La semana pasó sin mayor ceremonia en la librería en donde laboraba Osomatsu, los clientes eran pocos y no eran tan molestos como en otras ocasiones. Su jefe había salido porque habían tenido un problema con el cargamento de libros que habían ordenado hacia un mes y que ya se habían demorado en traer. Osomatsu se encontraba afuera del local, en la parte de atrás donde usualmente salía a fumar un cigarro en compañía de Akumatsu, solo que ahora se encontraba solo ya que el de negro se tomó el día libre por cuestiones personales. Entre sus pensamientos y el humo del tabaco, comenzó a formular una extraña idea en su cerebro, mañana era domingo, mañana era su día libre.
Usualmente utilizaba su día de descanso para salir a las apuestas o simplemente quedarse en casa sin hacer nada productivo, pero ahora tenía deseos de hacer algo diferente. Aún y cuando ambos se consideraban muy buenos amigos y esporádicamente salían a desayunar a algún lado cercano a sus trabajos o solían tomar café en la florería, Karamatsu y él nunca se habían puesto de acuerdo en concretar una salida en toda regla. Hace algunos días atrás Akumatsu le comentó que cerca del muelle de Akatsuka observó cómo poco a poco empezaban a montar algunos juegos mecánicos, lo que significaba que la temporada de feria estaba a nada de empezar y aquello podía ser una excusa perfecta para invitar a salir a Karamatsu en su primera salida oficial como amigos.
Con decisión apagó su cigarro y mientras la seguridad brillaba en sus ojos escarlatas, entró de nuevo a la librería después de maquilar un plan a prueba de fallos en su cabeza. El día transcurrió con un Osomatsu ansioso por salir de ahí e ir a ver a Karamatsu para darle la sorpresa de que irían a la feria a divertirse un rato, y en caso extremo de que el de azul se negara entonces estaba seguro que lo sacaría de ahí a rastras de ser necesario. Cuando el reloj de la pared marco la hora de salida el de ojos escarlatas salió disparado hacia la puerta de entrada, tropezando con algunos clientes que aún se encontraban dentro y ganándose un par de insultos de paso por no haberse disculpado con ellos, pero a Osomatsu eso lo traía sin cuidado.
-¡Karamachu~! -Gritó efusivamente en cuanto abrió estrepitosamente la pequeña puerta de madera de la florería. -A que no adivinas lo que...
Pero se detuvo en seco al ver detrás del mostrador a un señor ya entrado en años, con unas prominentes entradas descubriéndole la brillante frente y el cabello ya tintado de gris que lo miraba entre asustado y sorprendido por tan efusiva entrada. Osomatsu se quedó congelado en su lugar por unos momentos mientras la vergüenza comenzaba a subirle por la cara y pintaba sus mejillas de un rojo casi tan brillante como el de sus ojos. El señor carraspeó un poco mientras miraba al joven de ojos escarlata y trataba de sonreírle levemente aun y después de la sorpresiva y efusiva entrada inicial.
-Buenas tardes joven ¿Puedo ayudarle en algo? -El tono se escuchaba tan cansado que por un momento Osomatsu sintió algo de pena. Pensó unos segundos en su jefe, quien debía tener con seguridad la misma edad que aquel pobre tipo, con la monumental diferencia de que su jefe tenía la vitalidad de un joven que se quedó estancado permanentemente en sus veinte años.
-Yo... estaba buscando a alguien. -Miró a su alrededor, tal vez Karamatsu se encontraba detrás, en la bodega, acomodando los adornos o cuidando de algunas flores.
-Sí, lo escuche perfectamente cuando entraste. -Fue la contestación en aquel ligero tono de reproche lo que hizo que Osomatsu se encogiera levemente con algo de pena. -Karamatsu no ha venido en toda la semana, probablemente el lunes este de regreso, si gustas...
-¡¿No ha venido en toda la semana?! -Se acercó a pasos agigantados hacia el mostrador, recargando la mitad de su cuerpo sobre el cristal mientras miraba fijamente al pobre hombre quien tuvo que retroceder por aquella acción tan repentina del menor. -¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué ocurrió? ¿Se encuentra bien?
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Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.
Fanfiction-Me llevo este. -El joven florista arqueó una ceja, escéptico. -¿Qué sucede? -No creo que ese adorno sea el adecuado. -Sonrió tranquilo, alejando las flores del mostrador mientras entraba por la pequeña puerta que se encontraba detrás de él. Osomat...