Una semana, había pasado una hermosa e increible semana desde que Osomatsu le confesó sus sentimientos, sentimientos que Karamatsu correspondió con profunda sinceridad y amorosa ansiedad. Después de aquel suave beso que ambos habían compartido en aquel restaurante, rodeados de la tenue luz de las velas y la música de jazz, no habían vuelto a tener acercamientos de ese estilo. Claro, los abrazos y pequeñas caricias en el cabello eran cosa de todos los días, sobretodo antes de que la jornada laboral diera inicio.
Pero Karamatsu necesitaba más, mucho más, lo ansiaba...
Podía sonar como un niño caprichoso, pero eso le tenía sin cuidado, él deseaba poder volver a sentir los suaves labios del mayor sobre los suyos como aquella noche, después de todo, Osomatsu era su novio... De solo evocar aquella palabra, Karamatsu sentía un torbellino de mariposas revolotear alocadamente en su estomago. Todavía no podía creer que aquel chico tan alegre, despreocupado, carismatico e increible fuera su novio. Todavía tenía sus dudas, pero solo eran sombras de su inseguridad que el mayor se encargaba de ahuyentar con calidos abrazos cuando volvían a encontrarse después del trabajo.
La manera en la cual Osomatsu lo miraba, posando sus resplandecientes rubíes sobre su persona como si fuera lo más increible y maravilloso del universo, esa sensación tan única e indescriptible que sobrecogía el corazón de Karamatsu y lo hacía sentirse flotando en las nubes. Nubes algodonosamente esponjosas y ridículamente rosas. La manera en la cual Osomatsu le susurraba palabras románticas que seguramente había leído en algún libro de su trabajo pero que lograban que el de ojos azules se convirtiera en un tembloroso manojo de suspiros soñadores, todo eso y mucho más solo lograban enamorarlo cada vez más profundamente de Matsuno, sintiéndose afortunado de poder estar a su lado.
Por ello quería darle algo especial a Osomatsu...
Aquel día la florería se encontraba vacía, sin novedad o cliente que deseara encargar un arreglo por lo que Karamatsu se podía dar el lujo de perderse en sus pensamientos o matar su tiempo libre como mejor le pareciera. Sus delgados dedos comenzaron a jugar con un pequeño ramillete de peonias blancas, una nueva adquisición que había llegado del invernadero privado que administraba el hijo mayor de su jefe. Todavia no tenía idea de donde colocar aquellas flores ya que usualmente suelen utilizarse para adornar ramos de matrimonio no arreglos casuales para regalos.
De improvisto una pequeña idea surgió en su cabeza, haciendo que sus mejillas se tintaran rápidamente de un profundo color escarlata. Las peonias no solo se utilizan para las bodas después de todo...
Dentro de la librería, Osomatsu sacudía la suciedad de los estantes con palpable aburrimiento, lanzando el humedo trapo de un lado al otro y levantando una profusa capa de polvo que se extendía a su alrededor, irritandole los ojos y obligandolo a estornudar con bastante fuerza. Desde el mostrador podía escuchar como su jefe coqueteaba descaradamente con unas jovencitas que habían llegado a comprar libros de referencias para sus trabajos escolares, del otro lado escuchaba las maldiciones de Akumatsu mientras recogía la basura de los envoltorios de libros, entre otras cosas, que las personas dejaban descuidadamente por toda la librería.
Definitivamente un día como cualquier otro...
—¡Oye idiota! —Esa sin duda era la melodiosa y encantadora voz de Akumatsu, resonando como suave tintineo por toda la librería. —¡Deja de levantar el maldito polvo que esto parece una jodida camara de gas!
Pero Matsuno hizo caso omiso y siguió sacudiendo los estantes, aplicando más violencia a sus movimientos y levantando aún más polvo para el total desagrado del de negro. Estaba angustiado, aunque su careta mostrara aburrimiento total, la realidad era que estaba consternado por algo bastante serio; Akumatsu se acercó al de rojo dispuesto a acomodarle un buen par de puñetazos para que dejara de actuar como idiota cuando vio la extraña mueca de seriedad en la cara de su compañero, obligandolo muy a su pesar a tener que preguntar qué era lo que acongojaba al de rojo.
—¿Y ahora que mierda tienes? —La sutileza ante todo. —Deberías estar vomitando arcoiris y comportandote más estupido de lo normal ahora que el marica de la florería acepto milagrosamente ser tu pareja.
—Akumatsu... —Miró seriamente al mayor logrando que el de negro se sintiera nervioso, pero solo un poco porque él es un macho que no le tiene miedo a nada, evidentemente. —Esto es horrible, Akumatsu, no hay palabras para describir esta tragedia...
—¿De que estas hablando idiota? —Por un momento Akumatsu llegó a imaginar lo peor, tal vez algo grave le había sucedido al joven florista y por eso el ánimo de Osomatsu estaba por los suelos. —Habla de una vez y deja de darle vueltas al asunto.
—Karamatsu... —Más pausas dramáticas que solo aumentaban la ansiedad de Akumatsu.
—¿Qué hay con él? ¿Le ocurrió algo malo? —Ahora él también estaba preocupado por el novio de su amigo. Maldijo a Osomatsu en su mente por haberlo hecho admitir, al menos internamente, que efectivamente consideraba al de rojo como a un amigo.
—Es algo peor, mucho peor... —La expresión sombría en el rostro de Matsuno no ayudaba para nada a sus especulaciones.
—¡¿P-Peor...?! —Y el de negro estaba a punto de seguir preguntando histericamente cuando el de ojos escarlatas se le adelantó de improvisto.
—¡No he podido besar a Karamachu en días! ¡Esta tortura no te la deseo ni siquiera a ti! ¡Voy a morir! ¡Morire virgen! ¡Que alguien detenga esta cruel agonía!
Voy a matarte Osomatsu, de la manera más cruel y sadica posible, maldito hijo de...
—¡Cierra el jodido hocico animal! ¡Eres un maldito hijo de la gran...! —Y estaban a punto de comenzar una guerra de gritos e insultos para dialogar civilizadamente la situación de Osomatsu cuando su jefe les llamó la atención desde el mostrados, mandandolos a callar en el acto.
—Es enserio Aku, ha pasado una semana entera y lo más atrevido que hemos hecho ha sido abrazarnos para despedirnos antes de irnos a trabajar. —Berreó el de rojo, terminando su trabajo y moderando el tono de su voz.
—Tal vez todavía no se siente listo para profundizar el contacto. —Razonó el de negro, hablandole a Osomatsu sin insultos por primera vez después de haberse tranquilizado del coraje inicial. —Quiero decir, ya suficiente tiene el pobre con ver tu horrible cara todos los días como para encima tener que aguantar el tenerte pegado como sanguijuela.
La empatía no le duró suficiente al parecer...
—Tú eres el único con cara horrible aquí, tienes siempre esa mueca de tener un palo metido en el...
—¡Osomatsu! —Su jefe lo interrumpió oportunamente antes de que, seguramente, se ganara un golpe cortesía de Akumatsu por andar hablando de más como ya era costumbre. —¡Ven rápido, te ha llegado un encargo!
—Ojalá sea un nuevo cerebro ¡Porque lo necesitas con urgencia! —Apuntó Akumatsu con una enorme y maquiavelica sonrisa, ganando aquel round.
Osomatsu llegó hasta el mostrados dando fuertes pisotones para mostrar su berrinche e iba a seguir de esa manera cuando vio un hermoso ramo de rosas y peonias blancas en las manos de su jefe quien, con una expresión más que satisfecha y encantada, aspiraba el dulce aroma que desprendian los petalos. Matsuno sonrió tambien, inconscientemente, al reconocer al instante al artífice de tan hermoso regalo. No había tarjetas, no había dedicatorias, pero a Osomatsu eso le venía sobrando, aquello era la excusa perfecta para salir al exterior, cruzar aquella angosta calle que lo separaba de su encantador novio, entrar a la florería de manera dramática y comerle la boca a Karamatsu con pasión mientras lo mantenía firmemente sujeto por la cintura, sin darle un segundo para respirar o para separarse.
Y fue exactamente eso lo que Osomatsu hizo...
Cuando pudo darle un poco de tregua al de ojos azules y Karamatsu pudo volver a llenar de aire sus pulmones, ambos se sonrieron con complicidad. Dejando que las peonias blancas que ahora rodeaban la florería hablaran por ellos en aquel romántico idioma que carecía de palabras pero que era reconocido de manera universal:
Soy tan afortunado de tenerte...
—0—
Toda esta semana será de actualizaciones, he dicho! Hasta terminar la historia! ;w;
Gracias por leer, votar y comentar! Realmente me animan muchísimo!! T3T
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Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.
Hayran Kurgu-Me llevo este. -El joven florista arqueó una ceja, escéptico. -¿Qué sucede? -No creo que ese adorno sea el adecuado. -Sonrió tranquilo, alejando las flores del mostrador mientras entraba por la pequeña puerta que se encontraba detrás de él. Osomat...