Página XIV: Margarita Blanca.

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Karamatsu abrió los ojos lentamente, sintiendo el punzante dolor dentro de su cabeza producto del repentino mareo que sintió al despertarse. Sus azulados ojos se toparon de lleno con el techo de la trastienda de la florería, reconociendo al instante el horrible diseño de la lampara de techo que su jefe había colocado por capricho de su esposa. Nakamura se levantó de golpe, recordando los sucesos posteriores a su penoso desmayo y el motivo principal que lo provocó, levantandose de la pequeña cama improvisada para regresar al mostrador, sintiendo el pánico invadir cada fibra de su cuerpo.

"¡La florería! ¡¿Cómo pude ser tan descuidado de dejar la florería sin atender?!"

Pero grande fue su sopresa al encontrar a Osomatsu platicando animadamente con dos señoras bastante mayores que, al parecer, habían llegado a hacer un encargo. Matsuno pareció percatarse de su presencia puesto que volteó tan solo un poco para sonreirle calidamente, haciendole una discreta señal con la cabeza para que el menor se acercara. La expresión en el rostro del menor debió de ser bastante cómica puesto que al llegar al lugar solicitado por el de rojo, las señoras que estaban detrás del mostrador le sonrieron con complicidad.

—Señoritas, —Comenzó Matsuno con aquel tono lleno de jocosidad que siempre lo caracterizó. —lamento no poder quedarme más tiempo con ustedes para seguir platicando sobre sus encantadoras nietas pero como veran mi novio está más capacitado que yo para atenderlas como se merecen, si me disculpan.

Y antes de dale un segundo más a Karamatsu para hablar, Osomatsu salió de la florería a paso veloz, despidiendose de las dos ancianas con un pequeño ademán de su mano derecha. Las señoras comenzaron a murmurar entre ellas, sonriendo sin disimulo mientras se sonrojaban profusamente; Karamatsu terminó de anotar los pedidos, despachando a las señoras y comenzando con las labores diarias en la florería trabajando mecanicamente puesto que su mente se encontraba lejos, muy lejos, perdida en la inmensidad de sus pensamientos y en la palabra "novio" que retumbaba con insistencia, haciendo que sus mejillas adoptaran un tono bermeñón bastante evidente.

Las horas pasaron con bastante tranquilidad mientras Karamatsu revisaba la agenda de entregas y pedidos que tenía que finalizar para aquella semana, cuando de improvisto un pequeño encargo llamó su atención. Era un ramo de composición básica, con rosas de los Alpes como centro y margaritas blancas como complemento. La dirección no estaba especificada pero había una pequeña nota adjunta que explicaba que vendrían a recoger el encargo ese mismo día antes de la hora del cierre. Sin perder más tiempo, Karamatsu comenzó a buscar las flores que usaría para el arreglo, poniendose manos a la obra en otra de sus bellas creaciones.

Del otro lado de la acera, dentro de la librería, Osomatsu terminaba de acomodar la sección de Akumatsu con bastante molestia. El de negro simplemente se deleitaba con las muecas de profundo odio y resignación de su compañero mientras hacía su trabajo. La sección de "Fantasía" siempre era de las más desordenadas debido a que muchos de los compradores solían ser jovenes adultos que nunca terminaban de decidirse en tomar el libro solicitado, dejandolo por ahí sin preocuparse en alterar el orden en el cual estaban acomodados los libros.

—Malditos mocosos. —Mascullaba el de rojo entre dientes mientras colocaba por fin el último tomo de la nueva edición de la aventura epica del momento. —Todo sea por salir un par de horas extras...

—Todavía no puedo creer que vayas a pedirle al marica de enfrente que sea tu novio, quiero decir, ya sé que ambos son super maricas pero la verdad es que yo aposté a que nunca te ibas a atrever a confesarte ni te darias cuenta de tus sentimientos. —Se mofó el de negro, sentado cómodamente en uno de los sillones del lugar mientras miraba las redes sociales en su teléfono distraidamente.

—¡Ja! ¿Por qué lo dudaste? —Osomatsu se tragó las ganas de lanzarle el estante entero a la cabeza, después de todo ese idiota lo estaba ayudando con su plan de conquista.

—Eres un imbecil de primera categoría. —Akumatsu levantó los hombros como si aquello no fuera una novedad. —Tu cerebro nunca da para más.

Y el de rojo pudo seguir discutiendo con Akumatsu pero prefirió cortar por lo sano y salir de ahí, con dirección hacia la bodega trasera, para comenzar a cambiarse de ropa y dar inicio al primer paso de su maravilloso plan. Estaba seguro que, para la puesta del sol de aquel día, Karamatsu estaría entre sus brazos y Osomatsu se aseguraría de no dejarlo ir.

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El ramo estaba terminado, pequeño pero encantador, con aquel toque especial que caracterizaba a todos los trabajos realizados por el joven de ojos azules. Karamatsu acarició los suaves petalos con la yema de sus delgados dedos, suspirando cortamente al recordar el significado detrás de cada flor empleada en aquel arreglo. Un mensaje claro y conciso que no dejaba espacio para dudar de los sentimientos del remitente de tan bello presente. Karamatsu dejó el arreglo a un lado, dispuesto a continuar con los demas encargos y tratar de avanzar lo máximo posible antes de que tuviera que cerrar la florería, cuando el distintivo sonido de la campanilla de la entrada lo distrajo momentaneamente.

—Bienve-... ¡Osomatsu! —El menor se arrepintió al instante de haber exclamado con tanta efusividad.

—¡Owww, Karamatsu! Casi parece que no te alegras de verme. —El mayor infló las mejillas infantilmente mientras se acercaba al mostrador.

El de azul apenas y había prestado atención a la indumentaria del otro; Osomatsu estaba vistiendo un traje sastre a medida, con la camisa rojo escarlata arremangada a tres cuartos y con los dos primeros botones sueltos dandole un aire despreocupado y sensual. El pantalón negro entallaba perfectamente en las largas piernas del mayor, sujetado por un cinturón a juego de hebilla dorada y terminando en unos zapatos pulcramente limpios y de un intenso negro. Incluso se había peinado hacia atrás, dejando un par de mechones rebeldes caer gracilmente sobre su frente.

—¿Karamatsu...? —Osomatsu pasó la mano por el rostro del menor, el de azul parecía haberse desconectado del mundo por unos segundos.

—¿Qué...? —Los ojos azules de Nakamura parpadearon confundidos de manera intermitente, regresando a la realidad.

—¿Todo bien? —Osomatsu le sonrió con ligera burla mientras acariciaba superficialmente la suave piel de la enrojecida mejilla del menor. —He venido por mi encargo, espero que ya esté listo.

—¿Tu encargo...? —Y sin esperar más explicaciones de parte del mayor, Karamatsu vio como Osomatsu tomó sin mayor ceremonia el arreglo que descansaba en el mostrador. —¡E-Eso es...!

—Karamatsu Nakamura, —Comenzó el mayor, sujetando el ramo entre sus manos y postrándolo frente a la aturdida mirada azulada del otro antes de proseguir con su discurso. Karamatsu solo podía observar las rosas y margaritas brillar frente a él, con la promesa de un amor sincero. —¿Me harías el enorme honor de corresponder mis humildes sentimientos romanticos por ti, aceptando mi invitación a una cena romantica el día de hoy?

—¿Eh...? —Karamatsu se quedó sin palabras, ya podía sentir un nuevo desmayo aproximarse.

—Por favor no te desmayes de nuevo. —Osomatsu pareció leerle la mente pues rodeó el mostrador de cristal, llegando hasta Karamatsu y envolviendo la delgada cintura del menor con uno de sus brazos protectoramente. —¿Y bien? ¿Qué dices Karamachu?

No habia necesidad de pensarlo mucho...

—¡SI!

Y el ramo pasó rápidamente a segundo plano, lo único que les importaba a los dos jovenes en ese momento era sentir el confortable calor del otro por medio de aquel tierno abrazo, el primero de muchos, muchísimos más.

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Ahora sí! Este arroz ya se coció! TwT Ahora prepárense para una enoooorme dosis de azúcar con posibilidades de diabetes tipo dos. 

Están advertidos ;3; 

Gracias por leer, votar y comentar!! Los adoro taaanto T3T

Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora