Trazos

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Pasó un mes de rehabilitación y chequeos para que Le Brown pudiera llevar a Derek a casa, la habitación principal fue acondicionada con todo lo que se necesitaría, al principio Le Brown pensó que seria una fortuna lo gastado en su capricho, después se dio tiempo que era una gota en el océano, parecía una puesta de Ballet expertamente interpretada, sus palabras se volvían en acciones al decirlas, todos ansiosos por complacer, comenzó a comprender que tal vez Derek estaba tan acostumbrado esto que no se daba cuenta que no era dueño de todo y de todos, a él le costaba acostumbrarse a ser llamado Señor todo el tiempo.

Lo más difícil de todo fueron los niños, cuando Kobe y James entraron en esa sala de hospital y vieron a Derek en esa cama fue cuando Le Brown cayó en cuenta de la mortalidad del hombre, para James era su padre postrado en una cama sin saber cuándo despertaría o si es que lo hacía, par Kobe era un animal herido del que temía.

- Vámonos, podemos irnos ahora, dejémoslo todo atrás, él tiene dinero y personas que se harán cargo de él, vámonos.

Eso le dijo Kobe cuando James se quedó dormido después de tanto llorar, se sentía tan culpable del dolor y el terror en los ojos de su hermano, se dio cuenta del daño que le hiso al ser tan egoísta en su dolor, no se dio cuenta de nada, ahora podía verlo todo.

- Es tu padre Kobe, es el padre de James y se que no puedes entenderlo pero lo amo, lo amo y no lo dejaremos solo como él no nos abandonó cuando la adicta de nuestra madre murió, se que esto es difícil para ti, pero él nunca te lastimó, el daño que me hiso fue por que yo lo permití, lamento mucho no ser el hermano que te mereces, por no ser fuerte e independiente, pero no lo dejaremos.

Kobe se veía muy avergonzado después de eso, Le Brown entendió que por mucho tiempo Kobe tuvo que ser fuerte, independiente y sobrevivir sin su ayuda, que él estuvo tan envuelto en su mundo que su hermano sólo podía ver en Derek a quien le arrebató a su única familia, pero fue Le Brown el que lo dejó todo atrás, era tiempo de remediar eso también, era tiempo de darle a Kobe el lugar que se merecía en su vida.

A los seis meses, en esa misma habitación Le Brown montó su oficina, en la que sólo recibía al abogado principal de la familia, si era estrictamente necesario asistía a las oficinas de la empresa o alguna junta, todo trataba de hacerlo desde esa habitación sin dejar a Derek a solas, imaginaba que en cualquier momento despertaría y él tenía que estar allí para él.

Aprendió a darle los masajes que ayudaban a que sus músculos no se atrofiaran y que la sangre fluyera bien por sus miembros, los ejercicios para mantener su cuerpo en forma, incluso a cambiar los catéteres, se encontró recorriendo ese cuerpo con una experiencia práctica limpiando el sudor, recorriendo cada pliegue y recoveco de una forma no sensual, llegando a conocerlo mejor que el suyo mismo.

Algunas cicatrices se desvanecieron, otras no, pero era normal, por más que pasara el tiempo había cicatrices que se quedarían no solo en el cuerpo de su amante dormido, también en su alma.

- Señor, necesito que firme esto.

- Ahora no, es momento de mi siesta.

Su siesta consistía en acomodarse en el pecho de respirar firme y escuchar a ese corazón guerrero que se negaba a parar, ese sonido se había vuelto su mantra, lo que lo mantenía a flote en ese mar desconocido al que fue arrojado...no, al que el saltó.

Porque él tomo la decisión de quedarse, de hacerse cargo de él, de todo.

- Se que estás ahí, despierta, te extraño.

No podía encontrar su voz.

- ¿Podemos pasar?

- No, es mío váyanse.

LA VIE DE COULEURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora