Karamatsu estaba en el cielo, aquello definitivamente era el cielo, y quien dijera lo contrario que llegara en esos instantes y le mostrara algo mil veces mejor porque para el joven de ojos azules nada podría compararse, NUNCA, a la situación en la que se encontraba en aquellos momentos. La luz de las velas, estrategicamente colocadas en la mesa y los alrededores, era lo único que los iluminaba de manera tenue bajo los últimos rayos de sol de la tarde; el restaurante era bastante acogedor, Akumatsu le había hecho el favor a Osomatsu de hacer la reservación a su nombre para que pudieran disponer de uno de los balcones con vista al parque.
Osomatsu había decidido que, por lo menos durante aquella velada, se comportaría como el caballero que circunstancialmente no era. A Karamatsu no le importaba, si bien encontraba encantador el esfuerzo que el mayor trataba de hacer, para él lo único importante era estar al lado de Osomatsu, disfrutando de aquella preciosa tarde, saboreando la increible cena que el chef les había preparado por encargo solicitado y charlando animadamente de cualquier tema que se les viniera a la cabeza, como cuando solían salir a comer o desayunar, con la enorme diferencia de que ahora podía catalogar como "cita oficial" a aquel encuentro.
Su primera cita...
Decir que no estaba nervioso sería mentirse descaradamente a sí mismo, y eso Karamatsu lo sabía. No tuvo suficiente tiempo para arreglarse debidamente para aquella importante ocasión en consecuencia de lo repentino que fue todo y el solo observar frente suyo a Osomatsu, tan arrebatadoramente atractivo y encantador como solo él podía serlo, hacía que el menor se sintiera cohibido y un tanto inferior, sintiendo la espinita de la inseguridad comenzar a perforar en lo profundo de sus pensamientos, evocando sus miedos más profundos y traumas pasados de nunca sentirse lo suficientemente bueno o necesario para alguien, como si su sola presencia fuera una molestia.
—Estas bastante callado Karamatsu. —Osomatsu no pasó por alto el comportamiento retraido de su pareja, comenzando a preguntarse si aquella sorpresiva salida había sido una buena idea. —¿Ocurre algo? ¿No te gustó el lugar?
—¡NO! —El menor se obligó a levantarse los ánimos en pos de una excelente noche. El de rojo levantó una ceja con sospecha más no comentó nada, permitiendole al menor continuar. —Quiero decir... el lugar es precioso y realmente romantico, estoy bastante feliz de que me hayas traido aquí...
—Pero... —Karamatsu se mordió el labio inferior con ligera fuerza, desviando la mirada de aquellos orbes rubíes que parecían exigirle una respuesta sincera.
—Pero siento que no era necesario... —Que no lo merezco, era lo que quería decir realmente, sin embargo lo último que deseaba era que Osomatsu descubriera ese lado tan patético en su interior, no quería que Osomatsu se alejara de él por ese motivo, justo como lo habían hecho sus anteriores parejas...
—Bromeas ¿Verdad? —Matsuno frunció el ceño un poco y Nakamura tuvo que tragarse las inmensas ganas de cerrar los ojos para esconder su vergüenza, ya podía sentir las palabras hirientes llegar... —Te mereces mucho más que esto Karamatsu.
¿Eh...?
—Te mereces lo mejor de este maldito mundo, que la luna y las estrellas brillen solo por tu sonrisa, que los mejores platillos del mundo lleven tu nombre, que la belleza de las flores no se compare mínimamente a la tuya... —Sus ojos azules no perdían de vista el enorme sonrojo en el rostro de su acompañante, Osomatsu bajó la vista hacia su plato a medio terminar, sintiendo los primeros signos de la vergüenza comenzar a mostrarse en su rostro. —Eres un diamante, Karamatsu, un ángel tan adorable y hermoso que todavía no me explico cómo es que pude tener la increible buena suerte de tenerte aquí conmigo...
—Osomatsu... —Su pecho le dolía, pero no era el mismo dolor que sentía cuando su padre le gritaba palabras hirientes y denigrantes despues de golpearlo hasta casi dejarlo en la inconciencia, no. Este dolor era liberador, como si estuviera esperando aquellas palabras durante toda su vida.
—Karamatsu, te quiero Karamatsu. —El mayor estiró su mano, acariciando el rostro del menor y limpiando amorosamente con su pulgar la primera lágrima que se había escapado de aquellos bellísimos zafiros. —Te quiero muchísimo, eres aquella coincidencia que ha puesto mi vida de cabeza y que me hace querer ser mejor persona, eres lo primero en lo que pienso en las mañanas y lo último que pienso al acostarme.
Más lágrimas comenzaron a descender por sus enrojecidas mejillas, solo que en esta ocasión eran lagrimas de infinita felicidad. Osomatsu sonrió, logrando que el menor le correspondiera el gesto como mejor pudo hacerlo debido a su repentino ataque de llanto. Matsuno se levantó de su asiento, colocandose tranquilamente al lado del menor y sujetando sus manos con fuerza, besando esporadicamente los suaves nudillos mientras esperaba pacientemente a que Karamatsu dejara de derramar aquellas dulces lágrimas. Nakamura se aferró a las manos del mayor como si fuesen un salvavidas que lo mantuvieran a flote dentro de la peligrosa tormenta de sus pensamientos.
—Perdoname... —Fue apenas el susurro ahogado que logró salir de la acongojada garganta del menor, sin saber realmente a quien le dedicaba aquellas disculpas. —Perdoname...
—Tranquilo, tranquilo, todo esta bien. —Osomatsu acarició los suaves cabellos negros con cariño y paciencia, abrazando superficialmente el cuerpo de Karamatsu y tratando de transmitirle seguridad. —Yo estoy aquí contigo y no voy a dejar que nada te pase, no voy a dejar que nadie te haga daño... Por eso, Karamatsu, déjame amarte...
Vas a matarme Osomatsu...
No hubo necesidad de más palabras innecesarias, al menos ellos no las necesitaban. La suave música del interior del restaurante los enviolvía con sutileza creando un espacio de romantica intimidad mientras Karamatsu envolvía con cuidado y algo de duda sus brazos alrededor del cuello de Osomatsu, acercandolo a su cuerpo con asfixiante necesidad de sentirlo, de sentir que aquello era real y no otro de sus sueños. Osomatsu mantenía sus brazos en la cintura del menor, masajeando con sus pulgares la parte baja de la columna de Karamatsu a modo de tranquilizadora caricia, aspirando el aroma a jazmines del delgado cuello del menor.
Ahí, bajo la luz de la luna en lo alto del cielo, ambos se dieron su primer beso, sellando así su promesa de amor eterno...
—0—
Waaaaaa! Después de más de diez capítulos, al fin! al fin su primer besito! T3T Es que había que cocer bien este amor XD por eso el desarrollo algo lento, disculpen :'3
Gracias por leer, votar y comentar! Los quiero muchisisisisisisimo ;3;
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Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.
Fanfiction-Me llevo este. -El joven florista arqueó una ceja, escéptico. -¿Qué sucede? -No creo que ese adorno sea el adecuado. -Sonrió tranquilo, alejando las flores del mostrador mientras entraba por la pequeña puerta que se encontraba detrás de él. Osomat...