Pasaron dos meses cuando su madre perdió el control, así que Le Brown tomó un poco de dinero de sus ahorros y al pequeño Kobe y fue a casa de la vieja señora Flynn para que esta les preparara una buena comida, ella al verlo golpeado y sucio intento llamar a la policía pero Le Brown le rogó que no lo hiciera, los chicos en casas de acogida la pasaban peor, además el amigo de su madre pronto volvería y todo volvería ser como en los últimos años, sólo tenia que prepararles algo de comer por ese día y tal vez el siguiente, él tenía dinero suficiente, pero si su madre lo encontraba se lo quitaría todo.
La amable mujer sabía más de lo necesario, era una mujer con demasiado tiempo libre y se daba cuenta de lo que ocurría en esa casa, pero no era quien para juzgarlos, desde que ese misterioso hombre apareció los gritos cesaron y los niños estaban mejor, podía imaginare lo que pasaba detrás de esas puertas cerradas cuando la madre del chico salía de casa para dejarlo a solas con ese hombre, pero el jovencito parecía encantado, mas de una vez lo miro lanzarse a los brazos de ese hombre con una sonrisa en los labios.
No dudó en ayudar a los niños, a su edad lo único que podía hacer era darles de comer o llamar a la policía, pero si el chico decía que estaba bien, que así sea, era un jovencito fuerte y maduro, esa mujer no se merecía unos hijos como ellos.
Les preparó un delicioso estofado caliente y pasaron toda la tarde con ella.
Mientras la vieja señora Flynn tejía una cobija con el pequeño Kobe en su regazo Le Brown veía por la ventana con hastío esperando que el conocido auto oscuro aparcara frente a su casa, tenía un dolor desconocido hasta entonces en el pecho, un dolor que le provocaba fríos y lo dejaba sin aliento, tenia ganas de rasgarse la garganta para que el aire entrara a sus pulmones pero no podía siquiera mover sus manos, comía para ponerle el ejemplo a su pequeño hermano, pero la comida no tenía sabor en su boca.
Por la ventana miraba a la gente correr a su casas pues la lluvia comenzó de pronto, de un momento a otro las nubes ocultaron el sol y un relámpago atravesó el cielo, el pequeño Kobe se estremeció en el regazo de la vieja Señora Flynn y Le Brown tubo un mal presagio, salió corriendo de la casa de la anciana y entro a la suya por la puerta de la cocina, todo estaba en silencio, pero eso solo le hiso ponerse mas de nervios, entró en su habitación y la encontró revuelta, con su ropa regada por todos lados e incluso el colchón de su cama volcado y el suelo la caja en la que tenía guardado el dinero que su hombre le daba se encontraba vacía.
Seguro fue su madre, que en la desesperación por ese vicio que la mantenía esclava entró a buscar el dinero después de que el saliera de casa, era cuestión de tiempo, él bien sabia que ese vicio la dominaba, así como Derek era su perdición la de su madre era el veneno que se inyectaba en las venas, en eso se parecían ambos, ambos eran adictos, él a un hombre y ella al polvo blanco y al marrón. Pero el reconocimiento de ese mal le llegaría tarde a Le Brown, de momento solo le preocupaba que el verdadero botín estuviera a salvo, corrió al armario y busco dentro la tabla floja, la desprendió y se aseguró que los paquetes con dinero que escondían estuvieran a salvo y así fue, lo que su madre tomo fueron solo unos tres mil dólares que tenia en esa caja, pero en el armario tenia mas de quinientos mil, los tenía guardados para cuando fuera mayor irse con su hermano lejos y huir de esa mujer que no hacia mas que consumir su vida y arrastrarlos en ello.
Aseguró bien el escondite y se dispuso a ordenar su habitación de nuevo, aun guardaba la esperanza de que su hombre apareciera y no quería que encontrara ese desorden.
Mientras ordenaba imaginaba que Derek atravesaba esa puerta y sin decir palabras lo tomaba en sus brazos y se recostaba en la cama con él, dormían abrazados y despertaban a la luz de un nuevo día, pero la noche llegó y el frio con ella, la soledad le susurraba al ido que Derek no volvería y él se pudriría en ese barrio de mala muerte solo.
Un relámpago inundó su habitación de luz blanca, y lo trajo de vuelta a la realidad, una realidad en la que tenía que hacerse cargo de su hermano hasta que su madre apareciera de nuevo, así que salió de su casa en medio de la tormenta y atravesó el jardín hasta la casa de la anciana para recoger a su pequeño hermano, pero al llegar empapado esta le preparó un baño y no dejó que se fueran, la vieja se imaginaba que la madre no estaba en casa y eso niños se quedarían solos hasta que apareciera, para ella la compañía era bienvenida, además se lo debía a ese hombre, se lo prometió.
