Era tarde, la luz dorada del atardecer bañaba la arena cálida bajo nuestros pies y se colaba entre los dedos mientras caminábamos, James era una beldad a mi lado, con su figura esbelta y cabello al viento, ya no era un niño, era un joven hermoso y delicado que se perfilaba sus ojos verdes y lucía brillo de labios, era hermoso.
Algunas veces paseaba por casa vestido con vaporosos vestidos o delicados trajes a medida, era un chico generoso y dulce, me recordaba demasiado a su madre, y eso me llena el pecho de una sensación que antes no conocía, es una especie de regocijo, orgullo y nostalgia.
Como en este momento en que luce un hermoso pareo en su cadera que se mueve con su vaivén y un delicado collar largo que acentúa su pecho varonil y delicado.
Me siento tan orgulloso de mi hijo, de su fuerza y su valor, se necesita tanto valor para salir a las calles cada día y soportar las miradas y los murmullos de la gente y aún asi ir con su mentón altivo caminando como si el mundo fuera suyo. Y lo es, después de que Le Brown nos dejara James se propuso ser un hombre fuerte y no dejar que nada ni nadie lo lastimara, dejar de ser ese niño que necesitaba ser cuidado y defendido para ser un hombre con la fuerza de un huracán.
Y estaba ese chico que en los días como hoy se volvía todo sonrojo y sonrisas tontas al saber a quién vería, con ese brillo enamorado en sus ojos.
Ese brillo en su mirada lo hacía lucir radiante, no puedo culparlo, yo también me siento feliz, yo también espero con ansias estos días, las vacaciones son sagradas para nosotros, es el momento en que nos reunimos de nuevo, como familia.
Por unos cuantos días, olvidamos todo, el dolor y el pasado y vivimos la ilusión del amor, nos olvidamos del mundo y escapamos a este pequeño rincón en el que volvemos a ser nosotros mismos.
Y ellos nos reciben con los brazos abiertos pero el corazón a resguardo, no podemos culparlos, les robamos demasiado, demasiado tiempo y demasiado amor, ahora es justo aceptar lo que estén dispuestos a darnos.
En nuestra tercera vista el dolor de mi pierna era casi insoportable, mientras James y Kobe charlaban en la playa sobre su futuro juntos Le Brown y yo los observábamos desde el barandal.
Hasta que el dolor de mi pierna fue insoportable y casi me deja caer allí mismo.
- No me di cuenta de cuán cansado estabas, ven te daré un masaje.
Le Brown se había vuelto experto en los masajes, supongo que fueron esos años esforzándose por que este viejo y cansado cuerpo no se pudriera en esa cama.
Con movimientos expertos untó el aceite en sus manos y lo calentó antes de comenzar a masajear firme y suavemente aliviando el dolor.
Estaba tan carca que podía ver cada una de sus pestañas y la dulce curvatura de sus labios gruesos que se fruncían en un pequeño mohín al hacer fuerza.
Afuera se escuchaba el mar y las risas de los muchachos que corrían por la playa intentando alcanzarse uno al otro cuando bien daban que estábamos atados por hilos invisibles.
Estos hilos que nos unen y nos atraen.
Puse mi mano en su nuca y sus ojos por fin me miraron. Estaba todo allí, seguía siendo mío, mío para amar y cuidar si es que podía derrumbar esas barreras que le obligué a construir.
Y lo besé, hubo un pequeño atisbo de duda, pero sus labios tocaron los míos con la misma suavidad de siempre.
- Espera, aun no puedo.
- Sólo es un simple beso.
Sonrió, una sonrisa que llegó de sus labios a sus ojos y me calentó él alma con ese calor que perdí el día que lo vi desde la puerta de mi mención subir a ese auto que lo llevaría lejos de mis brazos con la promesa de un tal vez.
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LA VIE DE COULEUR
Storie d'amoreLe Brown cuando era un niño sólo conoció la generosidad de su mano, el amor en sus caricias y el calor en su brazos. Nadie le dijo que el precio que ese hombre pagaba por él la vida se lo cobraría con creces, que la pasión consume, las caricias son...