Verdes

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James tenía doce años cuando su padre tomó una nueva esposa, la odiaba.

Su madre le enseñó a ser amable y respetuoso con las personas, pero esa mujer era simplemente insoportable, cuando su padre se la presentó hace seis meses lo trató como si fuera un bebé, todo fueron críticas y opiniones sobre su persona, comparándolo con ella misma a la edad de James y con los chicos a su alrededor, le dijo como "sugerencia" que debía de cortarse el cabello, que un chico tan guapo como él debería dar una apariencia más "masculina".

A sus quince años James se sentía muy cómodo con su cabello largo y su ropa entallada, gustaba de colores vivos y algunas veces incluso usaba un poco de maquillaje, su figura esbelta le favorecía con toda esa ropa de diseñador que le gustaba y algunas veces algunas zapatillas altas llegaban con todas sus compras, pero aun no se atrevía a usarlas, aunque sabía que se le verían fabulosas.

No le importaba lo que esa mujer opinara de su persona, él estaba muy orgulloso de sí mismo, podía ver en ella el desprecio, pero no le importaba, mientras su padre no dijera nada la opinión de esa intrusa le era indiferente.

Esa mujer no tenía un lugar en esa casa, solo era un adorno en ella, lo peor de todo era que su padre parecía no soportarla pues pasaba más tiempo en la oficina que antes, a veces incluso no llegaba los fines de semana y James se quedaba solo en esa enorme casa, rodeado de paredes frías y fotografías mudas, fotografías de una familia feliz que ya no existía, los sirvientes lo esquivaban al no saber como tratar con él ahora que ya no era un niño, y su padre vivía encerrado en esa ofician en la que se le tenía prohibido entrar.

Ya no pasaban tiempo juntos como antes, después de la muerte de su madre su padre se volcó por completo en el trabajo y no le prestaba atención, a veces fantaseaba con escapar a algún lugar remoto con algún hombre atractivo y fuerte que fuera capaz de protegerlo, a un lugar donde el cielo fuera tan azul y limpio que pudiera enviar toda su tristeza al espacio, dejándolo tan ligero que el viento pudiera mecerlo libremente por playas cálidas y desiertas.

Por eso amaba tanto a Kobe, con él planeaba todo eso, Kobe se había convertido en su príncipe azul, a veces deseaba de él un hermano y otras una pareja, era muy joven para eso, pero estaba dispuesto a esperar por él, aun no sabía si a Kobe le gustaban los hombres pues nunca hablaba de eso, pero tampoco lo insultaba cuando James admitía que algún chico le parecía lindo.

Y es que a sus doce años ya sentía atracción por los chicos, no se detuvo a pensar en si eso estaba bien o mal, su madre le dijo una vez que esperaba que fuera muy feliz, que luchara por ello, que la felicidad la encuentras en las cosas mas simples y las mas complicadas, pero es tan especial que al conseguirla ya nada más importa.

Ahora James entendía que era más difícil que eso, él creía que era feliz con su madre y padre, dormir entre sus brazos, recibir un beso de buenas noches había sido lo mas normal del mundo y ahora simplemente no lo tenía, algo tan simple como ser recibido por su madre al salir de la escuela ahora era un imposible, un sueño lleno de añoranza, jamás volvería a sentir el calor de sus brazos o tener su consuelo, su dulce voz no le llegaría con palabras de amor y cariño, su perfume no le rodearía el corazón en los días de lluvia y el calor de su pecho no lo cubriría en el invierno.

Al perder a su madre James también perdió a su padre, pues el hombre cálido y amoroso que fue algún día, ahora parecía yacer en la misma tumba que ella.

El hombre que entraba por esa puerta en las noches era un hombre frio y esquivo, que no volvió a darle una sonrisa o un abrazo, pareciera que la muerte de su madre fue un espectro que arrancó el alma del cuerpo de su padre dejando un cascaron vacío que vagaba por el mundo aparentando estar vivo.

LA VIE DE COULEURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora