Le Brown despertó en una cama tibia con sábanas frescas y un montón de gente moviéndose alrededor, los pasos de las mujeres eran ligeros en la alfombra, estaba en la habitación de su madre, reconocía el olor aunque ahora estaba muy ligero y lo cubría el olor del desinfectante, no quería abrir los ojos, tenía miedo, miedo de que esas mujeres que escuchaba caminar y susurrar estuvieran esperando que despertara para llevarlo a algún lugar lejos, prefería dormir, antes de que la conciencia llegara estaba soñando con un hermoso jardín lleno de flores en le que corría al lado de su hermano jugando y riendo, quería volver a ese lugar, quería sentir la hierva bajo sus pies una vez más.
Su hermano, él no había sufrido el maltrato de su madre, el jamás recibió un golpe de ella, Le Brown llegó a sentir celos y alivio, el amaba a su pequeño hermano, quería que este fuera libre y quería para él ese hermoso jardín lleno de flores y el cielo azul, el pequeño Kobe que disfrutaba de correr por la casa mientras su madre reía detrás de él con su vestido de flores al viento, al que ella le cantaba una canción antes de dormir y cubría con una manta tibia cuando tenía frío, debería despertar para él, pero no podía, el miedo y el dolor eran más grandes y ese lugar en sus sueños le parecía hermoso y seguro, quería volver a ese lugar.
- La fiebre pasó, pronto despertará, la vieja hiso lo que pudo, fue bueno que llamara, pensé que no libraría los últimos dos días, parecía que no quisiera despertar.
- Es mas fuerte de lo que se ve.
Esa voz, le atravesó el cuerpo como un relámpago, una descarga eléctrica le atravesó de pies a cabeza y una lagrima rodo por su mejilla, ahora más que nunca se negaba abrir los ojos, no quería verlo y ver la decepción en sus ojos de nuevo, no lo soportaría.
Prefería morir a decepcionarlo de nuevo.
Podía recordar el dolor de los golpes, las heridas ya habían sanado en su piel, pero estaban grabadas con fuego en su alma, aun podía sentir cada golpe del cinturón en su espalda y el rojo quería envolverlo de nuevo y esa mirada, la furia en sus ojos verdes, la decepción y el reproche.
Un acto estúpido y simple le costo su mundo, ahora sabia que no valió para nada el momento, el orgullo ni la pasión, nada mas importaba, ya nada mas le quedaba, no tenia orgullo, no tenia nada, ahora sabia que era el esclavo de ese hombre, la lección fue aprendida.
Escuchó la puerta cerrarse y las voces alejarse y se permitió abrir los ojos, un par de mujeres decoraban la habitación en colores claros, las cortinas y sabanas eran blancas y se dio cuenta que la cama y todo el mobiliario era nuevo, incluso las paredes estaban pintadas de blanco.
Intentó levantarse de la cama, pero estaba demasiado débil, una mujer al verlo gritó de sorpresa y salió corriendo llamando a gritos al médico, y él se volvió a desplomar en la cama, se sentía mareado, débil y hambriento, así que de nuevo cerró los ojos y volvió a dormir.
La segunda vez que despertó era de noche y un delicioso olor a sopa de pollo llenaba el ambiente.
- Sé que estas despierto, abre los ojos.
De nuevo su voz, Le Brown no pudo contener los sollozos que escaparon de su garganta y al sentir esa mano grande y cálida acariciar su cabello se aferró a su dueño y lloró.
Lloró de alivio, de saber que estaba con él, el hombre lo tomó en sus brazos como si aun fuera un chiquillo y dejó que llorara pegado a su pecho, lloró hasta que no salieron más lágrimas y fue entonces cuando habló.
- Perdón, por favor perdóneme, por favor no me deje de nuevo, soy solo suyo, no me deje solo otra vez.
- Come y duerme.
No podía comer, no quería dormir, no quería vivir si ese hombre se alejaba de su vida.
- No me deje, por favor quédese conmigo, prometo ser bueno y obediente, no me deje.
- No me iré, ahora come.
Le Brown sorbio las lágrimas y trato de contener los sollozos, se limpió la nariz con la manga de la camisa y se dio cuenta que tenía ropa nueva puesta, alguien lo vistió y lavó dormido, no se preocupó por ello, tomó el cuenco con la sopa y lo llevo a sus labios, bebía sin apartar la mirada del hombre, temía que todo fuera una mentira y al dejar de verlo este desapareciera de su vida, que lo dejara con el vacío en su pecho que ahora sabia no podía ser llenado con nada, la muerte de su madre o era una perdida, al contrario eso fue un alivio, pero perder a este hombre era un abismo de dolor y sufrimiento.
El hombre mientras tanto atendía su Tablet y teléfono mientras esperaba que el chico terminara, por lo que dejaba escuchar hablaba con abogados sobre custodias y propiedades, pero no podía entenderlo, en ese momento solo le importaba que ese hombre se quedara en su vida, nada más podía importarle.
Por que un chico no se pone a pensar en cuanto cuesta el techo sobre su cabeza, o en el futuro, su inocencia no les permite pensaren esas cosas, pero Derek si lo pensaba, tenia que dejar cubierta la tutela de esos niños sin levantar sospechas, quería asegurarles un techo y comida, se haría cargo de ellos y después, con los años, Le Brown lo pagaría, sería una buena inversión a futuro, las propiedades siempre lo son, y Le Brown era una valiosa.
Así que todo quedó resuelto con dinero, esos chicos ahora eran suyos, esa propiedad, incluso la casa de la vieja, a quien se le recompensó bien por su ayuda prestada y la venidera ya qué Derek le pidió cuidar a los chicos de vez en cuando, pues en los tres días que Le Brown estuvo inconsciente por la fiebre provocada por andar bajo la lluvia, Derek se hiso cargo de todo, personas de limpieza asearon el lugar, cambiaron muebles y repararon los techos y los pisos, la alacena fue llenada de comida así como el refrigerador e hicieron de ese basurero un lugar habitable, los abogados se encargaron de conseguir una guardería para el pequeño Kobe y un permiso en la escuela de Le Brown, ahora todos entendía que su tutor legal era un acaudalado hombre que se haría cargo de ellos como obra de caridad, un buen hijo de Dios con un corazón generoso.
La gente del barrio corrió el rumor de que ese hombre era el verdadero padre de Kobe, pues este hombre apareció en la vida de esa familia al poco tiempo de nacer el niño, seguro esta era su casa chica y ahora que la madre no estaba él se haría cargo de los chicos por esa razón, no podían culparlo, la mujer fue muy hermosa, pero tan vulgar como cualquiera de las esquinas, era entendible que solo fuera su amante, pero era admirable que se encargara de los chicos, un buen hombre decían por el barrio, un santo.
Cuando el cuenco estuvo vacío, el hombre colgó el teléfono y se recostó al lado de Le Brown, este se acomodó en su pecho y se sintió en calma, de nuevo pensó en la tormenta y la calma que llega después, incluso podía oler la tierra mojada y sentir la electricidad en el ambiente.
- Tu madre está muerta.
- Lo sé.
Le Brown lo sabía, pero poco le importaba, se avergonzaba de ello. Y si uno se avergüenza de algo ¿no es por qué eso está mal?
- ¿Cómo te sientes?
- Yo rogaba a Dios para que no volviera, cuando el monstruo en el que se convertía me atormentaba yo rogaba a Dios para que se la llevara, pero siempre volvía, llegué a pensar que un dios que permita que un monstruo así existiera o no era bueno o es sordo, pero ahora ella no volvió, y usted está aquí.
Le Brown jamás habló tanto con el hombre hasta ese momento, sin saberlo bajó todas sus defensas y con esas palabras se entregaba sin reservas a ese hombre egoístas y poderoso, Le Brown le daba la libertad para hacer con él lo que quisiera, con un suspiro que elevó el pecho de ese hombre en el que estaba recostado y con el sonido de un corazón fuerte y acompasado Le Brown volvió a dormir.
Volvía a ese lugar blanco lleno de luz y paz en el que la tormenta nunca lo atraparía, pues el sol era cálido y la hierba bajo sus pies fresca, pero olvido que para que la hierba esté siempre verde debe de llover de vez en cuando.
Y que una tormenta siempre puede ser el preludio de un huracán.
- Dios es sordo.
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LA VIE DE COULEUR
عاطفيةLe Brown cuando era un niño sólo conoció la generosidad de su mano, el amor en sus caricias y el calor en su brazos. Nadie le dijo que el precio que ese hombre pagaba por él la vida se lo cobraría con creces, que la pasión consume, las caricias son...