Al día siguiente Le Brown se fue a la escuela y dejó a Kobe a cuidado de la anciana, esta antes de que saliera le preparó el desayuno y le puso comida para el almuerzo, su madre nunca lo había hecho, Le Brown sintió una calidez en su pecho que le reconfortó el resto del día, es fácil acostumbrarse al cariño dado después de una vida de indiferencia, por eso Le Brown no sintió el tiempo pasar, una semana, dos, incluso tres, bajo el cuidado de la anciana no extrañaba a su madre al contrario, se sentía libre de una carga que no sabía que llevaba sobre sus hombros, pero la vida no nos da felicidad sin un precio a pagar.
Y la vida se lo cobró una tarde al llegar de la escuela, cuando un par de policías tocaron a la puerta, eran un hombre y una mujer de color, pues tenían que serlo, solo los policías de color entraban a ese barrio, los blancos no querían verse envueltos en problemas de negros, por eso ese par de policías estaba en la casa de la señora Flynn, por problemas de negros, una mujer negra con la identificación de la madre de los chicos fue encontrada en una bodega en avanzado estado de putrefacción, por las jeringas que estaban cerca de donde fue encontrada deducían que pudo ser un caso de sobredosis, pero como el cuerpo estaba ya muy deteriorado e incluso fue devorado por algunos animales, necesitaban testimonio de los chicos, saber si su madre estaba desaparecida.
Los policías habían estado tocando en la casa de la supuesta victima pero al no recibir respuesta estaban ahora en la puerta de la señora Flynn dándole la noticia a un muy sorprendido Le Brown, antes de que la anciana llegara a la puerta Le Brown ya les estaba diciendo que no podía ser su madre, ella salió a trabajar esa mañana dejándolos al cuidado de la vieja, y si esa mujer que encontraron llevaba su identificación fue por que a su madre le robaron el bolso hace mas de un mes, afortunadamente cunado la señora Flynn llegó a la puerta fue para confirmarle a los oficiales lo que Le Brown decía, y estos se retiraron con la promesa de volver si fuera necesario.
Las emociones que invadieron a Le Brown fueron abrumadores, lo primero que pasó por su mente fue su hermano, no quería ser separado de él, el miedo, la ansiedad y bajo todo eso, el alivio de saber que ella ya no existía, pues desde el momento en que miro de soslayo la foto que traían los policías reconoció el vestido violeta con el que su madre salió el día que le dio su ultima paliza, la calma que se instalo en su pecho fue como aquella que sucede después de un gran desastre, cuando el silencio queda al igual que los despojos de lo que alguna vez fue un lugar hermoso, él era las ruinas abandonadas del hijo de su madre, ahora que ella ya no existía podía ser alguien más, brotar como las pequeñas hiervas tras un incendio o las flores cuando la primera llega y derrite la nieve de un frio invierno.
Le Brown tomó a su hermano en brazos y se recostó en el sofá, abrazado a su hermano, recordó los golpes, los insultos, el frio y el hambre, recordó las noches en las que rezaba al Dios que fuera que la alejara de su vida, y ahora que por fin se había ido se sentía tan ligero que si la tormenta regresaba él se iría con ella.
En la otra habitación la señora Flynn levantó el teléfono y marcó el numero que hace tres años ese misterioso hombre le entregara, su Dios la perdonaría, ella no dejaría a esos chicos solos ya era demasiado vieja para cuidarlos ella misma, tal vez ese hombre era malvado, pero era en estos momentos un mal necesario.
Respondió al tercer timbrazo.
- Diga.
Esa voz carente de sentimiento o emoción le respondió desde el otro lado y por un momento dudó, volteó a ver a los niños en el sofá y después a sus manos arrugadas y manchadas por la edad, así que antes de que el hombre colgara habló.
- Ella esta muerta y ellos solos, lo necesitan.
La llamada terminó sin respuesta del otra lado, pero una ráfaga de viento azotó en la puerta, estremeció las ventanas y movió el viejo candelabro, él vendría.
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LA VIE DE COULEUR
RomanceLe Brown cuando era un niño sólo conoció la generosidad de su mano, el amor en sus caricias y el calor en su brazos. Nadie le dijo que el precio que ese hombre pagaba por él la vida se lo cobraría con creces, que la pasión consume, las caricias son...