. Su madre creía que le traía mala suerte, por eso cuando un proxeneta la invito a trabajar con él no se quejó, tomó lo que la vida le ponía enfrente, la vida también le puso frente a la marihuana y cocaína al poco tiempo.
Cuando tenía cinco años, su madre le dio su primera golpiza, fue brutal. Se quedó dormido después de llorar muy bajito toda la tarde, a partir de entonces las golpizas fueron frecuentes, ya fuera que su madre no encontrara sus cigarros a tiempo o LeBron se atravesara en su camino en un mal momento.
Al cumplir los siete, el proxeneta de su madre fue baleado en una esquina y esta se independizó, traía los clientes a casa.
A LeBron se le dio la orden de no salir de su habitación cuando un hombre estuviera en casa, cuando escuchaba gritos y golpes se escondía en el armario esperando que todo pasara, cuando el silencio reinaba de nuevo, salía con la esperanza de que su madre estuviera muerta.
Muchas veces se avergonzaba de ese deseo, pero cuando las palizas volvían, rogaba a Dios que se apiadara de él de alguna forma, matándolo a él o a ella.
Cómo toda buena madre, enviaba a su hijo a la escuela y eso fue lo mejor que pudo pasarle a LeBron, las horas en la escuela eran el paraíso, en ese lugar nadie le golpeaba o gritaba sin razón. Al contrario, sus maestros creían que él era un chico inteligente y con el apoyo correcto llegaría muy lejos, él se imaginaba que todo era posible.
Se veía a sí mismo como director de una importante empresa, en una gran casa con jardín en alguna ciudad más al norte, donde su madre no pudiera encontrarlo.
Ella era el monstruo de las pesadillas de LeBron, pero no se lo decía a nadie, él sabía que los niños que no tiene padres lo pasan aun peor.
Una tarde al volver de la escuela, encontró a su madre ebria rompiendo las pocas cosas que quedaban en casa, se golpeaba el estómago enfurecida, unos meses después se dio cuenta que su madre estaba embarazada, durante ese tiempo recibieron ayuda de la iglesia del barrio, su madre no tenía idea de quién era el niño y perdió muchos clientes por ese entonces, tenía que salir a buscarlos más lejos dijo.
Cuando el bebé nació su madre lo trajo del hospital y lo puso en la habitación de LeBron, a este le gustaba cuidarlo y esperaba que su hermano jamás sufriera una golpiza como las suyas, él se encargaría de eso.
Llamó al bebé Kobe, era tan oscuro como su madre, no como LeBron que era más claro que la mayoría de los chicos del barrio, pero sus rasgos eran innegablemente de negro y era tan fiero que nadie se atrevería a decirle lo contrario.
Aprendió a defenderse a temprana edad, a los once años ya tenía una reputación, nadie se metía con Le Brown como le llamaban los chicos del barrio, incluso sus maestros lo llamaban así, nunca fue su intención ser visto como un pandillero, las circunstancias lo orillaron, si quería que alguien lo dejara en paz la única forma era ser el peor.
Cuando Le Brown tenía 12 años Él llegó a casa con su madre, para esa edad Le Brown ya sabía lo que era la prostitución y que su madre la ejercía, no quedaba nada de la ignorancia infantil, con ese dinero ella inyectaba en sus venas la muerte, después de que los hombres se largaban ella salía a comprar su veneno y pasaba días en el letargo, él tenía que salir a buscar comida en las calles, por eso cuando ese hombre llegó fue una bendición para él.
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LA VIE DE COULEUR
RomanceLe Brown cuando era un niño sólo conoció la generosidad de su mano, el amor en sus caricias y el calor en su brazos. Nadie le dijo que el precio que ese hombre pagaba por él la vida se lo cobraría con creces, que la pasión consume, las caricias son...