Capítulo 1

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El pequeño tritón no podía entender qué era lo que sucedía a su alrededor. Estaba asustado, aterrado, espantado y todos los sinónimos posibles que existían.

Tenía miedo de lo que sucedía a su alrededor, veía a personas caminar por todos lados, personas con piernas y no una cola, como él. No sabía cuánto tiempo había estado fuera del mar, encerrado en ese incómodo rectángulo en el cual apenas se podía mover.

Tenía una profunda angustia enterrada en su garganta que lo estaba ahogando. De las muchas personas extrañas que había visto, aquellas que tenían algo rodeando su cuello nunca más las volvió a ver.

Jimin sabía que fuera del mar existían más personas, pero su abuelo le había advertido que no todas las personas eran buenas fuera del mar, y luego de que el muriera a manos de un humano, él había estado lo bastante aterrado como para intentar averiguarlo.

Años pasó en las profundidades del mar, sobreviviendo por su cuenta mientras buscaba a otro tritón o sirena, pero los años pasaban y al único que había visto había sido a su abuelo.

Jimin sollozo recargando su mano en una de esas caras transparentes de la caja en la que lo habían metido.

Aun no entendía cómo es que lo habían atrapado.

En un minuto estaba escapando de un tiburón malvado, en otro estaba oculto entre unas rocas y coral, y al otro estaba entre una red.

Instintivamente tocó su cuello, aun sentía ese pinchazo que le produjo un profundo sueño instantáneo. Sus cejas se juntaron en un gesto confundido al sentir esa cosa rodear su cuello, con sus dedos recorrió todo el material extraño hasta dar con una pequeña cajita rectangular, era delgada y del mismo tamaño que esa cinta alrededor de su cuello. Sentía que era la misma cosa que había visto en aquellas personas antes de desaparecer.

La vibración del vidrio provocó que abriera sus ojos, se corrió hacia atrás de golpe cuando vio a un hombre con orejas y cola, sus ojos eran amarillos y en sus manos habían largas uñas negras.

Su cabeza chocó contra el vidrio y gimió agarrando su nuca. El espacio de la caja transparente en la que estaba era tan limitado que le estaba provocando claustrofobia.

Con un puchero observó a aquel ser desconocido que lo había asustado, tal vez no escuchaba lo que le decía pero por la forma en que se movía su pecho y su cuerpo, estaba seguro que se estaba burlando de él.

El ser extraño le sonrió por última vez antes de alejarse. A Jimin no le gusto esa mirada, es más, la odio con todo su débil corazón.

Esos crudos ojos amarillentos habían recorrido todo su cuerpo, desde su preciosa y amada cola celeste, pasando por su desnudo pecho, deteniéndose varios minutos antes de seguir por su rostro y detenerse ahí.

El pequeño tritón no conocía la desnudez, pero ante aquella incómoda mirada tal vez la conoció por primera vez, ya que instintivamente se abrazó a sí mismo tratando de ocultarse.

En momentos así, envidiaba a los pulpos, ellos tenían tantos brazos, brazos que ahora le servirían para cubrirse más.

Más personas se siguieron paseando frente a él, cada una era diferente a la otra. Y eso despertaba su curiosidad, más cuando un animal felino grandote se convirtió en un humano frente a él.

Su abuelo le había hablado un poco de ellos, eran los cambiaformas felinos. Algo le decía que aquel hombre de ojos amarillos y feos era también un cambiaformas.

Recordó su cola, sus orejas y sus manos. Su limitada sabiduría lo comparó con un perro.

Trato de hacerse bolita cuando aquel hombre perro volvió a pararse frente a él. Abrazo su cola e intentó esconder su cabeza entre el espacio de sus brazos.

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