Verde

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El cuerpo de Le Brown comenzó a cambiar, ya no era un niño delgaducho y desgarbado, sus brazos se llenaron y sus piernas se tornearon. 

A ojos de las chicas se estaba volviendo un jovencito apuesto, pero con el crecimiento llegó la incertidumbre, ¿Qué acaso a su hombre no le avía gustado como era antes, que pasaba si al crecer dejaba de gustarle, si dejaba de visitarlo y cuidar de él?

Su temor más grande era el disgusto de su madre, que haría él contra la furia de su madre si llegaba a perder a su benefactor como le gustaba llamarlo, este último año podían pasar por una familia normal, incluso asistían a la iglesia los domingos y eran invitados a los eventos escolares.

¿Le llamarían egoísta por soñar con una vida normal?

Una tarde cuando el hombre llegó a su habitación, traía impregnado en él, el olor dulce y empalagoso que los bebés desprenden, un nudo de algo desconocido hasta entonces se instaló en el vientre de Le Brown, esa tarde fue en especial complaciente y enérgico hasta que Derek cayó dormido, normalmente  ese tiempo el chico lo utilizaba para regodearse en su calor y cuerpo, descansaba sobre su amplio pecho y comparaba los latidos de su corazón con los del mayor, los de este siempre fueron más relajados, como si fuera un oso invernando en su habitación. Pero esa tarde con mucho cuidado Le Brown salió de entre los brazos del hombre y bajó de la cama sin hacer ruido, de puntillas y aguantando la respiración busco en los bolsillos de los pantalones hasta encontrar el delgado teléfono de este.

La mente de los jóvenes es una cosa maravillosa, es como una esponja seca que absorbe todo lo que se pone a su paso, si ese chico es curioso llega a ser un peligro para sí mismo.

Le Brown se dio cuenta tarde de su error, tomó el teléfono que, aunque más sofisticado y reciente que el suyo no fue difícil de descifrar y comenzó a hurgar en él, si su curiosidad no hubiese sido tanta, si Le Brown se hubiera conformado con lo que la vida le estaba dando, no hubiera conocido el dolor a tan temprana edad, pero él era curioso como cualquier chico de su edad.

No pudo resistirse a revisar los contactos, donde no encontró mucho, ninguno denotaba algún amor en especial, pero se regodeo al encontrar el suyo con su nombre "Le Brown", debió parar allí, pero no se resistió a ver las fotos.

Al principio nada le pareció interesante, algunos lugares bonitos, el cielo en muchos casos, nubes de atardeceres e incluso algunas de la playa, se puso a soñar despierto con visitar esos lugares al lado de su hombre, porque en su mente como en la de cualquier enamorado, lo sentía suyo.

Estaba a punto de dejar el teléfono cuando una carpeta llamó su atención, un cosquilleo extraño atravesó su cuerpo, fue como estar frente a una serpiente que te hipnotiza con su mirada, un ligero roce de su dedo y la abrió, desde la pantalla un hermoso bebé de ojos verdes le sonreía, a veces con un gorrito de marinero, otrora con un mono amarillo, pero en cada una de las fotografías, feliz. Siempre sonriendo al fotógrafo, a su padre.

No era dolor lo que lo atravesó, era otra cosa.

Algo húmedo y escurridizo le atravesó el cuerpo entero, era algo frio y repugnante que le susurraba al odio "él no es tuyo", debió parar, su corazón le pedía que parara, pero la curiosidad pudo más, tres deslizamientos después ella le sonreía también y era hermosa, su cabello caía en hermosos risos alrededor de su rostro, ese hermoso rostro en forma de corazón, con esos labios en una alegre sonrisa, vestía un vestido blanco con pequeñas flores lilas, y estaba apoyada en ese cuerpo que él conocía tan bien, pero que la abrazaba como a él nunca lo haría, no supo bien que fue, si los brazos alrededor de su cintura que lo estuvieron sosteniendo hace sólo un momento o la sonrisa que él nunca había visto hasta entonces, pero algo se instaló en su pecho, fue un dolor tan verde, cerró sus ojos y sólo pudo ver verde.

LA VIE DE COULEURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora