Karamatsu no entendía que era lo que pasaba por la cabeza de su amigo y amor secreto. Desde aquel extraño día de la firma de libros de Kamimatsu, la apresurada declaración de amor por parte de Matsuno y todos los vítores de las personas que estaban ahí presenciando el espectaculo, desde ese día Karamatsu estaba seguro que el de ojos escarlatas estaba más pegado a él que un chicle en la suela de un zapato. No es que le incomodara, bueno... Tal vez solo un poco, ¡Pero es que tantas atenciones por parte del mayor lo estaban abrumando!
Y es que si con anterioridad ellos pasaban mucho tiempo juntos, ahora la situación aumentaba a alarmantes niveles exponenciales, como si todo se hubiera multiplicado repentinamente por un millón o tal vez más. El joven de ojos azules suspiró con cansancio, tallando su rostro con sus manos mientras caminaba a paso lento rumbo al trabajo; Karamatsu se reprendía mentalmente por la manera en la cual estaba tomándose las muestras de afecto de Matsuno pero una enorme parte negra en el fondo de su cerebro le decía que aquello no podía ser real.
Pensaba, en sus largas noches de insomnio, que lo que Osomatsu sentía no era otra cosa que celos amistosos por perder la atención de uno de sus amigos más cercanos, Karamatsu creía que el mayor había confundido un sentimiento con otro, y conociendo de sobra el carácter despistado e inmaduro del otro, Nakamura estaba seguro que el de rojo solo estaba confundido. El joven florista estaba a un par de metros de llegar a su destino cuando se topó de frente con el causante de todas sus penas y dolores de cabeza.
—¿Osomatsu...? —El mayor le devolvió la mirada, sonriendo como un amanecer mientras se acercaba al menor y le tendía un humeante vaso de café recien hecho.
—¡Buenos días Karamachu! —Matsuno alargó la última vocal de su nombre con aquel tono cantado que usaba cuando estaba contento. —¿Cómo amaneciste hoy?
—Estoy muy bien Osomatsu. —Karamatsu se reprendió mentalmente por no poder sostenerle la mirada al otro pero es que la sola presencia de Matsuno lo ponía bastante nervioso, además aún no habían hablado sobre aquel espectaculo que protagonizaron en la librería, todo debido a que Nakamura prefería evadir el tema. —Gracias por el café, no tenías que molestarte.
—No, no, no Karamachu. —Matsuno palmeó su cabeza con cariñoso cuidado, sintiendo la suavidad de los cabellos del menor en la yema de sus dedos al alborotarlos ligeramente. —Estamos a nada de la llegada del invierno, es mi deber como futuro novio cuidarte como es debido y eso incluye traerte deliciosas bebidas calientes.
¡Ah! ¿Qué era aquella cálida sensación que se extendió por su cuerpo? ¿Cómo era posible que Osomatsu lo desarmara totalmente con un par de simples palabras que parecían ser dichas con tono de broma? ¿Realmente aquello era una broma...?
—Osomatsu... —Comenzó el de ojos azules, apretando inconscientemente con algo de fuerza el vaso de cartón prensado.
—Dime. —Y de nuevo aquella sonrisa que podría derretir la nieve en el más crudo de los inviernos, Karamatsu no tuvo el valor de continuar.
—T-Todavía es algo temprano para que comience nuestra jornada laboral. —Y como siempre, una vez más, el menor prefirió desviar totalmente el tema. —¿Te gustaría entrar conmigo a la florería?
—Estaría más que encantado de acompañarte. —Y como si estuviera emulando la escena de uno de los miles de libros de caballería que había en las estanterías de la librería, Osomatsu se adelantó a abrir las puertas de la florería con su propio juego de llaves, mismo que Karamatsu le entregó semanas atrás en caso de emergencias. —Despues de ti, querido.
Karamatsu negó un par de veces, arrepintiendose en su fuero interno en haberle dado al mayor aquel duplicado de llaves. Ambos se refugiaron en el interior del lugar, sintiendo la calidez del sistema de ventilación que el jefe de Nakamura mandó a instalar para que sus flores de importación tropical no sufrieran bajo las bajas temperaturas del ambiente natural de la ciudad. Ambos se encontraban rodeados por un silencio bastante incomodo; Karamatsu estuvo tentado de despachar al mayor hasta que éste abrió la boca repentinamente.
—Karamatsu. —Comenzó el de rojo mostrando una seriedad poco usual en su rostro. —Lo que dije aquella vez...
—¡No! —Interrumpió el menor, arrepintiendose en el acto al caer en cuenta que había levantado la voz innecesariamente. —Solo olvidalo Osomatsu... No es necesario que me des explicaciones o cualquier otra conversación sin sentido...
—¿Explicaciones sin sentido? Karamatsu yo realmente...
—Yo te quiero... —Nakamura bajó la mirada mientras apretaba los puños, respirando un poco antes de volver a enfrentarse a ese par de rubíes que le miraban asombrados. —Y sé que solamente estas confundiendo las cosas... Es normal que hayas actuado así, después de todo somos amigos muy cercanos, es normal que te sientas algo de esa manera, últimamente...
—No, Kara, estas equivocado... —El mayor intentó tomar la palabra de nuevo pero el de ojos azules parecia bastante cerrado a escucharlo, haciendo que el de ojos escarlatas comenzara a impacientarse considerablemente.
—¡Es imposible que tú puedas enamorarte de alguien como yo! —Nakamura prefirió omitir más cosas pero rogaba en su interior para que Osomatsu captara la idea tan solo con esas simples palabras.
—¡Basta ya Karamatsu! —Matsuno se acercó hasta invadir por completo el espacio personal del otro, tomandolo con bastante fuerza por los hombros y encarandolo con actitud decidida. —Escuchame bien porque solo pienso hacer el ridiculo de esta manera en esta única ocasión.
El otro siquiera parpadeaba, sintiendose abruptamente abrumado por la cercanía del otro.
—Karamatsu, te conozco desde hace relativamente poco pero puedo asegurarte que mi corazón retumba con fuerza cada que te veo sonreir. —Comenzó con suavidad, observando las reacciones del otro. —Yo no tengo motivos para mentirte, lo que has visto de mi es todo lo que hay, no tengo motivos para ocultarte nada, no tengo secretos bajo la manga más que tal vez un par de arrepentimientos que ahora ciertamente no importan...
El mayor hizo una pausa, tratando de hallar las palabras para poder proseguir con su romántica declaración. Karamatsu seguía callado, esperando pacientemente a que el otro retomara la palabra, con el corazón pulsandole violentamente en el pecho, tan fuerte que estaba seguro que iba a salirsele del pecho o que Osomatsu lo escucharía y entonces desistiría de continuar. Sin embargo nada de eso ocurrió.
—Karamatsu, si me das tan solo la oportunidad te prometo que todas las noches voy a leerte esos ridículamente empalagosos poemas de amor que tanto te gustan, prometo siempre ser detallista y llevarte a comer los postres de aquella pastelería que descubrimos juntos el mes pasado. —El menor sonrió inconscientemente por el recuerdo de aquella tarde juntos, sintiendo sus mejillas comenzar a ponerse tan rojas como las manzanas maduras. —Karachu, prometo que si me aceptas voy a portarme bien ¡Incluso lavaré los platos después de que terminemos de comer cuando vivamos juntos! ¡Si lo quisieras podría darte masajes tambien, aunque te apesten los pies!
Para esas alturas Karamatsu no pudo reprimir la sonora carcajada que le ocasionó aquella extraña situación. No había recibido muchas declaraciones amorosas a lo largo de toda su vida pero debía darle creditos extras a Osomatsu por no perder su estilo único y encanto especial ni siquiera en ese tipo de situaciones.
—¿Sabes, Kara? Realmente odio verte triste y si por algún motivo llegaras a llorar por mi culpa entonces te aseguro que habré fallado en mi proposito inicial de hacerte feliz y trataré de arreglarlo hasta que vuelvas a sonreir. —Matsuno acarició con su pulgar el labio inferior del menor, logrando que Karamatsu contuviera la respiración quien sabe por cuanto tiempo.
Ambos estaban tan concentrados en su propia burbuja de intimidad, mirandose directamente a los ojos, sin importarles lo que sucediera a su alrederor y sobre todo sin importarles que su horario laboral hubiese empezado hace rato ya.
—Karamatsu, sé que no soy ni de lejos el mejor de los hombres pero quiero que sepas que te doy mi palabra de que por ti intentaré ser una mejor versión de mi. —El mayor se acercó hasta que estuvo lo suficientemente cerca del sensible oido del menor para susurrar la siguiente frase: —Por eso quiero que sepas que estaré más que encantado de que me permitas ser tu hombre.
Y todo hubiera sido mágico, maravilloso e increible de no ser porque Karamatsu se terminó desmayando sin darle a Osomatsu una respuesta definitiva...
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Lento pero seguro(?) Espero que disfruten de su lectura! Lo amo con todo el kokoro!
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Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.
Fanfiction-Me llevo este. -El joven florista arqueó una ceja, escéptico. -¿Qué sucede? -No creo que ese adorno sea el adecuado. -Sonrió tranquilo, alejando las flores del mostrador mientras entraba por la pequeña puerta que se encontraba detrás de él. Osomat...