Un mes...
Había pasado un hermoso e increible mes desde que Osomatsu y él comenzaron a salir oficialmente como una pareja. Un perfecto mes lleno de besos, abrazos, palabras cariñosas y todas esas cosas empalagosamente románticas que Karamatsu amaba en secreto. Osomatsu, queriendo ser el novio que nunca pensó que sería, no tenía reparo alguno en llenar al menor de todas las atenciones posibles, al menos todas las que podía brindarle sin llegar a empalagarse él mismo por su comportamiento. Las risas nunca faltaron, eran el pan de cada día en su relación y eso solo lograba unirlos cada vez más.
El de azul regresaba a su pequeño departamento, cargando con ambas manos dos enormes bolsas llenas de provisiones que había salido a comprar aquella tarde en el supermercado cerca de su bloque departamental. Ahora con las visitas diarias de su novio, la alacena del de ojos azules se vaciaba con más rapidez de la usual, por lo que Nakamura debía salir con más frecuencia a comprar comida. Usualmente Osomatsu lo acompañaba la mayor parte de las veces y terminaban comprando más cosas de las necesarias pero aquella tarde en específico el de rojo no pudo salir a su hora usual.
Karamatsu entendía perfectamente las responsabilidades que Matsuno mantenía al trabajar para la librería y jamás obligaría a Osomatsu a dejar su deber en el trabajo tan solo por un capricho egoista, ambos estaban conscientes del importante nivel en el que se encontraban sus trabajos pues estos pagaban las cuentas diarias. A pesar de lo contradictorio que parecía a primera vista, tanto Osomatsu como él eran bastante responsables cuando la situación lo ameritaba; Karamatsu no iba a mentirse pues muy en el fondo soñaba, como cualquier enamorado lo haría, con vivir junto a su pareja.
–Aunque eso sería bastante hostigoso, apenas llevamos un mes... –Razonó Nakamura mientras caminaba por los largos pasillos de su piso departamental.
De pronto sus pasos quedaron congelados en el suelo del pasillo, como si dos enormes clavos al rojo vivo hubieran perforado con fuerza el empeine, atravesando piel, músculos y huesos hasta dejarlo clavado en el suelo. Los usuales temblores que solían atacar su cuerpo comenzaron a hacerse presentes mientras Karamatsu miraba la vieja puerta de su departamento abierta completamente, al fondo de todo y muy dentro de lo que solía ser un apacible hogar, ahora solo había oscuridad.
Nakamura apretó las bolsas en la palma de sus manos, consiguiendo que sus nudillos se blanquearan debido a la fuerza aplicada en el agarre. Respiró un par de veces, mentalizandose para lo que haría a continuación; podría huir, podría dejar todo aquí y salir corriendo para buscar a Osomatsu... Podría tocar la puerta de Kamimatsu y pedirle que me permita quedarme con él hasta que él se marche... Karamatsu estaba seguro que podría haber tomado cualquiera de esas opciones...
Pero no lo hizo.
Con un último suspiro, que esperaba no fuera realmente el último que daba con vida, el de ojos azules se adentró en su departamento, caminando despacio y con temor de hacer hasta el más mínimo ruido, todavía no quería que él se percatara de su prescencia. Con éxito logró llegar a la cocina en donde depositó las cosas que llevaba encima sobre el pequeño desayunador, pensando seriamente en cúal sería su siguiente movimiento, pensando en qué debía hacer ahora que ya estaba dentro de la boca del lobo.
–Karamatsu, ven aquí. –Escuchó su voz provenir de su habitación, la puerta estaba entrecerrada y un rayo de luz se escapaba por la pequeña abertura.
Ese tono no presagiaba nada bueno, ese tono nunca presagiaba nada bueno... NUNCA.
–¡¿Es que acaso estas sordo?! ¡VEN AQUÍ PEQUEÑA PUTA!
No vayas, no vayas, no vayas, ¡novayasnovayasnovayas...!
Lo último que Karamatsu pudo recordar fue la puerta de su cuarto abrirse completamente, dejando ver la espectral figura de aquel hombre, al que la vida le ordenaba tenerle amor y respeto, salir con los ojos inyectados en sangre mientras en una mano sostenía el pequeño album de recuerdos que Osomatsu y él habían comenzado a crear, desde el inicio formal de su amistad. El hombre avanzó a pasos agigantados hasta sujetar los negros cabellos de Karamatsu con su mano libre, obligandolo a alzar el rostro para verlo directamente a los ojos.
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Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.
Fanfiction-Me llevo este. -El joven florista arqueó una ceja, escéptico. -¿Qué sucede? -No creo que ese adorno sea el adecuado. -Sonrió tranquilo, alejando las flores del mostrador mientras entraba por la pequeña puerta que se encontraba detrás de él. Osomat...