Página VIII: Clavel.

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Había sido una semana bastante extraña para Akumatsu y eso viniendo de él ya era raro en sí; desde la mañana del lunes hasta la tarde del viernes Osomatsu no desperdicio una sola oportunidad para fugarse a la florería de enfrente, obviamente en sus ratos libres, y aunque lo que sea que su compañero de trabajo hiciera con su vida privada le valiera un carajo, el extraño comportamiento que había adoptado el de ojos rojos sí que le resultaba bastante curioso. Para comprenderlo mejor lo recapitularemos en orden cronológico desde el inicio hasta el final.

Lunes.

Akumatsu había llegado tarde al trabajo, como ya era costumbre en él, montado sobre su fiel Harley-Davidson, abriendo la puerta principal de la librería de una soberana patada y saludando a todo el que se cruzara en su camino con un gruñido que ni de chiste podría catalogarse como humano. Cualquier persona inteligente sabría casi de inmediato que aquel joven con pintas de asesino serial no estaba de humor aquella mañana, pero Osomatsu era de todo menos alguien inteligente.

-¡Buenos días, bastardo! -Saludó con cariño el de lentes, destilando un molesto brillo rosado que perturbó un poco al de negro, pero solo un poco, poquitín.

-¡Como jodes! -Fue la amable respuesta que salió de los labios de Akumatsu mientras estrellaba el casco de su moto en el estómago de Osomatsu, pero de manera amistosa evidentemente, el hecho de que el idiota de rojo se hubiera doblado de dolor solo significaba que era un dramático.

-¡Monstruo! Uno viene con las mejores intenciones de animar tu amargada cara y así respondes. -Osomatsu le sacó la lengua, Akumatsu simplemente rodó los ojos y se encaminó hacia su sección correspondiente para acomodar los libros. -Pero como somos amigos lo dejaré pasar por hoy.

-Estoy tan agradecido. -Sarcasmo.

Pero como bien dicen el sarcasmo no funciona en los idiotas por lo cual Akumatsu tuvo que tragarse toda una jornada entera escuchando a Osomatsu hablar sin parar de su estúpida y súper marica cita con el tipo de la florería de enfrente hasta que llegó la hora del almuerzo para ambos y el menor desapareció como por arte de magia, dándole un respiro al de negro para poder ir a fumar tranquilo.

Martes.

Aquel día todo transcurría con bastante tranquilidad debido a que era casi inicio de semana y los clientes no eran tan abundantes como los fines de semana o los jueves y viernes. Akumatsu se encontraba de bastante buen humor, al menos el suficiente como para menguar ligeramente su expresión de "váyanse todos al demonio", recorriendo los pasillos del fondo de la librería, sacudiendo el polvo de las viejas estanterías y reorganizando los tomos que se encontraran fuera de lugar.

-Akumatsu. -El de negro saltó cual gato, alejándose por lo menos un metro del idiota de Osomatsu, y es que ¿en qué momento el bastardo se había colocado detrás suyo sin que lo hubiera notado?

-¡¿Qué coño quieres ahora?! -Se sujetó el pecho, más concretamente donde se encontraba su corazón.

-¿Cuál crees que es mejor, la prosa romántica inglesa o la castellana? -En la mano izquierda sujetaba un pesado ejemplar de compilaciones en prosa lirica de autores Hispanoamericanos e Iberoamericanos y en la otra mano sujetaba un libro de poesía clásica inglesa.

-¡¿Y a mí que me preguntas, idiota?! -Justo cuando pensaba que iba a ser un día tranquilo. Osomatsu frunció el ceño, decaído.

-Debí suponer que no sabrías. -Akumatsu lo ignoró mientras se perdía entre los pasillos, dejando al de rojo hablando solo, regresando unos minutos después y estampándole un libro de tapa dura en la cara, literalmente hablando.

Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora