Pagina IV: Jazmín blanco.

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Osomatsu miraba con suma atención como las manos de Karamatsu se movían con maestría entre los diversos ramilletes de flores que compondrían un nuevo arreglo de flores, un encargo que el de ojos azules había recibido hace dos días de parte de un hombre que pensaba darle aquel presente a su esposa por su aniversario. Era realmente impresionante y admirable ver como el joven florista ponía tanto empeño y amor a cada arreglo que hacía, por más pequeño o simple que fuera.

Ya habían pasado casi tres semanas desde que ambos se habían conocido por primera vez, durante aquel lapso de tiempo habían tenido la oportunidad de poder acercarse un poco más al otro, aunque a Osomatsu aún le seguía molestando el constante polen que había en el ambiente de la pequeña florería. Se había vuelto costumbre ya el ver a Osomatsu pasar sus horas de descanso en la florería de Karamatsu, o al de ojos azules ir a la librería a dejar algún pequeño presente para el de rojo. Aquello había surgido como un mutuo acuerdo entre ambos sin que lo hubieran concordado en palabras siquiera.

-Es realmente impresionante Karamatsu. -Elogió Osomatsu al momento en que el de ojos azules giró un poco el enorme adorno de rosas, inspeccionándolo cuidadosamente por si llegase a encontrar algún desperfecto o, en su defecto, llegase a faltarle algún otro ramillete. -Estoy seguro que el viejo estará muy complacido, aunque más bien será su esposa la que disfrute del obsequio.

-Heh, es imposible no quedarse maravillado ante mis hermosas obras de arte. -El de rojo simplemente contuvo una pequeña mueca, aun le costaba un poco acostumbrarse a los extraños arranques de narcisismo que su... ¿Amigo...? Tenía de vez en vez. Y ahora que lo pensaba mejor... aun y con la esporádica convivencia que había entre ellos ¿Karamatsu y él eran amigos? O mejor dicho ¿Karamatsu lo consideraba como a un amigo? - ¿Ocurre algo Osomatsu? Te noto algo distraído ¡Ha! Seguramente te has quedado sin palabras al observar tan sublime belleza que representan mis hermosas flores, pero ¿Quién soy yo para culparte? El desenfrenado encanto que...

-Karamatsu. -Cortó de forma algo abrupta el incesante monologo en el que el de azul se había sumergido. Karamatsu lo miró atentamente, algo confundido por el extraño tono de voz utilizado por el de rojo, pero alentándolo silenciosamente a que continuara. - Tu y yo... ¿Somos amigos, verdad?

El ambiente quedó bajo un mutismo absoluto durante unos cuantos segundos. Osomatsu lo miraba fijamente, con aquellos brillantes rubíes detrás del cristal de los lentes de montura roja que siempre llevaba puesto, esperando pacientemente por una respuesta. Karamatsu ladeo la cabeza, extrañado, para él era más que evidente que ambos habían entablado una amistad a lo largo del tiempo que llevaban conociéndose, aún y cuando éste fuera relativamente poco.

-Tú... ¿tú piensas que no somos amigos? -Osomatsu se palmeó la frente mentalmente ¿Quién diablos respondía a una pregunta con otra? Pero debía recordar que se trataba de Karamatsu y con el los esquemas simplemente no funcionaban. Se limitó a asentir, comenzando a hastiarse de aquella situación. Situación en la que él se había metido solo por andar haciendo preguntas innecesarias. -¡Por supuesto que somos amigos, Osomatsu! ¿Qué te hizo pensar lo contrario? ¿Actué de una manera que te hiciera pensar lo contrario? Yo...

-¡No! No, está bien, Karamatsu. -Lo frenó de nuevo, sintiéndose algo estúpido por albergar en su subconsciente ese tipo de dudas tan infantiles. -Es solo que... siempre que estamos juntos no hacemos otra cosa más que hablar de nuestros trabajos, o mirarnos trabajar, o cosas que simplemente no aportan nada a conocernos un poco más.

Aquella ultima oración pareció salir más como un susurro entre sus labios, el simple hecho de estar tratando ese tipo de temas le resultaba por demás incomodo, pero realmente apreciaba a Karamatsu, su compañía le agradaba mucho, además de que se divertía de sus incoherencias y actitudes algo raras, pero últimamente había llegado a un punto en el que la convivencia casual ya no le era suficiente, quería saber más, ansiaba saber más. Quería sabes sus gustos, sus miedos, si tenía familia o si salía con otros amigos, que música le gustaba, cualquier cosa por mas trivial que fuera, Osomatsu deseaba saberlo.

Karamatsu sonrió apenado mientras apartaba la mirada, un ligero carmín pintando sus blancas mejillas. Él también deseaba ser más cercano a Osomatsu, tenía muchas cosas que quería preguntarle, demasiados lugares a los cuales quería invitarle, pero siempre se detenía puesto que no conocía del todo los gustos del de rojo. Que tonto había sido, él había dado por sentado que ambos mantenían una amistad cuando en realidad no sabían absolutamente nada sobre el otro. Karamatsu fijó sus azulados ojos de nuevo en los rojizos de Osomatsu, tratando de transmitir algo de paz a la turbulencia que se estaba formando en la mente del de rojo.

-Creo que entiendo el punto al que quieres llegar. -Ambos soltaron un pequeño suspiro de alivio casi al mismo tiempo, realmente eran unos tontos. -Había dado por hecho que ambos ya habíamos entablado una amistad cuando en realidad simplemente manteníamos una convivencia esporádica... ¡Pero siempre hay tiempo para poder volver a empezar! Y esta vez haré las cosas como se deben.

Osomatsu simplemente dejó salir una ligera risa, ese tipo de cosas eran realmente por las cuales le agradaba tanto estar con Karamatsu. Cuando estaba con él las cosas simplemente parecían más fáciles, las preocupaciones salían sobrando y sus dudas parecían esfumarse como por arte de magia con tan solo escuchar el alegre tono de voz del de ojos azules.

Aprovechando que estaba cerca de las largas macetas en donde Karamatsu cultivaba las flores de ornamenta, Osomatsu se acercó a inspeccionar todas y cada una de ellas, buscando una en especifico y rogando en su fuero interno que los conocimientos del jodido libro que su jefe la había dado semanas atrás por fin rindieran sus frutos. Con una enorme sonrisa victoriosa en sus labios tomó delicadamente entre sus dedos una pequeña flor de un blanco puro.

Con los ánimos renovados se acerco de nueva cuenta a Karamatsu quien durante todo ese tiempo no le había quitado la mirada de encima, curioso por descubrir que era lo que su amigo estaba tramando. Ambas miradas volvieron a conectarse mientras Osomatsu colocaba con sumo cuidado aquella pequeña flor en las manos de Karamatsu, entrelazando levemente sus dedos por unos instantes.

-Jazmín blanco. -Murmuró el de ojos azules mientras una enorme sonrisa se extendía en su sonrojado rostro. -¿Cómo lo supiste?

-Trabajar en una librería tiene sus beneficios Karamachu~ -Y tener a un viejo metiche como jefe también, pero eso ultimo se lo guardó para sus adentros.

Ambos simplemente se sonrieron mientras Karamatsu dejaba el adorno que había terminado de lado y le ofrecía a Osomatsu una taza de café. El de rojo dudó por una fracción de segundo, pero una sonrisa malvada bailó en su rostro al pensar que podría tomarse el resto del día libre y dejarle todo el trabajo restante a su buen amigo Akumatsu como compensación por haberse estado burlando de él durante toda la semana.

Con los ánimos renovados y el ambiente de la florería más ameno, ambos se sentaron en los pequeños, pero cómodos, sillones que se encontraban en una de las esquinas del local. Platicando de todo y a la vez de nada, aspirando el suave aroma del pequeño jazmín blanco que representaba el inicio de aquella peculiar amistad.

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Lo se, lo se! tarde siglos T.T pero ahora que tengo mas tiempo libre y que mi computadora esta arreglada ya podre volver para continuar mis historias pendientes. Gracias a todas las personas que siguen leyendo, realmente los aprecio mucho :3

Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora